‘No podemos cometer el error de actuar de manera aislada’

El pasado otoño, dieciséis líderes de gobiernos, empresas y organizaciones internacionales se reunieron en Nueva York con el fin de llevar a cabo una respuesta simulada a una hipotética emergencia sanitaria mundial.

En dicha simulación, examinamos los desafíos que podían plantearse en un escenario de ese tipo, cada vez más probable dado que cada año se producen en torno de 200 epidemias en todo el mundo.

En aquel momento no podíamos saber que el ejercicio se haría realidad solo unos meses después, pero la conclusión era preocupante: si el peligro se materializaba, la comunidad mundial no estaba preparada para ello.

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Meses después se detectaron los primeros casos del covid-19 en China. A finales de enero había ya más de 500 personas infectadas y Wuhan, origen del brote, quedó en cuarentena. En la actualidad, el virus covid-19 se ha propagado por numerosos países de todo el mundo, afectando a más de 124.000 personas y causando 4.566 muertos.

La Ocde prevé asimismo un perjuicio económico significativo como consecuencia del virus: el crecimiento económico mundial podría ralentizarse un 1,5 %, lo que supondría una recesión técnica.

Era imposible predecir específicamente este brote. Sin embargo, sí cabía prever que se produjera una situación similar, y si durante el ejercicio que llevamos a cabo en Nueva York nos hubieran preguntado: “¿Estamos preparados para una emergencia sanitaria mundial?”, habríamos respondido que no.

La buena noticia es que aún no es demasiado tarde para aplicar las lecciones que aprendimos en otoño. ¿Qué podemos hacer para movilizar una respuesta más eficaz a nivel mundial?

La simulación y nuestro trabajo previo habían demostrado la necesidad de intensificar notablemente los esfuerzos en el ámbito de la cooperación entre los sectores público y privado para hacer frente a una amenaza así. La buena noticia es que aún no es demasiado tarde para aplicar las lecciones que aprendimos en otoño. ¿Qué podemos hacer para movilizar una respuesta más eficaz a nivel mundial?

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En primer lugar, hemos de mirar más allá de la repercusión sanitaria inmediata del virus covid-19 y tratar de diseñar una respuesta sistémica. Nuestra investigación y nuestro análisis pusieron de manifiesto que las amenazas sanitarias mundiales plantean un riesgo significativo a escala internacional y que los costos de las epidemias son cada vez mayores. No hay nada más importante que proteger y salvar vidas. Sin embargo, también debemos tener en consideración las consecuencias económicas y sociales de los brotes.

Las consecuencias socioeconómicas

El covid-19 ha vuelto a demostrar que estas epidemias pueden afectar las cadenas de suministro, las industrias, las empresas, los sistemas de desplazamiento, la población trabajadora, etc. El impacto económico del virus se ha dejado sentir en todo el mundo y sus consecuencias socioeconómicas globales se siguen manifestando.

Contamos con sistemas priorizados para responder a las amenazas sanitarias, pero no hemos reflexionado lo suficiente acerca de cómo gestionar sus efectos sobre los medios de vida de la población. Ha llegado el momento de que esto cambie.

Piénsese en cómo han evolucionado los servicios de extinción de incendios a lo largo del tiempo. Hace 200 años, en el Reino Unido, dichos servicios se centraban únicamente en responder a los incendios ellos solos, hasta que un buen día alguien dijo que no bastaba con apagar el fuego; había que hacerlo de un modo que ayudara a las personas más afectadas y redujera el impacto del incendio en la comunidad. En la situación actual ocurre algo parecido: debemos responder a las amenazas sanitarias mundiales de manera sistemática, abordando las repercusiones económicas y sociales que provocan.

Acceso a la información

En segundo lugar, debemos actuar basándonos en los hechos, no en el miedo. La simulación también puso de relieve la importancia de centrarnos en los hechos y de capacitar a las personas para tomar decisiones sobre una base empírica.

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La comunidad mundial ya sabe que la infodemia, como se ha venido a llamar a la avalancha de rumores sobre epidemias, se propaga más rápidamente incluso que los propios virus. Sin embargo, no hemos hecho lo suficiente por cultivar un entorno en el que los líderes empresariales, los ministros de salud, los políticos o el público en general puedan conocer la verdad y actuar basándose en ella.

