Espías y ciberespías, la nueva guerra fría de China y Rusia contra Occidente / Análisis de Mauricio Vargas

Aunque en ese entonces la noticia no produjo grandes titulares, el sábado 17 de febrero el Ministerio de Interior de Alemania reveló que una red de hackers vinculada al Kremlin llevaba meses -quizás años- espiando cientos de hogares y oficinas alemanes. La operación hacía parte de una plataforma global de ciberespionaje, según denunció el FBI, ese mismo sábado desde Washington

Para Estados Unidos, la plataforma apuntaba a espiar a funcionarios de gobiernos occidentales, militares, agencias de seguridad e inteligencia, empresas privadas vinculadas al sector defensa, partidos políticos y parlamentos. “Las agencias de inteligencia rusas recurrieron a bandas criminales para que les ayudaran”, detalló un comunicado del FBI.

En el caso de Europa, el objetivo se centró desde 2022 en perturbar los procesos de decisión política para apoyar financiera y militarmente a Ucrania. Según la mininterior alemana, Nancy Faeser, los hackers buscaban “información sobre la orientación político-estratégica de Alemania en relación con Rusia y el apoyo a las entregas de material militar para Ucrania”.

Una red de hackers vinculada al Kremlin llevaba años espiando cientos de hogares y oficinas alemanes

Algunas operaciones iban aún más lejos. El 18 de abril, Polonia anunció la detención de un ciudadano de su país, acusado de proveer información al FSB, el servicio de espionaje ruso que remplazó a la KGB y que mantiene personalmente informado a Vladimir Putin.

“Sus tareas – aseguró un comunicado oficial en Varsovia- incluían recoger y enviar a la inteligencia militar de la Federación Rusa datos sobre la seguridad del aeropuerto de Rzeszów-Jasionka”, un aeródromo en el sureste del país, utilizado en ocasiones por el presidente de la vecina Ucrania, Volodímir Zelenski. Todo indica que el espía buscaba “ayudar a los servicios especiales rusos a planear un posible ataque” contra la vida de Zelenski.

Este año, los titulares con la palabra ‘espionaje’ se han multiplicado a medida que las agencias de seguridad occidentales, a ambos lados del Atlántico, revelan nuevos casos. En Gran Bretaña, donde el 7 de diciembre el Foreign Office (ministerio de exteriores) había acusado al FSB de intentar interferir en la política y la democracia británicas, la divulgación de hallazgos ha mantenido desde entonces un ritmo intenso.

El 18 de abril, Polonia anunció la detención de un ciudadano de su país, acusado de proveer información al FSB, el servicio de espionaje ruso que remplazó a la KGB y que mantiene personalmente informado a Vladimir Putin.

Foto:iStock

Novela de espías

En Viena, que por décadas fuera epicentro de la batalla de los espías durante la Guerra Fría (1945-1991), este fin de semana los medios divulgaron una intriga que la agencia EFE consideró propia de una novela de John Le Carré.

En el centro de la trama está Egisto Ott, un exagente del contraespionaje austriaco (BVT) acusado por el gobierno de Viena de entregar información clasificada a Rusia, de manera directa o por intermedio de Jan Marsalek, un austriaco que se presume huyó a Moscú tras ser acusado por un gigantesco fraude con el sistema de pagos en línea Wirecard, que en la década pasada estafó a sus clientes en cerca de 2.000 millones de euros. Ahora, además de ese fraude, Marsalek es acusado de espiar para el Kremlin.

Ott brindó al espionaje ruso datos sobre la seguridad y la residencia de Christo Grozev, un periodista de investigación nacido en Bulgaria, que destapó los nombres de los responsables rusos del derribo en 2014 de un avión comercial de pasajeros sobre el este de Ucrania, que dejó 298 muertos, así como de los agentes que envenenaron a varios opositores rusos exiliados en Occidente.

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Aparte del Reino Unido, Alemania, Suecia, Polonia y Austria, Francia también ha estado en la mira del espionaje ruso.

Foto:iStock y TikTok: @Xataka

Gracias a los datos que Ott les dio, los agentes rusos pudieron eludir la seguridad que Austria le ofrecía a Grozev, allanaron su casa y robaron su computador portátil y una memoria USB. Por otra parte, Ott obtuvo las memorias de los celulares de tres altos cargos del Ministerio de Interior de Austria, y también las entregó a los rusos.

El espía estaba conectado con una red búlgara, la misma que el Reino Unido comenzó a desbaratar en diciembre pasado, cuando el Foreign Office reveló la investigación y convocó al embajador ruso en Londres, Andrei Kelin, para protestar por los “repetidos intentos” de Moscú de interferir en la política británica, entre otras vías por medios cibernéticos.

Aparte del Reino Unido, Alemania, Suecia, Polonia y Austria, Francia también ha estado en la mira del espionaje ruso. Tras fallar, en febrero de 2022, en su intento por convencer a Vladimir Putin de no invadir Ucrania, el presidente Emmanuel Macron comenzó a endurecer su discurso contra el líder del Kremlin, hasta poner sobre la mesa, en febrero pasado, el envío de tropas occidentales a territorio ucraniano, como un paso no descartable en el futuro.

