Qué hay detrás de los jalones de orejas de Trump a Duque
Hace dos semanas, cuando el presidente Donald Trump acusó al gobierno de Iván Duque de no hacer lo suficiente en la lucha contra las drogas, una gran mayoría de expertos y conocedores en ambos países interpretaron las destempladas declaraciones como una simple salida en falso de un mandatario estadounidense que suele hablar de más.
Esa percepción cambió el miércoles cuando Trump volvió a la carga y esta vez, además de repetir su queja, acusó a Colombia de estar enviando “a sus peores criminales” a Estados Unidos “intencionalmente”.
La combinación de los ataques (drogas y migración ilegal), sumado a la frecuencia y el contexto en que sucedieron, lo que ahora dejan claro es que Trump, al parecer, ha decidido incorporar el nombre de Colombia en ese discurso nacionalista que tan buenos resultados le dio en las elecciones del 2016 y que ahora pretende repetir en la campaña para las elecciones del 2020.Así mismo, que la supuesta alianza estratégica que se supone existe entre Estados Unidos y Colombia se torna irrelevante ante los ojos de este mandatario cuando de por medio están sus objetivos en política interna.
Una prueba de ello es que los comentarios de Trump surgieron en actos de campaña en Texas y Florida, dos estados que son claves para sus aspiraciones electorales y donde el tema de la lucha contra las drogas y la inmigración son de alto impacto.
En otras palabras, Colombia habría entrado en la órbita de países como México y Canadá, que, a pesar de ser aliados esenciales de Estados Unidos, han sido víctimas de la retórica incendiaria que a veces utiliza el mandatario.
Stephen Donehoo, de McClarty Associates, cree que si bien hay un componente electoral y es evidente que Trump está ya en su campaña de reelección, los ataques hay que entenderlos también desde la perspectiva de una mandatario que no siempre es el mejor informado.
“Trump no es un político de carrera y no tiene mucha experiencia, y por eso a veces dice cosas que no están basadas en la realidad. No creo que entienda todo lo que ambos países hacen de manera conjunta y que conozca el detalle de las relaciones bilaterales”, sostiene Donehoo.
Para este analista, en Estados Unidos, a nivel institucional, tienen muy claro que Colombia es quizá el mejor aliado con el que se cuenta en la región y por eso piden no darles mucha importancia a los comentarios de Donald Trump.
“Yo sé que pueden doler. Pero eso no es lo que piensan en el Congreso ni en el Ejecutivo. Nadie cree que es culpa de Duque y se entiende que si los cultivos crecieron fue por la decisión de suspender las fumigaciones y de las Farc cuando incentivaron la siembra durante el proceso de paz”, dice Donehoo, que de paso recomienda adoptar una postura como la del presidente mexicano, Manuel López Obrador, que por lo general ignora este tipo de situaciones y se concentra en seguir trabajando en soluciones para los problemas que comparten.
Las causas, para Trump
Juan Sebastián González, exfuncionario de la Casa Blanca y el Departamento de Estado durante la administración de Barack Obama, lo ve un poco diferente.
Aunque coincide en que existe un componente electoral, González cree que lo de Trump es un insulto para Colombia, pues desconoce el enorme sacrificio que ha hecho el país en la lucha contra las drogas y las contribuciones en diversos frentes colombo- estadounidenses.
“Trump está demostrando que desprecia a los colombianos y que ve a los latinos como invasores de EE. UU. Me parece, además, que pone en riesgo importantes intereses de Estados Unidos como la lucha contra las drogas o Venezuela, porque cuando uno insulta y desecha a su mejor aliado lo que hace es alentar voces dentro de Colombia que quieren buscar nuevas alianzas con otros países”, dice González.
Al margen de esas consideraciones, nadie esconde que en el tema de las drogas existe el potencial para un fuerte roce entre ambos países.
Los cultivos ilícitos vienen creciendo de manera exponencial desde el 2015 y se han más que duplicado en estos tres años. La última cifra de Estados Unidos es que hay más de 209.000 hectáreas sembradas con coca, un récord histórico, y se espera que haya subido aún más cuando se conozca el resultado de las mediciones del 2018 en los próximos meses.
Dado que Duque heredó ese problema del gobierno anterior, se esperaba que Estados Unidos diera un compás de espera mientras sus políticas arrojaban resultados. Además, se creía que la sintonía con Trump en el caso de Venezuela, y lo clave que ha sido Colombia en la campaña internacional contra el régimen de Maduro, lo blindaban frente a posibles críticas.