En estos momentos se impone el miedo, y las falsas noticias se difunden a mayor velocidad que la información que publican la OMS y otras autoridades. Muchas personas continúan tomando las decisiones desde la aversión al riesgo y, a menudo, carecen de fundamento, como, por ejemplo, la acumulación de mascarillas respiratorias, el cierre de fronteras o la estigmatización racial de la población asiática. Todo ello conduce a una carrera hacia el abismo. En lugar de ello, debemos facilitar que las personas puedan acceder a información fiable y sentir confianza a la hora de tomar decisiones acerca de sus propias organizaciones y sobre sí mismas.

La Organización Mundial de la Salud ha marcado el tono con sus conferencias de prensa diarias y con la información que publica para ciudadanos, empresas y gobiernos en su sitio web accesible. Esta semana ha abierto incluso un canal en TikTok. Algunos medios siguen su ejemplo, como el Dagens Nyheter en Suecia, The Local en Europa y The Seattle Times en los Estados Unidos, permitiendo que cualquier persona pueda acceder a sus reportajes, los cuales están basados en investigaciones sólidas, no en los rumores que circulan por internet. Se trata de una respuesta digna de elogio que sería recomendable replicar en otros lugares.

Sector privado, pieza clave

En tercer lugar, debemos involucrar a los responsables de la toma de decisiones del sector privado. Los gobiernos dirigen sus comunicaciones fundamentalmente al público. No obstante, el sector privado –y su liderazgo– también representa una pieza clave en este rompecabezas. Puede ayudar a compartir información, ya que en muchas economías más de la mitad de la población ocupada trabaja en este sector.

Pero, además, puede contribuir a mitigar las consecuencias económicas del virus si recibe una información adecuada y constantemente actualizada por parte de las autoridades sanitarias y públicas.

Las empresas saben que no pueden permitirse agachar la cabeza y confiar en salir adelante por sí mismas. Sin embargo, pese a su enorme importancia, han sido dejadas de lado en anteriores respuestas a otras crisis. Por ejemplo, el esfuerzo dirigido a garantizar que todos los profesionales sanitarios del mundo dispongan de suministros suficientes requiere un enfoque coordinado. Lo anterior también es válido en lo que respecta a las políticas aplicables en los centros de trabajo y a los desplazamientos. Sin confianza, intercambio de información y el compromiso de los responsables de la toma de decisiones no será posible superar estos desafíos.

Debemos unir fuerzas

El Foro Económico Mundial está cumpliendo con la parte que le corresponde. En respuesta al covid-19, insta a la cooperación entre los directores generales, la Organización Mundial de la Salud y otros expertos destacados. El objetivo es garantizar que las empresas cuenten con un acceso ininterrumpido a información y análisis fiables para tomar decisiones, y que los activos y capacidades del sector privado se movilicen para apoyar una respuesta global.

Por último, todos debemos unir fuerzas para hacer frente a esta amenaza. Estos días está de moda preguntarse por la importancia de las instituciones internacionales, o de unos sistemas públicos de respuesta sólidos. Este virus ha dejado claro que, ante una emergencia sanitaria mundial, todos nosotros –ya representemos a una empresa, una economía o un sistema sanitario– somos tan fuertes como el eslabón más débil que nos une. El covid-19 constituye una prueba real con la cual ver si somos capaces de unirnos para mitigar el riesgo y la crisis en este nuevo entorno.

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Mucha gente tiende a pensar que los brotes se producen en otros lugares y que corresponde a otras personas cercarlos allí. No es el caso. El covid-19 es un problema que afecta al mundo entero y constituye la amenaza más grave para la seguridad sanitaria mundial en varias décadas. Si no unimos nuestros esfuerzos para asegurar la protección de todo el planeta, no nos estaremos protegiendo nosotros mismos. Juntos, formando una comunidad internacional adecuadamente informada y preparada, tenemos la oportunidad de conseguirlo.

No podemos cometer el error de actuar de manera aislada. Pero si lo hacemos juntos, podremos mitigar el impacto de esta crisis sobre la salud y sobre la vida económica y social; además, mejoraremos nuestra capacidad para adaptarnos y responder a futuros riesgos.

BORGE BRENDE Y RYAN MORHARD*Borge Brende es el presidente del Foro Económico Mundial (FEM). Ryan Morhard dirige las actividades del Foro en el ámbito de la Seguridad Sanitaria Mundial.

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