Cristobal Colón, en el banquillo de los acusados
La eliminación de estatuas de Colón, los vandalismos a sus monumentos y las polémicas en torno a su figura y simbolismo –algunos lo califican de “iniciador de un genocidio”– generan reacciones encontradas en Estados Unidos.
Las autoridades de la prestigiosa universidad estadounidense de Notre Dame, fundada por la congregación Holy Cross, anunciaron hace unas semanas que iban a cubrir con gruesas cortinas una serie de frescos que retratan distintos episodios de la vida del navegante genovés que descubrió América para los reyes católicos.
Son pinturas que desde hace 130 años se emplazan en el acceso del principal edificio universitario, realizadas por el artista italiano Luigi Gregori. Y como son frescos en el muro, no se pueden borrar; así que serán tapados para que no se vean.
Alumnos descendientes de las tribus ‘cherokee’, ‘chickasaw’ y ‘osage’, además de otro grupos de estudiantes, protestaban desde hace años por la presencia de estas obras. “Los murales conmemoran y elogian el comienzo de la remoción sistemática, durante siglos, de los nativos americanos y su cultura del territorio de Estados Unidos”, señala un manifiesto estudiantil en el que además se menciona que las obras comunicaban varios “estereotipos”.
“Muchos han hecho notar que los murales, en el mejor de los casos, ocultan las consecuencias del viaje de Cristóbal Colón para los pueblos indígenas que habitaban este nuevo mundo, y, en el peor de los casos, son degradantes hacia ellos”, explicó el padre John Jenkins, rector de la universidad.
Pero no todos, desde luego, piensan lo mismo. El director de la Fundación Nacional Ítalo-Americana, Lawrence Purpuro, envió una carta a Notre Dame para señalar que “es injusto y totalmente irrealista aplicar las normas políticas de hoy a una figura histórica de hace 500 años”. Además, añade que “si la práctica de aplicar los estándares de hoy a las figuras históricas tuviese sentido, habría que retirar los monumentos a Thomas Jefferson o George Washington, quienes practicaron la esclavitud”.
Otras voces señalaron que “si adoptamos el estándar de juzgar a las generaciones anteriores según los estándares actuales, es posible que lleguemos a un punto en el que ya no haya logros que celebrar” (ni estatua alguna que quede en pie).
Académicos en contra
Varios académicos de Notre Dame tampoco están de acuerdo con ocultar los murales. “La decisión es un desastre. He charlado e intercambiado mensajes con el presidente de la universidad, el padre John Jenkins, una persona absolutamente cabal, pero en este caso mal aconsejado. Para ser justos con los indígenas norteamericanos, con quienes Colón no tuvo nada que ver, deberíamos encargar una nueva serie de pinturas u otras obras de arte conmemorando a los indígenas que antiguamente ocupaban nuestro campus”, señala el reconocido historiador angloespañol Felipe Fernández-Armesto, quien desde 2009 ocupa en Notre Dame la cátedra William P. Reynolds. “Por supuesto, conviene echar la culpa cuanto más posible hacia atrás: hacia los imperios desaparecidos más bien que hacia los regímenes en vigor y las sociedades actuales”, apunta Fernández-Armesto, quien ha sido profesor de las universidades de Oxford y Tufts, ambas en Estados Unidos.
“La esclavitud actual –la explotación, por ejemplo, de inmigrantes indocumentados en Estados Unidos, quienes no pueden disponer libremente de su propia mano de obra, o de prostitutas que son propiedad de sus proxenetas– es moralmente inferior a la de la época colonial, ya que se da dentro una sociedad hipócrita”, añade.
Los sucesos en Notre Dame son parte de una intensa oleada anti-Colón que significó, hace unos meses, el retiro de una estatua del navegante en Los Ángeles. A su vez, una de las más simbólicas esculturas en Nueva York –el famoso monumento en Columbus Circle– sufrió ataques vandálicos, y las autoridades de la ciudad estudiaron durante tres meses si retiraban la figura. Finalmente, decidieron dejarla en su sitio.
