Las atroces masacres de Charles Manson, que Tarantino llevará al cine
Esta foto de archivo tomada el 29 de marzo de 1971 muestra a Charles Manson imberbe y con la cabeza rapada, enfurruñado cuando va a escuchar la sentencia de muerte en la cámara de gas, aprobada por la corte, en Los Ángeles, California.
El caso, que por ese entonces dejó al mundo estupefacto, volvió a sonar esta semana por cuenta del primer póster de ‘Érase una vez en Hollywood’ la nueva película del director Quentin Tarantino. La historia, protagonizada por Brad Pitt y Leonardo DiCaprio, revivirá la época del Hollywood del 69 y los hechos que rodearon el asesinato de la bella Tate, recordada por su papel en ‘El Valle de las Muñecas’
Los protagonistas de la película se moverán en medio del apogeo del Hollywood hippie de 1969 lleno de libertad, contracultura, revolución, alucinógenos y amor libre. Pero en medio de eso, de alguna forma, según se ha adelantado, terminarán chocando con la trágica masacre.
La sevicia de una matanza ‘ritual’
Matanza ritual en EE.UU.”, tituló el EL TIEMPO el 10 de agosto de 1969. La víctimas, relataba la nota, eran “la actriz Sharon Tate, de 26 años; Jay Sebring, peluquero de 26 años; Abigail Folger, heredera de 26 años, Voytek Frykowski y otro hombre no identificado”. Luego se sabría que era Steven Parent, de 18 años.
“La policía declaró que la actriz, que estaba encinta, fue hallada en un piyama estilo bikini en un cuarto de la casa, edificio que valdría unos 200.000 dólares. Alrededor del cuello tenía atada una cuerda de nylon blanco”, unido al cuerpo del estilista Sebring. Tate había recibido 16 puñaladas, cinco de las cuales ya eran de por sí mortales para ella y su bebé. Los asesinos, antes de irse, escribieron con la sangre de la actriz la palabra ‘cerdo’ en la puerta de la vivienda.
El caso dejó estupefacto al mundo. Nadie podía creer la sevicia con la que había sido atacada las actriz que había logrado el éxito tras ser nominada al Globo de Oro por su papel de Jennifer North en ‘El Valle de las muñecas (1967). Era una de las divas del momento. Pero mientras el mundo la lloraba, otra masacre sacudiría los titulares.
“Ola de misteriosos crímenes en EE. UU.”, fue el titular de este medio dos días después, el 12 de agosto. A 20 kilómetros del lugar del crimen de Tate, en una residencia que había pertenecido a Walt Disney, fueron hallados, también brutalmente asesinados, el comerciante Leno LaBianca y su esposa Rosemary.
La escena del crimen era muy similar, tal como lo contó EL TIEMPO: “Ambos habían sido acuchillados varias veces, tenían la cabeza cubierta con capuchones improvisados y en la puerta de la refrigeradora estaba garabateada con sangre la frase “muerte a los cochinos”. El cuerpo de Labianca “tenía grabadas Varias equis así como la palabra guerra.”
El caso, tal como se vio en los medios de entonces, era confuso. Los cables de teléfono de las viviendas habían sido cortados antes de los ataques, lo que mostraba que hubo premeditación. Sin embargo, no había indicios de robo ni relación directa entre las víctimas. Sin pistas, no sospechosos detenidos, las autoridades estaban en una encrucijada.
Pero eso terminó tres meses después, el 26 de octubre 1969, cuando varios miembros de una comuna hippie fueron arrestados por delitos diferentes, como robos de carros, daños en residencias y desórdenes. Parecían una comunidad nómada de drogadictos y desorientados. Pero no era así.
Las confesiones que aclararon el caso
Tras ser arrestados, los ‘hippies’ comenzaron a declarar y a darle a a la Policía detalles de los crímenes de Tate y LaBianca “que sólo podían conocer los asesinos”. Pero la piedra angular de las confesiones fue la de Susan Atkins, quien comenzó a alardear del crimen con sus compañeros de celda. Fue ella quien apuñaló, drogada, a Sharon. Aseguró que lo hizo porque no dejaba de quejarse y de llorar.
Con esa ola de confesiones comienza a desmadejarse la trama. Y no solo eso, se logra también detectar otro crimen: el del profesor de música de 34 años Gary Hinman, quien también había sido apuñalado con sevicia en su residencia a 12 kilómetros de la casa de la actriz.
