La derecha religiosa de Estados Unidos asalta Europa
Los esfuerzos rusos por influir en las elecciones europeas han recibido mucha atención de los medios. No puede decirse lo mismo de la interferencia de grupos cristianos conservadores en Estados Unidos, algunos con vínculos con la administración del presidente Donald Trump y su exasesor Stephen Bannon.
Como ha revelado un informe reciente de openDemocracy, la derecha religiosa de Estados Unidos ha gastado por lo menos 50 millones de dólares en campañas de “dinero oscuro” y activismo en Europa en los últimos diez años. Sin embargo, a pesar de los motivos obvios de preocupación por el efecto que esto puede tener en el desarrollo de la política en el Viejo Continente, casi toda la atención en este sentido ha estado depositada en el Kremlin.
El apoyo de la derecha religiosa de Estados Unidos a las campañas contra el aborto legal, los derechos LGBTI, la educación sexual y otras causas en África y América Latina ha estado bien documentado a lo largo de los años. Pero la magnitud de su activismo en Europa es algo nuevo. En el primer análisis de su tipo, openDemocracy examinó los registros financieros de las principales organizaciones cristianas estadounidenses y descubrió que varias han venido incrementando su gasto en Europa de manera significativa.
Entre los mayores aportantes, el Centro Estadounidense por el Derecho y la Justicia, que repartió 12,4 millones de dólares entre 2008 y 2017, menciona como su principal asesor a Jay Sekulow, uno de los abogados personales de Trump.
De la misma manera, el Instituto Acton para el Estudio de la Religión y la Libertad, que gastó 1,7 millones de dólares en este período, ha trabajado con el polémico Instituto Dignitatis Humanae, respaldado por Bannon y que opera desde un monasterio en Italia.
El mayor aportante de todos parece ser la Asociación Evangelista Billy Graham, que gastó 20 millones de dólares de 2008 a 2014 (el último año del que se tienen registros sobre esta organización). El líder del grupo, Franklin Graham, recientemente viajó a Rusia para reunirse con funcionarios del Kremlin que actualmente son objeto de sanciones de Estados Unidos. Según Graham, su viaje contó con la plena aprobación del vicepresidente de Estados Unidos, Mike Pence.
Ninguno de estos grupos radicados en Estados Unidos revela la identidad de sus donantes. Pero se sabe que por lo menos dos tienen vínculos con multimillonarios conservadores famosos, entre ellos los hermanos Koch y la familia de la secretaria de Educación de Trump, Betsy DeVos. Y, al igual que Bannon, todos guardan diferentes grados de sospecha, cuando no una hostilidad manifiesta, por los valores fundamentales de la Unión Europea, incluido el respeto por los derechos humanos universales.
A finales de marzo, representantes y seguidores de muchos de estos grupos se reunieron con políticos de extrema derecha de Europa en el Congreso Mundial de Familias (WCF), en Verona (Italia). La lista de oradores de este año incluía a Matteo Salvini, ministro del Interior de Italia y líder del partido de extrema derecha Liga, que elogió al WCF por mostrar “la Europa que nos gusta”. Entre los ‘organizadores’ del evento este año estaba un grupo antiabortista italiano vinculado con el partido neofascista Forza Nuova.
En los últimos diez años, el WCF –fundado por la Organización Internacional para la Familia (anteriormente, el Centro Howard para la Familia, la Religión y la Sociedad), con sede en Rockford, Illinois– ha organizado por lo menos siete reuniones importantes en Europa.
‘Influencias nefastas’
La ofensiva del WCF en Europa no es accidental. Según las últimas declaraciones de impuestos de la Organización Internacional para la Familia, sus directores incluyen a un activista español ultraconservador vinculado al partido Vox, de extrema derecha; a un socio cercano de un oligarca ruso que ha patrocinado otras reuniones de líderes de extrema derecha europeos y a un político italiano que enfrenta cargos de corrupción en su país.
Por supuesto, los temores en torno a la “interferencia externa” de potencias hostiles (concretamente, Rusia) no son nada nuevos en Europa (aunque se han agudizado ahora que el CEO de Facebook, Mark Zuckerberg, prácticamente admitió que no puede controlar cómo se utiliza su plataforma). Pero los europeos también tienen hoy que preocuparse por grupos activistas en Estados Unidos que ocultan sus fuentes de financiamiento.
Luego de divulgarse el informe de openDemocracy, un grupo multipartidario de 40 europarlamentarios envió una carta al Consejo Europeo, a la Comisión Europea y al Parlamento Europeo para exigir que se tomaran más medidas para proteger las pasadas elecciones “contra influencias externas nefastas”. De particular preocupación, escribieron, es “la cuestión específica de los fundamentalistas cristianos de Estados Unidos”, cuya participación cada vez mayor en Europa “debe tratarse como una cuestión de urgencia”.
Sin embargo, se trata de una cuestión difícil de abordar porque los diferentes Estados miembro de la UE tienen diferentes reglas para garantizar la transparencia financiera en elecciones, y por parte de las campañas políticas y las ONG. Aun así, exigir que todas las organizaciones que hacen ‘lobby’ en Bruselas declaren sus fuentes de financiamiento en el registro de transparencia de la UE sería un buen comienzo, siempre que haya medidas en vigor para impedir que organizaciones políticas se oculten detrás de grupos de fachada.
Europa también necesita reglas más estrictas a nivel de la UE para las plataformas web, que deberían respetar los mismos estándares de transparencia que los grupos de ‘lobby’. Cualquier anuncio político ‘online’ debería estar acompañado de un mensaje claro sobre su origen y financiamiento.
En respuesta a las conclusiones de openDemocracy, Neil Datta, del Foro del Parlamento Europeo sobre Población y Desarrollo, destaca que “a estos grupos fundamentalistas les llevó 30 años llegar adonde están hoy en la Casa Blanca”. Ahora teme que una campaña similar en Europa “esté sucediendo inclusive más rápido y en una escala mayor de lo que muchos expertos podrían haber imaginado alguna vez”.
La UE enfrentará desafíos internos y externos sin precedentes en los años por venir. Y es comprensible que los líderes europeos se concentren –entre otras amenazas– en impedir o neutralizar las maquinaciones rusas. Desafortunadamente están haciendo la vista gorda a otro actor externo que no tiene buenas intenciones para el futuro de Europa.
MARY FITZGERALD*
© Project Syndicate
Londres
* Mary Fitzgerald es editora jefa de openDemocracy.