Algo de eso se vio reflejado en la decisión de certificación en la lucha contra las drogas que adopta el presidente de Estados Unidos en septiembre de cada año. En la del 2017, cuando aún todavía estaba Juan Manuel Santos en el poder, Trump amenazó con descertificar al país por no cumplir con sus compromisos.
Un escenario que contempla la suspensión de toda ayuda y que el país vivió por última vez hace dos décadas. Pero en la del 2018, ya con Duque en la Casa de Nariño, el tono bajó, aunque se mantuvo la preocupación por el aumento de los narcocultivos.
Se pensó, además, que ese espíritu se había consolidado cuando Trump invitó a Duque a una visita oficial a Washington en febrero pasado, en la que le ofreció los honores de gran aliado, hablaron del tema, y Duque se comprometió con el mandatario estadounidense a eliminar el 50 por ciento de los cultivos en los próximos cinco años.
Nadie sabe a ciencia cierta de dónde saca Trump que el ‘negocio’ ha crecido en un 50 por ciento en estos últimos seis meses, y lo más probable es que sea una de sus “exageraciones”, pues jamás en la historia de este tipo de mediciones se ha presentado un salto semejante en tan poco tiempo.
Dura realidad
Pero lo que sí reconocen funcionarios de ambos países es que las hectáreas han seguido creciendo y que existe una gran preocupación en Washington por la ausencia de resultados. Sobre todo frustración, pues no creen que se pueda lograr el objetivo si no se reanudan las fumigaciones aéreas.
Algo que se frenó desde el 2015 luego de un informe de la Organización Mundial de la Salud según el cual el glifosato, químico que se usa para asperjar, podría causar cáncer.
Así mismo, hay malestar por el limbo en el que se encuentran las solicitudes de extradición contra miembros de las Farc que delinquieron luego de la firma de los acuerdos de paz.
Lo más complicado para Colombia es que esta realidad se está mezclando con la ‘epidemia’ que existe en Estados Unidos por el consumo de drogas y que se ha convertido en un eje de las políticas de Trump.
Si bien la ‘epidemia’ está más asociada al consumo de heroína, el aumento que se viene registrando en la utilización de la coca en Estados Unidos (que ha sido documentada en dos informes de la Administración para el Control de Drogas (DEA) sumado a las alzas de la producción de la droga en Colombia, convierten al país en un blanco fácil para Trump.
Y, en ese sentido, se ha vuelto latente la posibilidad de una descertificación en septiembre próximo. Trump, por ejemplo, podría descertificar al país, pero simultáneamente invocar una medida de excepción (waiver) en aras del interés nacional que la ley permite para continuar cooperando con un país a pesar de que este no haya cumplido con sus compromisos antidrogas.
Con esto le demostraría a su base firmeza en la lucha contra las drogas, sin afectar los esfuerzos antinarcóticos, pues la ayuda no sería suspendida.
Pero sería un golpe fuerte para el joven gobierno de Duque, que debilitaría su liderazgo en la región, le causaría problemas en su agenda doméstica y podría lesionar los esfuerzos conjuntos que se hacen en Venezuela, que si bien son importantes para Trump, al parecer no tanto cuando se anteponen a su política interna.
‘Gobierno debe hablarle a Mike Pompeo en Cúcuta’
El otro problema para el presidente Iván Duque es que ya no cuenta con el apoyo del general John Kelly, un gran amigo de Colombia que le hablaba al oído a Donald Trump, pero que salió del gobierno el año pasado. Dicen, por ejemplo, que fueron él y el subsecretario de Estado, William Brownfield (quien fue embajador en Bogotá entre el 2007 y el 2010), los que frenaron la descertificación en el 2017.
Trump no es un político de carrera y no tiene mucha experiencia, y por eso a veces dice cosas que no están basadas en la realidad. No creo que entienda todo lo que ambos países hacen.
Por eso, para Adam Isacson, de Wola (Oficina en Washington para Asuntos Latinoamericanos), resulta clave que el Gobierno colombiano le llegue al secretario de Estado, Mike Pompeo, y al asesor de Seguridad Nacional, John Bolton, que son hoy por hoy los que más influyen en la política exterior de Trump y que podrían hacerle ver que golpear a Colombia, así suene atractivo, lesiona otros objetivos en política exterior.
Y un buen momento para trasmitir ese mensaje llegará precisamente este domingo, cuando Pompeo visite Cúcuta para reafirmar la alianza entre ambos países frente al drama venezolano.
SERGIO GÓMEZ MASERI
Corresponsal de EL TIEMPO
Washington
Twitter @sergom68