Desde mediados de 2022 y con creciente intensidad, la DGSE (seguridad exterior francesa) ha identificado cientos de ataques cibernéticos de origen ruso contra organismos de gobierno, partidos políticos, personalidades y medios de comunicación. Desacreditar a Macron, y en especial su política exterior, ha sido parte clave de la tarea ordenada desde Moscú.

Los tentáculos chinos

En esta nueva era de la guerra fría, no se trata solo de operaciones ordenadas desde el Kremlin. También, y mucho, de espionaje y ataques cibernéticos del gobierno chino, en especial en Europa. La semana pasada, seis personas fueron acusadas formalmente ante los jueces en tres diferentes casos: dos serán procesadas en el Reino Unido y cuatro en Alemania.

Como explicaba este fin de semana el New York Times, estos casos son “los primeros de su tipo en dos países que alguna vez cultivaron cálidas relaciones con Beijing”.

No se trata solo de esos países: hace tres semanas, por orden del gobierno de Suecia, fue expulsada una periodista china de 57 años, que llevaba casi dos décadas viviendo en el país escandinavo. Se había casado con un ciudadano sueco con quien tiene varios hijos. La mujer mantenía estrecho contacto con la embajada china en Estocolmo y con personas identificadas como cercanas a Pekín.

Fue arrestada en octubre, interrogada durante semanas y deportada a inicios de abril. Aunque Suecia no abundó en detalles porque las indagaciones continúan, la conclusión de los investigadores, según un comunicado oficial, es que la mujer se había convertido en “una amenaza para la seguridad nacional” de Suecia.

Martin Thorley, experto británico en asuntos de China y quien prepara la publicación del libro ‘Todo lo que reluce’, valora que al fin Europa está despertando ante los riesgos que implica China. La tesis de su libro, según relató al New York Times, es que “la era de oro” de la amistad sino-británica, bajo el mandato del primer ministro conservador David Cameron (2010-2016), fue en realidad “el error de oro”, que sirvió para que Pekín penetrara -incluso vía sobornos- organizaciones políticas y empresariales del Reino Unido.

Joe Biden, presidente de EE. UU.; Vladimir Putin, presidente de Rusia; y Xi Jinping, presidente de China.

Foto:AFP Y EFE

Cameron es ahora secretario del Foreign Office, y desde ese cargo ha sido un severo crítico de Pekín. “Mucho ha cambiado”, dijo Cameron en Washington en diciembre, y agregó que China se ha transformado “en un desafío de esos que definen una época”.

El jefe de la inteligencia interna alemana (BfV), Thomas Haldenwang, va más lejos y sostiene que “el liderazgo estatal y del partido comunista en China ha intensificado mucho sus esfuerzos para obtener información política de alta calidad y para influir en los procesos de toma de decisiones en el extranjero”, en especial en Europa.

La mininterior alemana, Nancy Faeser, opina igual: “Somos conscientes -le dijo al New York Times- del considerable peligro que representa el espionaje chino para los negocios, la industria y la ciencia”. Y para la política. Entre los recientes detenidos en Alemania por la red de espionaje de Pekín se encuentra Jian Guo, un chino-alemán que combinaba sus estrechos nexos con el ministerio de Seguridad del Estado de China, con su trabajo habitual en Alemania (y en Estrasburgo, sede del parlamento europeo) como asistente del eurodiputado alemán Maximilian Krah, del partido ultraderechista AfD.

La preocupación por los tentáculos de Pekín se expresa en Estados Unidos con la legislación que avanza en el Capitolio en Washington, para obligar a los propietarios chinos de la red social TikTok a vender esa plataforma. Entre varios motivos de inquietud con esa red, no es menor el que tiene que ver con la inmensa cantidad de información que China puede acumular y procesar, con lo que postean millones de usuarios en Occidente, según han dicho los defensores de la legislación.

En Europa, se acumulan los datos sobre las relaciones de Moscú y Pekín con los grupos de la extrema derecha, lo mismo en Alemania que en Austria, Francia, Bélgica y otros países de la Unión Europea. “La explicación de este fenómeno -le dijo el lunes a EL TIEMPO una fuente diplomática de la UE- es que la extrema derecha es, en casi todos los países de la Unión, antieuropeísta, es decir, partidaria del nacionalismo en cada país y no de la unión de Europa”.

Si Europa cede a los nacionalismos de cada uno de sus países y pierde su unidad, eso favorece los intereses de Moscú así como de China. “Así es fácil entender -anota- que los rusos hayan ayudado tanto, por ejemplo en las redes sociales, al movimiento independentista catalán: quieren división y no unión europea”.

“En varios países, empezando por Francia, esa extrema derecha que es cercana a Moscú, y en cierto modo a Pekín, va ganando las encuestas para las elecciones al parlamento europeo”, cuenta el diplomático y anota que los servicios de inteligencia occidentales siguen un indicio tras otro del apoyo cibernético de Rusia a esos partidos, multiplicando sus mensajes en las redes y lanzando campañas de desprestigio contra los otros partidos. Un tema que, a menos de 40 días de las cruciales votaciones, genera una enorme inquietud.

MAURICIO VARGAS
ANALISTA EL TIEMPO
mvargaslina@hotmail.com /Instagram @mvargaslinares

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