La muy riesgosa apuesta de Netanyahu en Israel

El miércoles pasado, cuando expiró a medianoche el plazo del primer ministro Benjamin Netanyahu para formar gobierno, y la Knéset (Parlamento) aprobó 10 minutos más tarde su disolución, los israelíes protagonizaron la crisis política más dramática de su historia reciente. Fue la primera vez en los 71 años de existencia del Estado de Israel que ocurrió algo así. Y no deja de ser sorprendente que ello quede registrado a nombre justamente de Netanyahu, considerado el ‘mago’ todopoderoso de la política israelí.

Pero él no habló en ningún momento de fracaso y derivó las culpas a su exministro de Defensa Avigdor Liberman por no aceptar los acuerdos de coalición. Lo central es que la falla no quedara registrada a su nombre. “Netanyahu no da el brazo a torcer fácilmente, es un luchador”, dice a EL TIEMPO el profesor Gerald Steinberg, catedrático de Ciencias Políticas en la Universidad de Bar-Ilan.

Y su colega Abraham Diskin, profesor emérito de Ciencias Políticas de la Universidad Hebrea de Jerusalén, utiliza una terminología casi idéntica. “Él sigue luchando, no se retira fácilmente de la pelea. Y, para eso, está dispuesto también a lanzarse a una gran apuesta”.

Este es el trasfondo de la decisión del primer ministro días atrás de optar por el escenario de llamado a nuevas elecciones, tan solo unos meses después de las anteriores. Al no lograr formar coalición, la disolución del Parlamento y el llamado a nuevos comicios eran una opción.

La alternativa era notificar al Presidente del Estado que no había conseguido formar gobierno y, por ende, devolvía el mandato
. “Pero estaba claro que Netanyahu no haría eso, ya que habría sido en el momento el fin de su carrera política, mientras que yendo a elecciones, si bien no tiene nada garantizado, es probable que consiga ser él quien forme el próximo gobierno”, explica Diskin a este diario.

Según los primeros sondeos publicados desde la disolución del Parlamento, es más que probable que lo consiga. Pero nunca es algo seguro.

Lo que Netanyahu desmentía antes, quedó expuesto en los contactos para formar coalición

Netanyahu no se iba a arriesgar al escenario alternativo en el que el presidente encomendara la formación del gobierno al jefe de la oposición, Beni Gantz. Y menos que le diera la misión a otro diputado del partido Likud.

Cabe recordar que si no estuviera Netanyahu al frente del Likud, habría gobierno probablemente sin demora, y de amplia mayoría, al menos con base en las declaraciones de la cúpula del partido opositor Kajol Lavan durante la última campaña electoral. El propio Gantz recalcó que el partido Likud es un socio legítimo para el gobierno, pero no con Netanyahu al frente, por las sospechas de corrupción en su contra. Kajol Lavan y el Likud con otra cabeza tendrían 70 de 120 escaños.

Un elemento clave en todo esto es el proceso jurídico contra Netanyahu, que podría avanzar hasta la presentación de acusación por soborno, fraude y abuso de confianza.
A comienzos de octubre, tan solo dos semanas después de las elecciones, Netanyahu tendrá la audiencia especial con el Fiscal, tras la cual este decidirá si va o no a juicio o si quizás cambian los cargos en su contra.

“Lo que Netanyahu desmentía antes, quedó expuesto en los contactos para formar coalición: una serie de iniciativas destinadas a limitar los poderes de la Suprema Corte de Justicia y a promover una nueva ley de inmunidad, que lo salven”, dijo a la prensa Yohanan Plesner, presidente del Instituto Israelí de Democracia. “Pienso que esto puede incidir en las próximas elecciones”.

¿No será, como alegan sus críticos, que para él lo central es salvarse del juicio y seguir siendo primer ministro pase lo que pase? “No hay contradicción en realidad entre ambas cosas”, responde Steinberg.

JANA BERIS 
Para EL TIEMPO 
Jerusalén

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