En Washington y otros lugares subsiste un álgido debate sobre la pertinencia del ‘Columbus Day’ y en Baltimore, el monumento más antiguo dedicado a Colón en EE. UU. (data de 1792) fue dañado a mazazos.
Hace pocos días, en San Diego hubo un nuevo ataque a una escultura. Y Cavalry Media está trabajando en la serie basada en el polémico libro de Hans Koning sobre Colón. “Es una visceral historia llena de sangre, conflicto y ambición”, promete la productora.
‘Cometió atrocidades’
Según el concejal de Los Ángeles Mitch O’Farrell, quien ha dirigido una campaña contra los símbolos de la conquista española presentes en California, “los actos de Cristóbal Colón contribuyeron al mayor genocidio jamás registrado”. Y en la cadena NBC explicó que “Colón, en persona, fue responsable de atrocidades”.
Otra corriente historiográfica, sin embargo, ha subrayado que en los territorios norteamericanos que constituyeron parte del imperio español, los indígenas fueron, con todos los problemas y sufrimientos del caso, más integrados que en otras sociedades. A diferencia de la situación que vivieron los nativos en las zonas colonizadas por los ingleses y aquellas tribus que se enfrentaron o fueron sometidas por las autoridades estadounidenses, como expone Benjamin Madley en ‘An american genocide. The United States and the California Indian Catastrophe 1846-1872’, editado por Yale University Press.
En el debate también se han citado algunos gestos de la Corona española, como la decisión de Isabel la Católica de liberar y retornar a América a indígenas que habían sido traídos en tiempos de Colón o el establecimiento de una legislación para proteger a los indígenas, aunque muchas veces no se respetaba.
“Todos los que conocen la historia de la época colonial saben que el exterminio de los indígenas no fue nunca la política de la monarquía española, que intentaba conservar sus súbditos nativos no solo ni principalmente por motivos religiosos, sino sencillamente para poder explotarlos económicamente. Las expulsiones e intentos de genocidio se practicaban por los colonos, sobre todo en las zonas de asentamiento anglosajón y en la época de la independencia”, argumenta Fernández Armesto.
Cavalry Media está trabajando en la serie basada en el polémico libro de Hans Koning sobre Colón. “Es una visceral historia llena de sangre, conflicto y ambición”, promete la productora
“El indigenismo es una tendencia fuerte en las universidades estadounidenses. Se dan cuenta de que casi no hay población indígena en Estados Unidos y saltan de las causas inmediatas que provocaron la extinción de los indígenas a una causa remotísima, que sería la llegada de Colón. Pero si rechazas a Colón, ¿por qué no condenamos al Mayflower o a los ‘pilgrims’? ¿Por qué no condenar ‘Thanksgiving’?”, dice la historiadora española Elvira Roca, autora de ‘Imperiofobia y leyenda negra’ y de un comentado artículo en ‘El País’ de España, ‘El indio Gerónimo hablaba español’.
Allí, Roca se refiere a los estereotipos sobre los indígenas en las cintas del Oeste (como mostrar que nunca se habían encontrado con un hombre blanco, aunque en realidad muchos nativos llevaban tiempo relacionándose con españoles y hablaban ese idioma) y de la tragedia de algunas tribus que pasaron del dominio español al de las autoridades mexicanas y estadounidenses.
Según Elvira Roca, “toda esta tendencia es parte de un complejo sistema de subordinación cultural que afecta a España e Hispanoamérica. Una vez que destruyes los mitos fundacionales de una cultura –y Colón es uno de ellos–, la conviertes en enemiga de sí misma, la acomplejas y la llevas a rechazar su propia historia. Es como si España rechazara o ignorara la herencia romana, que, con sus sombras, nos dejó las raíces de nuestra lengua y derecho”.
