La historia oculta de Cixí, la poderosa emperatriz china del siglo XIX
Durante muchos años, Cixí, la última mujer que estuvo al frente de China, quedó retratada en la historia como una tirana despiadada y malévola.
Un personaje que, tras un drástico ascenso de concubina a emperatriz regente, conspiró y ordenó asesinatos (incluido el de su propio hijo adoptivo) para mantenerse en el trono durante casi cinco décadas.
Sin embargo, Cixí también desempeñó un papel importante en la modernización que el gigante asiático sufrió a principios del siglo XX, pero tuvieron que pasar décadas para que su legado empezara a ser resaltado.
El primer paso para que esto sucediera lo dio otra mujer, la historiadora sinoestadounidense Sue Fawn Chung, quien fue la primera académica en revisar la imagen de la llamada emperatriz viuda.
«Fue descrita como una gobernante malvada, autoritaria, supuestamente asesinó a su hijo, asesinó a su sobrino. Era sanguinaria y acabó con el dominio manchú de China», dijo Chung en una entrevista con el programa de radio de la BBC Witness History.
Pero lo poco que se sabía de Cixí provenía de los rumores y chismes que recorrían la Ciudad Prohibida, el complejo de palacios en Pekín donde residían los emperadores. Chung, siendo estudiante de doctorado en la Universidad de California, decidió realizar un estudio forense de los documentos originales que cambiaría la visión que se tenía de Cixí.
De concubina a emperatriz
Cixí nació en 1835 en una familia manchú, la etnia originaria de Manchuria que, pese a ser minoría, estuvo al mando de China durante casi tres siglos a través de la dinastía Qing.
Los manchúes tenían una cultura distinta a la de los han, el grupo étnico mayoritario en China. Por ejemplo, no practicaban el vendado de pies, una tradición a la que muchas niñas han fueron sometidas para evitar que sus pies crecieran. El resultado eran «pies de loto» completamente deformados.
«Los manchúes les permitían a las mujeres ocupar posiciones fuertes en sus tribus. Los chinos (han) siempre sintieron que una mujer debía ser obediente a su padre durante su juventud, a su marido durante el matrimonio y a su hijo en caso de convertirse en viuda», asegura Chung.
«Este fue el mundo al que entró Cixí».
A los 16 años, Cixí, cuyo padre trabajaba para el gobierno, fue elegida concubina del emperador Xianfeng, cuatro años mayor que ella.
Si bien se la clasificó como concubina de bajo rango, su suerte cambió cuando se convirtió en la única pareja del emperador madre de un varón y, por tanto, madre también del futuro heredero al trono.
Pronto, se volvió una de las favoritas de Xianfeng, que escuchaba sus consejos.
«En particular, el emperador con quien se casó era débil. Le gustaba Cixí y le parecía que era inteligente, así que le permitió sentarse en los debates que había en la corte donde se hablaba de cómo controlar China en ese periodo de gran cambio», explicó Chung.
«Y, sobre todo, (se hablaba) de qué hacer respecto a los occidentales que estaban entrando al país para intentar vender opio a la gente. Él les tenía miedo y ella adoptó una postura más decisiva y dijo: ‘Tenemos que hacer algo al respecto’. Así que, mientras se está desarrollando este gran debate en la corte, de repente, él muere y su hijo, que aún es menor de edad, pasa a ser el nuevo emperador».
Xianfeng falleció en 1931, con apenas 30 años. Su sucesor, el hijo que tenía con Cixí, Tongzhi, era un niño de solo 5 años.
El emperador había designado a un equipo de ocho hombres para que ejerciera de consejo regente hasta que Tongzhi alcanzara la mayoría de edad. Pero Cixí, en alianza con Ci’an, la principal esposa de Xianfeng, consiguieron desbancar a los regentes, incluso forzando la muerte de algunos de ellos.
Detrás de los «biombos»
Cixí y Ci’an se convirtieron en las regentes de Tongzhi y, la primera en concreto pasó a ser la mujer que escuchaba detrás del biombo. El protocolo de la corte dictaba que los ministros no debían verla, así que un biombo los separaba durante las reuniones.
«Estos regentes iban a continuar con las políticas de su esposo y del emperador anterior de mantener las puertas de China cerradas… Eso era desastroso», le dijo a la BBC en 2013 Jung Chang, la autora de la biografía»Cixí, la emperatriz: la concubina que creó la China moderna».
«En aquella época, había una segregación estricta entre hombres y mujeres en China, así que ella no podía conocer a sus funcionarios, que eran todos hombres. Así que tenía que sentarse detrás de una mampara de seda», explicó Chang.
Cixí se convirtió en la gobernante de facto en momentos en los que China se debatía entre mantener su forma de vida tradicional, aislada del resto del mundo, o ceder ante la presión de Occidente, que quería ver abiertas las puertas de ese gran mercado potencial.
