El escándalo de Donald Trump se regó por varios continentes

Como si se tratara de un virus, el escándalo que sacude al presidente Donald Trump por el posible abuso de poder para obtener información negativa de sus rivales políticos, tocó a múltiples altos funcionarios de su administración y se propagó por otros tres continentes en un abrir y cerrar de ojos.

‘Ucraniagate’, para empezar, ya no es solo sobre una conversación entre Trump y el presidente ese país en la que le pide ayuda para investigar un supuesto caso de corrupción contra el exvicepresidente Joe Biden o la interferencia de Rusia en la campaña del 2016.

Varias nuevas revelaciones indicarían que Trump hizo lo mismo con al menos cuatro países (China, Italia, Reino Unido y Australia). En ese esfuerzo estarían involucrados su secretario de Estado, Mike Pompeo; el vicepresidente Mike Pence; el fiscal general, William Barr, y varios embajadores en Europa.

Mke Pompeo

Mike Pompeo, secretario de Estados de Estados Unidos.

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Reuters

La semana arrancó con la admisión de Pompeo, tras varios días evadiendo la pregunta, de que participó en la polémica llamada entre Trump y el presidente de Ucrania, Vladimir Zelensky. Un desarrollo importante pues convierte a Pompeo en testigo directo en la investigación con fines de destitución que inició la Cámara de Representantes el 25 de septiembre.

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También se elevaron cuestionamientos contra Pompeo por bloquear el testimonio de funcionarios bajo su mando e impedir la entrega de documentos solicitados por las comisiones de la Cámara que adelantan las investigaciones.

En el caso del vicepresidente Pence, Trump le habría pedido cancelar su viaje a la posesión de Zelensky para demostrarle que la buena relación de ambos países dependía de que investigara la supuesta intromisión de Biden para beneficiar a una compañía ucraniana (Burisma) que tenía a su hijo Hunter en la junta directiva.

Además, Trump requería su ayuda para comprobar una teoría entre la extrema derecha republicana según la cual fueron los demócratas, a través de otra empresa ucraniana, los que crearon la historia de que Rusia interfirió en las elecciones del 2016 para favorecerlo.

Hunter Biden

Joe Biden juno a su hijo Hunter Biden.

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Reuters

Según ‘The Washington Post’ y otros medios, Pence también le habría dicho a Zelensky durante una reunión posterior a la llamada, que la entrega de 400 millones de dólares en ayuda militar estaba condicionada a la investigación de “casos de corrupción”.

Varios medios, nacionales e internacionales, revelaron que Trump les pidió a los primeros ministros en Australia, Italia y Reino Unido ayuda en la investigación sobre la trama rusa y el rol de los demócratas en ella. En esas llamadas Trump habría coordinado encuentros entre en esos países.

En otro desarrollo impactante de esta semana, el presidente le pidió a China que investigue a los Biden por supuesto tráfico de influencias. Según Trump, Hunter habría recibido cientos de millones de dólares de una firma inversionista que usó su apellido para recaudar fondos en ese país. Algo que los Biden negaron y de lo que tampoco existe evidencia. Hunter Biden, de hecho, dice que a la fecha no ha recibido el primer pago de esa empresa y que se convirtió en socio en 2017, cuando su padre ya había salido del gobierno.

Quizá lo más delicado de todo fue la publicación de una cadena de mensajes de texto entre el enviado especial de EE. UU. a Ucrania, Kurt Volker; el embajador ante la Unión Europea, Gordon Sondland; el embajador de Washington ante ese país, Bill Taylor; y Andrey Yermak, alto asesor de Zelensky.

En los mensajes queda claro que la Casa Blanca condicionó una reunión entre Trump y Zelensky a que este se comprometiera con ambas investigaciones. De hecho, hasta discuten un comunicado que expediría Zelensky tan pronto se aprobara la fecha de la bilateral en la que anunciaba las pesquisas.

Aunque no se sabe exactamente por qué, los ucranianos finalmente se negaron a incluir esa mención. Pero Volker, que testificó ante el Congreso, dijo haberles recomendado “no meterse” en temas de política en EE. UU. a pesar de que en los mensajes de texto era precisamente eso lo que discutía.

En otro intercambio, Taylor le dice a Sondland que el gobierno de Zelensky desea ser tomado “en serio y no quiere ser un instrumento en políticas de reelección nacionales”.  

Luego, Taylor le pregunta a Sondland si la línea oficial es decir que “¿la asistencia en seguridad y la reunión con la Casa Blanca dependen de las investigaciones?”. Sondland le pide que lo llame. En otro correo, y luego de que Taylor insiste en que le parece “descabellado” condicionar la entrega de fondos a “la ayuda que les puedan brindar para la campaña política”, Sondland le dice que esa no es la intención de Trump y que, por favor, deje de escribir mensajes de textos sobre este tema.

Por supuesto, el Congreso exige que Taylor y Sondland testifiquen bajo juramento. Ellos serán claves para comenzar a desenredar la compleja madeja en la que se ha convertido este oscuro episodio de la política estadounidense.

El eje de la defensa de Trump, y así lo expresó, es que tiene el derecho de pedirles a otros países colaboración para investigar casos de corrupción y que eso incluía a cualquier persona, así fuera rival político.

SERGIO GÓMEZ MASERI 
Corresponsal de EL TIEMPO 
WASHINGTON 
En Twitter: @sergom68

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