Según dice ella, parte de la población hispana “compra esta mercancía averiada, acoge esa idea, la replica y la transforma en otra más de sus tendencias autodestructivas, que los anglosajones no tienen. España ya lleva mucho tiempo en eso y tiene algunos anticuerpos. Pero a Latinoamérica la veo bastante indefensa ante esta demolición de parte de su propia historia, que es la historia virreinal”.
En el debate también se han citado algunos gestos de la Corona española, como la decisión de Isabel la Católica de liberar y retornar a América a indígenas que habían sido traídos en tiempos de Colón
Pero Latinoamérica rechazó su matriz indígena, lo que también significa renegar de parte de su esencia…
Hispanoamérica no rechazó esa matriz en los siglos XVI y XVII. Por dar un ejemplo, muchas lenguas indígenas se conservan por gramáticas y diccionarios que se hicieron en esa época. Hubo un esfuerzo de integración –con enormes problemas, por supuesto–, pero fue algo que ni siquiera se intentó en otros imperios. El rechazo aparece en el siglo XVIII con la Ilustración y el racismo científico. Entonces, las élites comenzaron a rechazar el mestizaje. Y el proceso continuó durante y después de la independencia.
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Mientras el debate sobre el simbolismo de Colón continúa, en el islote Arecibo (Puerto Rico), la realidad es distinta. Allí se levantó un monumento al navegante genovés más alto que la Estatua de la Libertad. Estaba casi listo, pero el huracán María lo destruyó el año pasado y aún no se inaugura. Mala suerte la de Colón en estos tiempos.
ELENA IRARRÁZABAL SÁNCHEZ
EL MERCURIO (Chile) – GDA
En Los Ángeles, como si se tratara de Saddam Hussein
En noviembre, las autoridades de Los Ángeles retiraron del Grand Park, en el centro de la ciudad, una estatua de Cristóbal Colón, en un acto “de justicia reparadora con los habitantes originales de América”. Un acto que recordaba lo sucedido en 2003 con las de Saddam Hussein tras ser derrocado en Irak.
“La estatua de Cristóbal Colón reescribe un capítulo manchado de la historia e idealiza la expansión de los imperios europeos y la explotación de los recursos naturales y los seres humanos”, afirmó Hilda Solís, supervisora del condado. Quien fue secretaria de Trabajo durante la presidencia de Barack Obama, es una de las impulsoras de la moción para celebrar el Día de los Pueblos Indígenas, que sustituyó al Día de Colón (‘Columbus Day’) por decisión del Concejo municipal, terminando con una actividad que es fiesta nacional en EE. UU. desde 1973. Más de 50 ciudades estadounidenses ha adoptado la medida.
Por su parte, el concejal Mitch O’Farrell, miembro de la tribu de nativos americanos Wyandotte y otro de los promotores de la iniciativa, valoró en su cuenta de Twitter el retiro de la estatua al señalar: “Sus acciones pusieron en marcha el más grande genocidio de la historia. Su imagen no debería ser celebrada en ninguna parte”. Al respecto, Rodrigo Moreno, doctor en Historia de América e investigador del centro de estudios americanos de la Universidad Adolfo Ibáñez, Chile, opina que “tratar de borrar la historia porque no nos gusta es ridículo. En el pasado ocurrieron hechos tanto positivos como negativos, y lo que corresponde es analizarlos con su perspectiva histórica.
Algo similar piensa Olaya Sanfuentes, profesora de la Universidad Católica de Chile y experta en patrimonio: “No creo que negar la historia sea la forma de acabar con el problema. Sin embargo, si se dejan en pie monumentos que resultan incómodos’, su mantenimiento debe ir complementado con la educación de la población”. Y explica: “No podemos pensar que los monumentos son inocuos e inofensivos. La historia tiene un contexto, y los ciudadanos deben formar sus habilidades y competencias para poder enfrentarse a ellos de una manera crítica y reflexiva, considerando su contexto histórico”.