Dos años de invasión rusa a Ucrania: un conflicto de alto costo humano y final incierto
Oleksiy Artiukh vivía en Lugansk, una ciudad ubicada en el Donbás, en el este de Ucrania. Un año antes del inicio de la guerra, había comprado un apartamento en la zona y estaba lista para instalarse en ese lugar en el que los bosques y los ríos dominaban el paisaje.
Pero, la zona que antes conocía ya no existe. Las calles frente a su oficina se convirtieron en un campo de batalla, y los patios en los que solía jugar pasaron a ser cementerios improvisados para los fallecidos en el conflicto.
“Ahora sólo quedan restos de la ciudad. Las tiendas y cafés han desaparecido, destruidos por el fuego y los saqueos”, describe para el diario Kyiv Independent.
El de Oleksiy Artiukh es solo uno de los miles de relatos de los ucranianos desde aquella madrugada del 24 de febrero de 2022, cuando las sirenas y las explosiones sonaron por primera vez en muchas ciudades del país. Ese día, Rusia inició una invasión a gran escala en Ucrania con el objetivo, según dijo el presidente ruso, Vladimir Putin, de “desmilitarizar y desnazificar a Ucrania”.
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La guerra ha entrado en una monotonía y en una etapa peligrosa de costumbre
En un principio, el gobierno ruso pensaba en una “operación militar” relámpago que desembocara en la rápida conquista de Kiev, la capital ucraniana. Pero, el conflicto cumple este sábado, 24 de febrero, dos años con las batallas estancadas en el frente y pocos visos de un pronto final.
“El estatus de la guerra hoy es de incertidumbre total. Los avances tanto de Rusia en su invasión y de Ucrania defendiendo su territorio están 100 por ciento estancados y es muy poco lo que se logra recuperar de territorio ucraniano invadido. La guerra ha entrado en una monotonía y en una etapa peligrosa de costumbre”, le dijo a EL TIEMPO Luis Ramírez, cónsul honorario de Ucrania en Colombia.
En estos dos años, los ucranianos han tenido que adaptarse a una realidad en la que la necesidad de seguir viviendo se cruza a diario con las bombas, misiles y combates. Así, en las grandes ciudades del país, bares, restaurantes y clubes de baile siguen funcionando, mientras que cada vez son más quienes optan por ignorar las alertas antibombas y evitan ir a los refugios antiaéreos.
El responsable de derechos humanos de Naciones Unidas, Volker Turk, aseguró esta semana que la invasión rusa a Ucrania “ha tenido un costo humano terrible, infligiendo un sufrimiento inmenso a millones de civiles cuyo impacto se sentirá durante varias generaciones».
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El más reciente informe de la Misión de Observación de los Derechos Humanos de la ONU en Ucrania habla de 10.582 civiles fallecidos y 19.875 heridos. El dato incluye por lo menos a 3.093 mujeres y 587 niños.
Las autoridades ucranianas y la ONU, no obstante, admiten que el número de víctimas mortales podría ser muy superior. Las razones: la imposibilidad de acceder a los territorios ucranianos ocupados por Rusia o a las zonas bombardeadas, y la falta de datos oficiales por parte de las autoridades.
El año pasado, por ejemplo, Oleg Gavrych, consejero del jefe de gabinete del presidente Volodimir Zelenski, dijo que la cifra de muertos podría ser hasta cinco veces más alta, es decir, ascendería a 50.000.
La Organización Internacional para las Migraciones (OIM) habla también de más de 14 millones de personas, casi un tercio de la población del país antes de la guerra, que abandonaron sus hogares desde el inicio de la invasión rusa. Unos 4,5 millones de personas ya volvieron a sus casas, pero 3,7 millones permanecen como desplazados internos. Casi 6,5 millones, además, viven fuera del país como refugiados, la gran mayoría de ellos en el continente europeo.