Charles Watson, Susan Atkins, Patricia Krenwinkel y Linda Kasabian, aparecieron en los diarios de los días siguientes relacionados con una secta que “rendía culto a la muerte”, tal como señaló EL TIEMPO en su edición del 3 de diciembre: “La policía considera que las víctimas fueron asesinadas para ser castigadas por su lujoso estilo de vida”.
Pero también se descubrió que esa ‘comunidad’ era liderada por un hombre de baja estatura, con aspecto aterrador, dos veces exconvicto y con una increíble capacidad de persuación: Charles Milles Manson, quien también estaba en prisión desde octubre.
La ‘familia Manson’
Comenzaría entonces un juicio tan mediático como injusto con las víctimas. Los criminales recibieron en los medios de Estados Unidos tal exposición que hasta hoy, por desgracia, Manson y sus ‘discípulos’ siguen siendo objeto de culto en algunos sectores extremistas.
Durante el proceso, las confesiones de los miembros de esa comunidad hippie, llevaron a la opinión pública a conocer los detalles de la creación de la ‘Familia Manson’, una comunidad de jóvenes formada en 1967 alrededor del sicópata Charles, quien creía ser la reencarnación de Cristo.
La mayoría de los miembros del grupo eran mujeres jóvenes, solas, ingenuas y altamente influenciables. Eso, sumado a la alta cantidad de drogas que consumían, convirtió a la ‘comunidad’, en principio nómada, en una secta fanática que se instaló en una zona conocida como el Valle de la Muerte, en California.
Allí, no se hablaba de libertad o de vida en comunidad sino de ‘apocalipsis’. Manson comenzó a pregonar su ideología de provocar, a través de asesinatos, el estallido de una lucha entre blancos y negros, bautizada como «Helter Skelter» por el título de una canción de los Beatles.
Lo más increíble de todo es que Manson no se ensució las manos. Simplemente se aprovechó de la juventud de sus seguidores para cometer sus crímenes y dar rienda suelta a sus ideas apocalípticas y esotéricas.
“El autoproclamado mesías ‘envió a sus ‘robots’ a dar muerte a tiros y puñaladas a cinco personas en la residencia de la intérprete”, relata EL TIEMPO del 26 de enero de 1971. Un día antes, un jurado había declarado culpables culpables de los asesinatos a Manson y a tres jóvenes: Patricia Krenkiwel, Susan Atkins y Leslie Van Houten,
También fueron condenados Charles Watson, considerado el ‘ejecutor’ de todos los planes sangrientos de Manson; Robert ‘Bobby’ Beausoleil y Bruce Davies. Linda Kasabian, también miembro de la ‘Familia’, fue exonerada gracias a que entregó no solo su testimonio y valiosa evidencia para el juicio.
Los cuatro asistieron al juicio y al veredicto con una svástica grabada en la frente. Pero lo más patético de todo era que no dejaban de sonreír. De hecho, el 29 de marzo de 1971, cuando se conoce que su sentencia será la pena de muerte en la cámara de gas, los condenados son expulsados del tribunal por lanzar gritos y proclamas: “Ustedes no tienen autoridad sobre mí, ustedes ni siquiera son tan buenos como yo. Este no es un tribunal del pueblo”, gritó Manson al conocer el fallo del jurado, según relató EL TIEMPO.
Pero ninguno murió en la cámara de gas. Al año siguiente, California abolió la pena de muerte y las condenas fueron conmutadas por prisión perpetua. Hoy, los miembros de ‘La familia’ que están vivos siguen purgando su sentencia. Se les ha negado en repetidas ocasiones la petición de libertad, tal como lo relata esta nota de EL TIEMPO.
Susan Atkins falleció el 24 de septiembre de 2009 víctima de un cáncer. Dijo su esposo que su última palabra fue ‘amén’. Años antes se había arrepentido de los crímenes que cometió y abrazó el cristianismo.
Por el contrario, Manson, quien murió el 19 de noviembre de 2017 a los 83 años en la cama de un hospital de California, jamás mostró siquiera un rasgo de arrepentimiento.
RAFAEL QUINTERO CERÓN
Laboratorio de Innovación EL TIEMPO
@Thefugazi