Usan neurociencia para evitar una guerra nuclear
La guerra nuclear ha vuelto a ser tema de conversación, pesando en la mente de la gente más de lo que lo ha hecho en una generación.
Desde la invasión rusa de Ucrania, los funcionarios de Moscú han lanzado amenazas nucleares. Rusia también suspendió su participación en un tratado de control de armas nucleares con Estados Unidos. Corea del Norte ha lanzado misiles demostrativos.
Estados Unidos, que está modernizando sus armas nucleares, derribó un globo de vigilancia procedente de China, que está aumentando su arsenal atómico.
“La amenaza del uso nuclear hoy, creo, es más alta que como nunca lo fue en la era nuclear”, dijo Joan Rohlfing, presidenta de Nuclear Threat Initiative, un grupo sin fines de lucro en Washington.
En este entorno, una crisis convencional corre un riesgo significativo de volverse nuclear. Sólo hace falta que un líder mundial decida lanzar un ataque. Y ese proceso de toma de decisión debe entenderse mejor.
Históricamente, los estudios sobre la toma de decisión nuclear surgieron de la teoría económica, en la que los analistas a menudo han asumido irracionalmente que un “actor racional” está tomando decisiones.
“Todos sabemos que los humanos cometemos errores”, dijo Rohlfing. “No siempre tenemos buen criterio. Nos comportamos de manera diferente bajo estrés. ¿Por qué creemos que va a ser diferente con la energía nuclear?”.
Pero la creciente comprensión científica del cerebro no se ha traducido en ajustes a los protocolos de lanzamiento nuclear.
Ahora hay un impulso para cambiar eso. Por ejemplo, la organización dirigida por Rohlfing está trabajando en un proyecto para aplicar conocimientos de la ciencia cognitiva y la neurociencia a la estrategia y los protocolos nucleares —para que los líderes no tropiecen y caigan en el Armagedón atómico.
Pero del dicho al hecho de encontrar ideas verdaderamente innovadoras y científicamente respaldadas para prevenir un ataque nuclear accidental o innecesario hay mucho trecho. Los expertos también deben persuadir a los formuladores de políticas para que apliquen los conocimientos basados en la investigación a la práctica nuclear del mundo real.
Las potencias nucleares del mundo tienen diferentes protocolos para tomar la decisión de utilizar armas nucleares. En Estados Unidos, la decisión recae en una sola persona: el Presidente.
Antes de su victoria electoral en el 2016, expertos y opositores políticos comenzaron a expresar preocupaciones sobre otorgar a Donald J. Trump el poder de ordenar un ataque nuclear. Cuando dejó el cargo en el 2021, Nancy Pelosi, la presidenta de la Cámara de Representantes de Estados Unidos, pidió al presidente del Estado Mayor Conjunto que limitara la capacidad de Trump para lanzar armas nucleares.
En el 2018, Deborah G. Rosenblum, vicepresidenta ejecutiva del Nuclear Threat Initiative, invitó a Moran Cerf, un neurocientífico que actualmente es profesor en la Escuela de Negocios Columbia de Nueva York, a dar una conferencia titulada “Tu Cerebro Bajo el Influjo de Riesgo Catastrófico”. Cerf compartió con los expertos e investigadores lo que la ciencia del cerebro tenía que decir sobre temas tan preocupantes como la guerra nuclear. La visita precedió a una colaboración entre Cerf y una organización llamada PopTech.
Los grupos están trabajando para proporcionar al Gobierno de Estados Unidos sugerencias con base científica para mejorar los protocolos de lanzamiento nuclear. Cambiar esas políticas no es imposible, pero requeriría el escenario político adecuado.
Cerf también ha estado entrevistando a influyentes expertos en seguridad como Leon E. Panetta, ex Secretario de Defensa de Estados Unidos y director de la CIA, y Michael S. Rogers, ex director de la Agencia de Seguridad Nacional. Estas entrevistas formarán parte de una serie documental, “Mutually Assured Destruction” (Destrucción Mutuamente Asegurada).
Con este proyecto, Cerf y sus colegas podrían tener un conducto para compartir sus hallazgos y propuestas con destacados funcionarios gubernamentales.
Cerf dijo que su principal crítica al sistema para iniciar una guerra nuclear es que, a pesar de los avances en nuestra comprensión del cerebro, el status quo supone a actores en gran medida racionales. En realidad, afirmó, el destino de millones de personas depende de la psicología individual.
Una de sus sugerencias es escanear los cerebros de los presidentes y lograr un entendimiento de los detalles neurológicos de su toma de decisiones. Quizás un líder funcione mejor por la mañana, otro por la tarde; uno está mejor hambriento, el otro más saciado.
Cerf dijo que un factor importante es el orden de expresión durante una reunión de toma de decisiones. Si el Presidente comienza con una opinión, es menos probable que otros la contradigan.
Cerf también ha propuesto disminuir la presión de tiempo que conlleva una decisión nuclear. La percepción de una cuenta regresiva para responder a un ataque se originó antes de que Estados Unidos desarrollara un arsenal nuclear más robusto que pudiera sobrevivir a un primer ataque. Idealmente, dijo, si Estados Unidos recibiera información que indicara un lanzamiento, el Presidente podría evaluarla y tomar una decisión fuera del foco directo de la inmediatez.
Sin embargo, la principal recomendación de Cerf refleja las propuestas de otros: exigir que otra persona (o personas) aprueben un ataque nuclear. Alex Wellerstein, profesor del Instituto Tecnológico Stevens de Nueva Jersey y director de un proyecto de investigación titulado “El Presidente y la Bomba”, dijo que una persona así necesita el poder explícito de decir no. (No contribuyó a la investigación de Cerf).
La investigación del proyecto que ha producido Cerf no aborda directamente las armas nucleares. Uno de sus estudios tiene que ver con el cambio climático. Descubrió que cuando se pedía a la gente que apostara dinero a los resultados climáticos, apostaban a que el calentamiento global estaba ocurriendo y estaban más preocupados por su impacto y apoyaban más la acción, incluso si comenzaron siendo escépticos.
Él cree que los resultados podrían aplicarse a escenarios nucleares porque se podrían utilizar las apuestas para hacer que a la gente le importe el riesgo nuclear y apoye cambios a las políticas. Los hallazgos también podrían usarse para evaluar el pensamiento y la predicción de los asistentes que asesoran al Presidente.
Algunos expertos no están de acuerdo con extrapolaciones de esta índole. “Pasar de ahí a dar consejos sobre el destino del mundo —no creo”, dijo Baruch Fischhoff, psicólogo que estudia la toma de decisiones en la Universidad Carnegie Mellon, en Pensilvania.
Paul Slovic, profesor de psicología en la Universidad de Oregon y presidente de la organización Decision Research, ha investigado los factores que tienden a hacer que las personas, incluyendo a los Presidentes, sean más propensas a favorecer un lanzamiento nuclear. En un experimento, descubrió que mientras más políticas internas punitivas apoyaba una persona —como la pena de muerte— más probabilidades había de que aprobara el uso de la bomba.
Quizás el temor actual sea que la psicología individual gobierna una elección que puede alterar el mundo. Vale la pena trabajar para comprender cómo podrían funcionar los cerebros en una crisis nuclear y cómo podrían funcionar mejor. Cambiar las políticas es complicado, pero no imposible.
“El sistema actual que tenemos no cayó del cielo completamente formado”, dijo Wellerstein.
Por: SARAH SCOLES
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