El impacto en las vidas civiles ha sido tal que según la Oficina de Naciones Unidas para la Coordinación de Asuntos Humanitarios, el 40 por ciento de la población del país, es decir, 17,6 millones de personas, requiere ayuda humanitaria debido al limitado acceso al agua, los alimentos, la vivienda, la salud u otros suministros esenciales.
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Los menores ubicados en zonas de primera línea del frente pasaron entre 3.000 y 5.000 horas en refugios contra las bombas
En el caso de los niños, un análisis de Unicef encontró que los menores ubicados en zonas de primera línea del frente pasaron entre 3.000 y 5.000 horas en refugios contra las bombas en los últimos dos años. A lo que se suma el hecho de que uno de cada cinco menores presenta manifestaciones típicas de estrés postraumático.
Los daños a instalaciones físicas en el país tampoco son menores. La Organización Internacional para las Migraciones cifra en 1,4 millones las unidades residenciales dañadas, de las que un tercio no pueden ser reparadas. Y la Misión de la ONU describe 1.072 instalaciones educativas afectadas en el conflicto (236 destruidas y 836 dañadas), al igual que 465 instalaciones médicas afectadas (59 destruidas y 406 dañadas).
Una guerra estancada en el frente
Y es que dos años después del inicio del conflicto, la paz se vislumbra lejana en Europa. El presidente ucraniano, Volodimir Zelenski, se enfrenta a un panorama lleno de dudas ante la falta de avances de su contraofensiva y la disminución del apoyo internacional a su causa debido al conflicto en la Franja de Gaza.
La revista estadounidense de política internacional Foreign Policy asegura que el conflicto ha entrado en un aparente estancamiento en donde “el principal frente de la guerra es ahora político, y el presidente ruso Vladimir Putin apuesta a que las divisiones y vacilaciones en Occidente le darán la victoria que no ha logrado sobre el terreno”.
“El actual estancamiento dinámico parece que continuará. Ninguna de las partes gana ni pierde. Los rusos están logrando avances territoriales incrementales a costa de enormes bajas y pérdida de equipos. Los ucranianos, al no haber logrado los objetivos de su contraofensiva de 2023, están a la defensiva y también sufren importantes bajas”, le dijo la experta británica y autora del libro ‘El mundo de Putin: Rusia contra Occidente y con el resto’ Angela Stent a la revista citada.
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Un análisis del think thank Istituto Affari Internazionali estima que, dos años después, las fuerzas de Rusia controlan una zona que abarca menos del 20 por ciento del territorio ucraniano. Y aunque la tan esperada contraofensiva lanzada por Ucrania en junio de 2023 le permitió a Kiev avanzar principalmente en la región sureña de Zaporiyia, el progreso se estancó en verano y allanó el terreno para una nueva ofensiva rusa.
Así, durante el actual invierno los rusos han logrado avanzar más en el Donbás que en los anteriores dieciocho meses de combates y llevan la iniciativa en el terreno. Primero tomaron la estratégica localidad de Márinka, que se encuentra a cinco kilómetros al suroeste de Donetsk, en el que se convirtió en su mayor éxito desde la toma de Bájmut en mayo de 2023. Y después, centraron todos sus esfuerzos en conquistar el bastión de Avdivka, situado en una de las zonas más militarizadas de los más de mil kilómetros de frente ruso-ucraniano.
En un análisis para The Conversation, José Ángel López Jiménez, profesor de Derecho Internacional Público de la Universidad Pontificia Comillas, aseguró que Kiev se enfrenta a la falta de avances debido a “la ausencia de reemplazo en las tropas y la carencia de armamento básico”.
Y es que Ucrania entra en el tercer año de la guerra con la incertidumbre de si seguirá recibiendo asistencia militar de EE. UU., su principal aliado, pues los congresistas republicanos bloquean desde hace meses un paquete de 60.000 millones de dólares propuesto por la Casa Blanca para seguir apoyando a Kiev en 2024 debido a un enfrentamiento con los demócratas por la situación migratoria en la frontera en pleno año electoral.
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Kiev también está pendiente de recibir prácticamente la mitad del millón de proyectiles para artillería del calibre 155 que la Unión Europea (UE) se comprometió a entregar a Ucrania antes de marzo de este año.
