La era de los votantes cínicos

Todos sabemos que los políticos son astutos y cínicos, pero ¿podría decirse lo mismo ahora del electorado? Muchos de los que votaron por actual presidente de Estados Unidos, Donald Trump, lo hicieron sabiendo que él es un mentiroso habitual y con vínculos sospechosos con Rusia, de la misma forma que buena parte de los conservadores del Reino Unido que apoyaron a Boris Johnson saben que ha mentido y engañado para llegar al poder. 

Y en Polonia, no es un secreto que el partido gobernante Ley y Justicia (PiS) está acorralando a las instituciones estatales con sus lacayos, haciendo mal uso de los medios de comunicación públicos, recompensando a los compinches y socavando la independencia de los tribunales. No obstante, PiS derrotó a los partidos de oposición de Polonia en las elecciones al Parlamento Europeo en mayo y se impuso en las parlamentarias de octubre con el 43,6 % de los votos.

El hecho de que los polacos, los británicos y los estadounidenses hayan optado por gobiernos moralmente en bancarrota es un síntoma de lo que el filósofo alemán Peter Sloterdijk describió a principios de la década de 1980 como ‘razón cínica’.

Sloterdijk argumentó que, en ausencia de narrativas de progreso ampliamente compartidas, las elites occidentales habían absorbido las lecciones de la Ilustración, pero las habían aplicado al servicio del interés propio, en lugar del bien común. Los problemas sociales, como la esclavitud, la pobreza y la desigualdad, ya no eran atribuibles únicamente a la ignorancia humana. Como lo expresó Slavoj Žižek: el funcionamiento de la ideología actual no es “ellos no lo saben, sino que lo están haciendo”, es “lo saben, pero lo están haciendo de todos modos”.

Ahora todos nos comportamos como egotistas iluminados. Aunque sabemos cómo combatir las desigualdades, todavía están aumentando

En opinión de Sloterdijk, este cinismo comenzó con la élite, pero ahora todos nos comportamos como egotistas iluminados. Aunque sabemos cómo combatir las desigualdades, estas siguen aumentando. Las sociedades ricas parecen poco ‘tocadas’ por las guerras, las crisis de refugiados y otros problemas globales. Mientras que el autoritarismo pareciera tratar la pobreza de manera más eficiente que la democracia.

Las grandes ideas que prometen un cambio social significativo, ya sea la socialdemocracia o la democracia cristiana, solo están encontrando resonancia entre las generaciones mayores.

Los votantes a los que no les importa que los populistas como Trump o el primer ministro húngaro Viktor Orbán cambien sus posiciones de un día para otro no son admiradores ciegos del poder. Son simplemente defensores de sus propios intereses particulares. Si reducir las emisiones de gases de efecto invernadero significa cerrar las minas de carbón y las centrales eléctricas de carbón, los interesados en el sector del carbón no apoyarán las políticas climáticas, al igual que a los que viven en las zonas más ricas y pueden pagar tecnologías limpias, o simplemente les preocupa el aire que respiran sus hijos, les tiene sin cuidado que los mineros del carbón sean despedidos.

Nuevo eje post-ideológico

En Europa, la división emergente entre verdes y populistas parece reflejar un nuevo eje post-ideológico. Y en ambos lados, los votantes ahora se comportan como agentes políticos, destacando ciertos temas mientras que evitan deliberadamente otros.

Han internalizado la línea del discurso de su partido o movimiento (a menudo un mosaico de antiguas políticas de izquierda y derecha), que luego repiten en grupos focales, en las redes sociales y alrededor de la mesa. Los partidos políticos ya no representan a los votantes; más bien, los votantes representan partidos, y a veces incluso antes de que surjan, como lo demostraron las protestas de los chalecos amarillos en Francia.

La presidencia de Trump, el Brexit en el Reino Unido y el ascenso del PiS y de Orbán sugieren una pérdida generalizada de la fe en el progreso. La visión de progreso en Europa del Este fue durante mucho tiempo sinónimo de transición del comunismo al capitalismo, pero tres décadas de apretarse el cinturón y esperar un futuro mejor han cobrado un alto precio en la confianza de la gente en la democracia liberal. Y en este contexto, el populismo atrae a los votantes con su promesa de una especie de revolución copernicana, que revierte el ajuste del cinturón y las suposiciones del pasado.

Poco después de la victoria de PiS en las elecciones al Parlamento Europeo, en las que obtuvo el 45,5 % de los votos, el servicio de noticias en línea Oko.press le preguntó a los polacos: “¿El gobierno actual de PiS persigue sus propios intereses como partido más que los partidos, movimientos y coaliciones que lo antecedieron en el poder o no?”. El 68 % de los encuestados respondió que sí. E incluso, entre los votantes de PiS, el 38 % reconoció que el aparato estatal está más politizado ahora que bajo el gobierno anterior.

Cuando se les preguntó si con el gobierno actual de PiS hay más funcionarios preocupados por su beneficio económico personal que en otras administraciones, el 58 % consideró que en este sentido el gobierno anterior fue más honesto.

No obstante, en los grupos focales con los votantes polacos, uno escucha constantemente cosas como: “Sé que PiS no es particularmente honesto, pero cuidan de la gente; roban, pero al menos comparten”. En otras palabras, estos votantes apoyan a PiS a pesar de sus muy obvios defectos, porque no creen que puedan darse el lujo de expulsar a un partido que ha estado canalizando efectivo y otras transferencias sociales a su manera.

La teoría prospectiva o teoría de las perspectivas, desarrollada en 1979 por los psicólogos Daniel Kahneman (Premio Nobel de Economía en el año 2002) y Amos Tversky (fallecido en 1996), predice que las personas se volverán menos reacias al riesgo si se les presentan solo opciones malas. Nuestro cálculo depende no solo de lo que podemos ganar o perder en términos absolutos, sino de nuestra situación y expectativas actuales. Y esta teoría demostró que cuando la gente siente que tiene altas posibilidades de perder algo, más dispuesta está a arriesgarse para no perderlo.

Tales heurísticas muestran cómo los votantes pueden vincularse a políticos como Trump o el líder de PiS, Jaroslaw Kaczynski. Los votantes polacos, británicos y estadounidenses han tomado decisiones políticas que saben que son arriesgadas porque sienten que no tienen nada que perder, y sus opciones son entre “malas” y “peores”. Están en un contexto, en una situación, en la que defender ideales elevados como la democracia liberal, la Constitución o la libertad de prensa se percibe como un lujo inasequible. Y no están dispuestos a sacrificar beneficios materiales concretos y de corto plazo por principios abstractos, por muy superiores que parezcan.

¿Y quién puede culparlos? Las multinacionales occidentales que hacen negocios en Rusia, China y otros lugares han estado sacrificando durante muchos años los ideales liberales en nombre del beneficio.

SLAWOMIR SIERAKOWSKI
Project Syndicate – VARSOVIA
Slawomir Sierakowski es Director del Instituto de Estudios Avanzados en Varsovia.

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