Cuando Tongzhi alcanzó la mayoría de edad en 1873, su madre dejó el poder de manera oficial. Pero el joven emperador no duraría mucho en el trono, ya que solo dos años después moriría, según la versión oficial, por un ataque de viruela; según otras teorías, por sífilis adquirida en los burdeles de Pekín; y según los detractores de su madre, envenenado por ella. Nunca hubo pruebas que respaldaran tal acusación.
Como Tongzhi no había elegido heredero, Cixí lo hizo por él: escogió a su sobrino, Guangxu, hijo de su hermana y del hermano de Xianfeng, y lo adoptó.
Guangxu apenas tenía tres años así que, una vez más, Cixí y Ci’an volvieron a ejercer de regentes.
La modernización de China
«Todos los funcionarios hacían una reverencia ante el trono, que era una silla vacía o (a veces) su sobrino se sentaba ahí y ella estaba detrás del biombo escuchando lo que sucedía; ella tomaba las decisiones y todos lo sabían», le dijo Chung a Witness History.
A los pocos años, Cixí se quedó sola en la regencia, tras la muerte repentina de Ci’an en 1881.
La modernización del país continuó con la introducción de la electricidad y el comienzo de la minería de carbón.
«La modernización comenzó en 1861, cuando ella llegó al poder», afirmó Chang al programa de televisión de la BBC Meet the Author. «Algunos de sus logros eran conocidos, pero siempre eran atribuidos a los hombres que la rodeaban».
Durante su mandato, la economía creció y hubo esfuerzos para mejorar la educación de las niñas y prohibir el vendado de pies.
Aunque también hubo errores, como la guerra franco-china que la Emperatriz Viuda inició para frenar el colonialismo francés en el norte de Vietnam. Al final, China tuvo que ceder ante las ambiciones francesas.
En 1889, Guangxu cumplió la mayoría de edad y asumió el poder.
Su reinado no fue muy exitoso, con una desastrosa derrota ante Japón en la primera guerra sino-japonesa y un intento fallido de cambiar China de pies a cabeza: la Reforma de los 100 días.
A esta última le puso fin Cixí, quien a través de otro golpe de Estado retomó el poder, puso a su hijo adoptivo bajo arresto durante el resto de su vida e inició una persecución contra los intelectuales que la habían ideado, seis de los cuales acabaron decapitados.
Errores
Otro error que se le reprocha a Cixí es el de haber apoyado a los bóxers, un movimiento contrario a la influencia de Occidente en el país.
«Ella no apoyó a los bóxers durante mucho tiempo hasta que las potencias occidentales le dieron un ultimátum y le pidieron que declarara ilegal esta organización, que era xenofóbica», explicó Chang.
«Ella no podía ni quería ser vista como alguien que simplemente hacía lo que le decían las potencias occidentales, así que se enfrentaba a una posible invasión. Llegados a este punto, ella pensó bajo engaños que podría usar a los bóxers para luchar contra invasores».
El resultado fue el Levantamiento de los bóxers, un episodio histórico en el que fueron asesinados cientos de extranjeros y miles de chinos cristianos. China, vencida por una coalición extranjera, tuvo que pagar cuantiosas reparaciones.
Cixí, sin embargo, logró mantenerse en el poder tras publicar un inédito decreto de remordimiento, en el que asumía la culpa del desastre.
En los años siguientes, la emperatriz instauró la libertad de prensa e intentó convertir a China en una monarquía constitucional.
Aunque sus acciones polémicas se dieron hasta casi el final de su vida. Un día antes de morir, en 1908, mandó envenenar a Guangxu para evitar que volviera al poder tras su fallecimiento.
«Ella sabía que si hubiera muerto y él hubiera seguido vivo, China hubiera caído en manos de Japón y el motivo es que los japoneses habían intentado convertir a su hijo adoptivo en un títere. Habían intentado secuestrarlo», aseguró Chang.
La autora de la biografía más reciente de Cixí atribuye más a motivos políticos que a sus decisiones la mala fama de la Emperatriz Viuda.
«Tres años después de que ella muriera, China se convirtió en una república. Las fuerzas políticas subsecuentes que tomaron el poder en China, primero los nacionalistas y luego los comunistas, querían decir que habían rescatado a China de ella, que ella había hecho del país un desastre, que era una déspota, que mantuvo a China en la miseria medieval y que habían sido ellos quienes habían comenzado la modernización y abierto las puertas de China».
«No es cierto. Comparado con el régimen comunista, Mao causó la muerte de más de 70 millones de chinos en tiempos de paz; comparado con eso, el mandato de ella fue increíblemente benigno».
Cixí murió sin haber formado a nadie para que le sucediera y nombrando heredero, una vez más, a un niño: su sobrino nieto de dos años.
Con él, acabó la dinastía Qing apenas tres años después.
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