Como ha repetido Zelenski, la aprobación de las partidas de ayuda es clave para seguir defendiéndose con garantías de los ataques de Rusia, tanto en el campo de batalla como en la retaguardia, pues para ello necesitan sistemas de defensa antiaérea y misiles de largo alcance, además de los esperados cazas F-16.
A la falta de ayuda militar se suma el riesgo de perder el entusiasmo y la unidad que ha mostrado la sociedad ucraniana desde el principio de la invasión y que ha sido clave en el curso de la guerra.
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La gente está decepcionada y empieza a buscar culpables dentro del propio bando
Andrew Chernousov, vicepresidente del Instituto para las Investigaciones Sociales de Járkov, atribuye este estado de ánimo a la fatiga que provoca el alargamiento del conflicto, pero también a los pronósticos demasiado optimistas que hicieron varios líderes durante estos años. El sociólogo alude asimismo a las expectativas que se crearon en torno a la contraofensiva el año anterior.
«La gente está decepcionada y empieza a buscar culpables dentro del propio bando», explica Chernousov, que hace referencia a la pérdida de popularidad del presidente Volodimir Zelenski en las encuestas.
Mientras en los primeros meses de guerra Zelenski alcanzaba una popularidad del 80 por ciento, la última encuesta del Instituto Internacional de Sociología de Kiev muestra que su apoyo se redujo a un 62 por ciento. El gobierno también tiene el reto de ganarse la confianza ciudadana en el nuevo jefe del ejército, pues Valeri Zaluzhni fue destituido por el presidente después de meses de desencuentros públicos.
Pero no todo son malas noticias para Ucrania. El Ejército, y principalmente la inteligencia militar, han logrado asestar duros reveses a la retaguardia rusa, principalmente a la Armada, con misiles y drones navales y aéreos de fabricación propia. También han logrado golpes como la destrucción de un tercio de los buques de la Flota rusa del mar Negro.
Además, si bien el presidente ruso ha clamado victoria con los logros recientes, necesitado de éxitos en el campo de batalla para legitimar su reelección en los comicios presidenciales de marzo, y ha llamado a aprovechar la iniciativa actual para avanzar hacia otras plazas fuertes ucranianas, Moscú también se enfrenta a pérdidas enormes en el terreno.
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Una investigación del medio ruso Mediazona y el servicio en ruso de BBC publicada esta semana identificó alrededor de 45.000 soldados rusos muertos desde el inicio de la invasión de Ucrania. Mientras el ejército ucraniano calculó este martes haber matado o herido a cerca de 405.000 soldados rusos en dos años.
Por el lado ucraniano, el ministro ruso de Defensa, Serguéi Shoigu, afirmó en diciembre que 383.000 soldados ucranianos habían sido heridos o asesinados desde el inicio de la invasión. El diario New York Times, que citó a oficiales estadounidenses, por su parte, publicó en agosto de 2023 un informe en el que daba cuenta de 70.000 pérdidas militares y entre 100.000 y 120.000 soldados heridos en el conflicto.
Lo cierto es que por lo pronto no se vislumbra cómo o cuándo llegará a su fin la guerra. Mientras Rusia asegura que sus objetivos en Ucrania no han cambiado y que la paz no llegará hasta lograrlos, Kiev se sostiene en que “no se ha rendido ni se rendirá”.
Para salir del estancamiento, según la analista Angela Stent, ambos países necesitan movilizar más tropas, algo que se vislumbra difícil si se tiene en cuenta el número de población en Ucrania o la cercanía de las elecciones presidenciales en Rusia.
Analistas contactados por Efe, además, descartan cambios radicales en la estrategia militar, pero sí advierten que, si no se produce un incremento sustancial del suministro de armamento occidental, el Ejército ucraniano tendrá que limitarse a defenderse en 2024.
ANGIE NATALY RUIZ HURTADO
REDACCIÓN INTERNACIONAL
*Con Efe