Zelenski vive sus horas más oscuras / Análisis de Mauricio Vargas
Al finalizar 2022, el presidente de Ucrania, Volodimir Zelenski, miraba el Año Nuevo con optimismo. Sus hombres no solo habían logrado contener la invasión rusa sino que habían humillado en batalla a las tropas de Vladimir Putin y las habían hecho retroceder cientos de kilómetros, con lo cual Zelenski y el alto mando militar daban muestras de eficiencia y unidad, y gozaban de un amplio apoyo popular.
Con un sólido respaldo financiero, de armamento y de municiones, brindado por los Estados Unidos, la Otán y la Unión Europea, Kiev preparaba una ambiciosa ofensiva para finales de la primavera, con el objetivo de romper las líneas de defensa rusas en el sur, partir en dos bloques a las tropas invasoras y propinarles un duro golpe que llevara al Kremlin a la mesa de negociaciones antes del final del otoño.
Un año después, el prometedor escenario está a punto de derrumbarse. La ofensiva no logró romper las sólidas líneas rusas en el sur y, por el contrario, el ejército de Putin recuperó la iniciativa en el este y ganó amplias franjas de terreno. La ayuda de Washington está frenada por los republicanos en el Congreso, y la de Europa ha disminuido de manera considerable.
Más delicado aún, en varias ciudades ucranianas aparecen manifestaciones de protesta que, aunque no cuestionan a Zelenski, critican la corrupción –un mal endémico del país– y exigen que todo el dinero y las provisiones lleguen a los soldados en el frente.
Con poco más de 30 años, Miroslav Havrishchouk fue el primer orador ante medio millar de manifestantes reunidos en una plaza de Kiev, cubierta de nieve, hace pocos días. “Esta reunión no tiene nada de política”, le dijo al diario parisino Le Figaro, que registró en su crónica que las marchas, que llevan más de dos meses, no son una protesta contra la guerra, sino contra el desvío de los recursos, y están marcadas por un mismo mensaje: “El dinero debe ir al Ejército”.
Roces con el alto mando
«Tenemos lo suficiente para que no nos masacren, pero no para atacar y avanzar”, se lamentaba un oficial ucraniano en el frente a fines de noviembre al referirse a la escasez de munición que, según una crónica del diario madrileño El País, llega “por goteo”. Y aunque es evidente que esto se debe al freno de la ayuda externa, las penurias deterioran las relaciones entre el mando civil y el militar, y se reflejan en las protestas callejeras.
Las disputas entre el mando militar y el político son públicas. “La gente está cansada, todo el mundo está cansado y hay opiniones diferentes”, dijo Zelenski hace un mes a un grupo de reporteros, tras la publicación de una entrevista del semanario británico The Economist con el comandante en jefe de las Fuerzas Armadas de Ucrania, Valeri Zaluzhni. En ella, el general de cuatro estrellas habló en un tono pesimista y dijo que la batalla en el frente había llegado a “un punto muerto”.
Consciente del escepticismo que su lucha despierta tanto en sus comandantes como en sus aliados occidentales, Zelenski hizo gala de franqueza hace algunas semanas, en una entrevista con la revista Time. “Nadie cree en nuestra victoria como yo, nadie”, dijo a la revista. “El agotamiento por la guerra se extiende como una ola (…) en Estados Unidos, en Europa”, agregó Zelenski al reconocer que el estallido de la guerra en la Franja de Gaza les “quita el foco”, y distrae la atención y las ayudas de Occidente.
Al mandatario ucraniano le cuesta cada día más trabajo mantener bajo control las tensiones con el general Zaluzhni. Y los rumores de desconfianza se dispararon el lunes, tras el hallazgo de micrófonos ocultos en el nuevo despacho del alto militar, así como en las oficinas de su grupo de asistentes, según un informe de la AFP.
“Hasta ahora, Zelenski había sido capaz de manejar esas diferencias, gracias a sus buenas maneras y a su popularidad, pero el tema nos preocupa cada día más”, le dijo la semana pasada, en París, una fuente diplomática europea a EL TIEMPO.
Un editorial de Le Figaro ahondaba hace pocos días en el tema de los roces y tensiones en la cúpula ucraniana. “El presidente Zelenski desconfía abiertamente del comandante Zaluzhni, demasiado popular para no estar bajo sospecha de tener ambiciones políticas”.
Aunque en el exterior los gobiernos aliados de Kiev entienden que en medio de la guerra una votación general es imposible, Zelenski ha sido criticado en su país por haber anulado las elecciones presidenciales previstas para marzo próximo. En esa medida, el editorialista de Le Figaro mencionaba al muy “mediático alcalde de Kiev, Vitali Klitshko” quien ha denunciado, agrega el texto, “una deriva autoritaria” de Zelenski, el excomediante que ha dejado de ser ídolo de todos en Ucrania y en los países de Occidente.
