Reino Unido, listo a cortar un lazo de 47 años con la Unión Europea

El 31 de enero a las 11 de la noche el Reino Unido saldrá de la Unión Europea, el principal bloque económico del mundo, 47 años después de haber ingresado, aunque con algunos importantes reparos, que lo hicieron ser un socio extraño a la vista de los demás miembros, 27 en la actualidad.

La principal condición que Londres puso para ingresar a la entonces Comunidad Económica Europea fue la de no comprometer la fortaleza monetaria de la libra esterlina a la integración de una futura moneda común (euro), cosa que se mantuvo. Igualmente, Londres no participó del acuerdo Schengen sobre la eliminación del control de visas en las fronteras comunes para ciudadanos de terceros países.

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Mucho tiempo después, en 2012, durante la cumbre de la UE, el Reino Unido se negó a firmar el llamado Pacto Presupuestario que había sido iniciativa de Alemania y Francia, y que establecía fuertes normas de disciplina financiera.

Ahora, más de tres años y medio después de un referendo en el que el 51 por ciento de quienes votaron decidieron que era mejor salirse del bloque (brexit, por Britain Exit), la fortaleza de la libra ha venido disminuyendo frente al dólar y el euro.

Entre los principales argumentos de quienes impulsaron la campaña para no seguir en el grupo comunitario (entre ellos el primer ministro Boris Johnson) fueron que el Reino Unido le estaba dando el equivalente a 470 millones de dólares a la semana la Unión Europea y no recibía nada en contraprestación y en cambio esos recursos se le podrían dar al sistema de salud británico.

Lo que no decían y ocultaban era que los beneficios para el Reino Unido no pueden cuantificarse solamente en dinero, pues aquellos están representados en facilidades comerciales, arancelarias, financieras, de movilidad, de residencia, así como de un conjunto de garantías –incluso en dinero para algunos sectores- que todavía disfrutarán los británicos por un corto tiempo, y que suman más de lo que le entregan al bloque.

Boris Johnson

El líder conservador y primer ministro británico, Boris Johnson, artífice de la salida de la Unión Europea.

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Facundo Arrizabalaga / EFE

Muchos pensaron que la campaña por el brexit abogaba para que esos recursos se aplicaran a la salud, pero ahora el gobierno conservador lo ha negado.

Otros argumentos de los que pedían la salida de la UE fueron que ahora Londres podría manejar con mayor independencia sus fronteras, que podría dictarse sus propias reglas y no las que se definen desde Bruselas y que además la economía crecería más al poder firmar acuerdos comerciales con los países y bloques que quieran.

Desde el triunfo del brexit en las urnas se estableció un cronograma para que la salida fuera ordenada y lo menos traumática posible, especialmente para los ciudadanos británicos y los europeos que viven y trabajan en el Reino Unido sin ninguna restricción de permisos o visas. Esto bajo el entendido de que si se daba una salida desordenada o sin acuerdos, la gente en teoría podría tener problemas migratorios o escasearía la comida y las medicinas que llegan libremente desde la UE, al romperse la normatividad y por ende, que el Reino Unido comenzara a ser tratado como un tercer país al que se aplican aranceles e impuestos.

La esencia de la UE

Así, desde el comienzo del proceso se habló de brexit duro o sin acuerdos y de brexit suave o con acuerdos, opción que Londres y Bruselas buscan y parecen finalmente haber encontrado luego del incumplimiento del cronograma y de tres aplazamientos para la salida.

Ursula Von der Leyen

La alemana Ursula von der Leyen, presidenta de la Comisión Europea, el máximo organismo de la UE.

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Patrick Seeger. Efe

Dentro de la estructura de la UE hay cuatro pilares o llamadas “libertades básicas que consisten en la libre circulación de bienes, servicios, capitales y de personas en todo el bloque de los hasta ahora 28 países y que a falta de acuerdos entre las dos partes podrían generar serios problemas, especialmente para el reino Unido”, como se lo dijo a EL TIEMPO Federico Steinberg, investigador principal del Real Instituto Elcano de España y profesor del Departamento de Análisis Económico de la Universidad Autónoma de Madrid.

Por eso, a finales del 2019 se definió un periodo de transición que comienza el 31 de enero a las 11 de la noche y va hasta finales de año, que busca asegurar una ruptura suave estableciendo las condiciones del divorcio.

Durante esa etapa, el Reino Unido seguirá aplicando las reglas europeas y la Comisión Europea presentará un mandato de negociación a los 27 países del bloque que deberán aprobarlo en una reunión el 25 de febrero. La negociación podrá comenzar oficialmente entonces.

Luego, el primero de julio será la primera fecha clave pues las dos partes deberán decidir para entonces si prolongan la transición y por tanto la negociación uno o dos años. Así, Londres y Bruselas dispondrían solo de ocho meses -de marzo a octubre- para alcanzar el acuerdo.

Para la UE es vital lograr en 2020 acuerdos sobre la pesca, la seguridad interior y exterior y sobre todo el comercio de bienes. El resto se negociará más tarde. En materia comercial, Londres sólo ambiciona un simple acuerdo de libre comercio.
Y aunque las partes buscan acuerdos que no afecten a la población, de todas maneras hay la posibilidad de un brexit duro, en el que en el corto y mediano plazo habrían fuertes choques para los habitantes del Reino Unido.

El tema irlandés

Una de las cuestiones más inquietantes de un brexit sin acuerdo tiene que ver con el posible levantamiento de una frontera física entre la provincia británica de Irlanda del Norte (uno de los cuatro países que conforma el Reino Unido) e Irlanda, país perteneciente a la Unión Europea.

Libra esterlina

La posibilidad de que el Reino Unido salga sin acuerdo de la Unión Europea ha sacudido las bolsas de valores. Expertos aseguran que la libra esterlina se seguirá devaluando.

Justamente la ausencia de barreras físicas fue una de las bases del acuerdo de paz que puso fin a décadas de violencia independentista el viernes santo de 1998, por lo que una falta de acuerdo podría volver a generar tensión.

En un escenario de brexit duro los británicos serán más libres y soberanos pero sus empresas y profesionales no tendrían las facilidades de acceso actuales a los consumidores europeos en vista de falta de tratados comerciales.

Esto adicionalmente podría tener efectos en una desaceleración del crecimiento económico, como se ha podido ver en los últimos meses.

Igualmente el brexit puede tener un efecto paralizante en el mercado inmobiliario británico, especialmente en Londres, una ciudad conocida por sus precios estratosféricos pues ya no habría tanto apetito de algunos sectores como el financiero en hacer sus operaciones desde la City, centro bancario de Europa.

Y en un escenario duro, e incluso radical, en el que se presente una ruptura política entre Londres y Bruselas, algunos han llegado a mencionar duras restricciones de movilidad, permisos de trabajo e incluso de residencia.

Sin embargo, para Steimberg, “un brexit sin acuerdo no va a ocurrir, nadie lo quiere y hay compromiso por evitarlo”.

Holman Rodríguez Martínez
Redacción Internacional
EL TIEMPO

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