La ayuda frena en seco
A pesar de los roces que crecen en Ucrania por la falta de suministro a las tropas, lo cierto es que el problema no parece ser interno: la mayor responsabilidad de esas carencias las tienen los aliados externos, Estados Unidos, el Reino Unido y la Unión Europea. Desde el principio de la guerra, las potencias occidentales multiplicaron las ayudas tanto militares como económicas, pero en los meses recientes se nota el cansancio de que habla Zelenski y el flujo se ha frenado de manera dramática.
Tras la invasión de las tropas rusas, iniciada a fines de febrero de 2021, Washington ha transferido más de US$ 80.000 millones en apoyo humanitario, militar y económico. El componente militar de ese respaldo asciende a unos US$ 50.000 millones.
Pero este lunes, el portavoz de la Casa Blanca, John Kirby, declaró: “No nos queda más que un sobre de ayuda” antes de que los fondos se agoten. Se trata de un giro por US$ 300 millones, que el Congreso descongeló días antes, una cifra insignificante frente a los US$ 61.000 millones adicionales que la administración Biden pidió al Congreso y que los republicanos –en especial los de la línea dura, seguidora del expresidente Donald Trump– bloquearon.
Esos congresistas le exigen a la Casa Blanca que endurezca –aún más de lo que ya ha hecho– las medidas contra los inmigrantes ilegales, a cambio de reconsiderar un nuevo apoyo a Ucrania. Otros son más radicales y dicen, simple y llanamente, que Estados Unidos no tiene por qué seguir gastando plata en armas y ayuda financiera a Kiev, y que en cambio debe convencer a Zelenski de negociar con Putin, lo que implicaría para los ucranianos renunciar, al menos, a una buena parte del territorio ocupado por los rusos.
Algunos analistas internacionales responsabilizan a Biden, por no haberse esforzado en una tarea de comunicación política a favor de la ayuda a Zelenski y a su pueblo. Para Heather Conley, presidenta del German Marshall Fund y experta en Rusia, la administración Biden “no ha mantenido una conversación profunda con el pueblo estadounidense para explicarle por qué el apoyo a Ucrania es crucial”.
“Eso le ha dejado –agrega Conley en diálogo con Le Figaro– un espacio inmenso a la fracción pro-rusa y proautoritaria del Partido Republicano” que hace parte, dice la experta, “de un ecosistema conservador internacional que Rusia ha penetrado profundamente…”.
En cuanto a Europa, el bloqueo es obra casi exclusiva de un solo hombre: el primer ministro húngaro, Viktor Orban, gran amigo de Putin. En la Comisión Europea, el órgano ejecutivo de la UE, las grandes decisiones deben ser adoptadas por el consenso de los 27 países miembros.
Y ese es el caso del nuevo paquete de ayuda a Ucrania por 50.000 millones de euros (unos US$ 55.000 millones), adicionales a los US$ 90.000 millones ya asignados por la UE a su vecino desde que lo invadieron las tropas rusas. Orban rompió el consenso y bloqueó la ayuda, mientras otorgaba, como gran concesión, su visto bueno al inicio de negociaciones para la adhesión de Ucrania a la UE.
Entre esos dos aliados, Ucrania tiene en veremos más de US$ 150.000 millones en ayuda. Sin esos recursos, los analistas militares prevén que las tropas de Zelenski lleguen a colapsar cuando se acerque la primavera y cese la tregua impuesta por el duro invierno en el frente.
A pesar del inquietante panorama, las cosas todavía pueden enderezarse. Primero, porque las negociaciones entre la Casa Blanca y el Congreso van a seguir, y no está descartado que Biden y sus opositores republicanos alcancen un acuerdo para salvar una buena porción de los fondos que la Administración propuso para apoyar a Ucrania.
Y segundo, porque en Europa el pulso también continúa, y porque además, no toda la ayuda del Viejo Continente depende de la UE. De hecho, varios países como Alemania y Francia –aparte del Reino Unido, que ya no está en la UE– han transferido ayudas directas, que ya suman más de US$ 55.000 millones desde el inicio de la guerra.
Para Zelenski, para Ucrania y para Occidente en su conjunto, lo mejor sería que los aliados superasen los obstáculos y que la ayuda vuelva a fluir. Bastante daño han hecho las dudas y las divisiones. Como escribió la analista del diario El País María Sahuquillo, “las posibles grietas en la unidad ya son munición para el Kremlin, que ha intensificado sus operaciones de desinformación y propaganda sobre la fatiga occidental y aguarda cualquier muestra de deterioro para hablar de fracaso político de Estados Unidos y la UE”.
Y si a ello se suman los riesgos de un triunfo de Donald Trump en las elecciones de noviembre, y la eventual victoria de otros líderes de derecha radical en Europa en 2024, todos los cuales se identifican con Putin en su autoritarismo, serán muchos los motivos de fiesta para el Kremlin cuando termine el año entrante.
MAURICIO VARGAS
ANALISTA
EL TIEMPO