¿Qué hay detrás de las protestas en Chile?
Agotamiento social, medidas económicas desacertadas, el aumento del desempleo y la desigualdad son solo algunas de las principales razones que han llevado a cientos de chilenos a manifestarse en las calles, en lo que ha sido una de las semanas más críticas para el país en lo que va de esta década.
Sin embargo, muchos se preguntan si hay algo más de fondo que desencadenara de tal manera la furia de la gente, al punto de que el presidente Sebastián Piñera tuvo que decretar el estado de emergencia en varias ciudades del país dada la magnitud de los desmanes y la muerte de once personas, sin contar los cientos de heridos.
Y sí, pues aunque en una proporción diferente, Chile está reviviendo uno de sus capítulos más dolorosos: el de la dictadura de Augusto Pinochet.
Las generaciones más jóvenes están en las calles protestando, enfrentándose a más de 3 mil militares armados y desplazándose en tanquetas, que aunados con las fuerzas policiales, se convierten en una barrera casi que intraspasable para quienes quieren hacerse escuchar con cacerolas.
“El pueblo unido jamás será vencido”, es uno de los coros que gritan los jóvenes manifestantes, rememorando una consigna que se hizo popular durante las protestas contra la Pinochet.
Mientras tanto, sus padres y abuelos ruegan en sus hogares que sus hijos y nietos vuelvan a salvo y no se repita la historia.
Ese enfrentamiento generacional es precisamente una de las causales de lo que sucede hoy en el país, pues los jóvenes insisten en que hay que salir a protestar y llamar la atención del Gobierno, mientras los mayores aseguran que el diálogo es la mejor opción y no quieren volver a los años en que las sistemáticas violaciones de los derechos humanos eran el pan de cada día.
Por ejemplo, el diario el Clarín recogió el testimonio de Alejandra, una joven de 21 años que describió al medio dicha grieta generacional. ”Nuestros padres nos llamaban por teléfono llorando porque no saben qué va a pasar con nosotros en la calle. Nos piden que regresemos a casa. Ellos viven el síndrome postraumático de la dictadura. Nos quieren proteger porque dicen que somos muy jóvenes y no vivimos el terror de esa época de represión”, explica.
Protestas en Chile
Tan es así que el mismo Gobierno de Piñera tuvo que salir a aclarar que el despliegue de militares para establecer el orden público «no es una réplica del golpe militar del 73».
Por su parte, el general Javier Iturriaga, jefe de la Defensa Nacional, explicó que «no se quiere restringir la libertad individual sino resguardar a los ciudadanos de los vándalos».
Pero la realidad y las imágenes mostraron este fin de semana a los militares han disparando con balas de goma a los manifestantes de Plaza Baquedano, en el centro.
«Les pedimos a los ciudadanos que vuelvan a sus casas antes del inicio de toque de queda de las 19. Los invitamos a no salir y conversar en nuestras casas qué generó la violencia inusitada», dijo en rueda de prensa Karla Rubilar, intendenta de la región metropolitana de Santiago.
Pero las palabras de Rubilar más que alivio han generado revuelo. «Estamos ante un gobierno que ha renunciado a hacer política y ha dado el poder a los militares para enfrentar la situación de inseguridad ciudadana por las protestas», expresó también a El Clarín Carlos, chofer profesional.
Chalecos amarillos
Con dos noches consecutivas de toque de queda tras ser decretado el estado de emergencia en varias ciudades de Chile y cuando cundían los saqueos y pillajes en todo el país, vecinos se organizaron para evitar ataques a sus hogares.
Armados con palos y con los chalecos amarillos que popularizaron manifestantes en Francia, defendieron sus casas pero también supermercados y tiendas de barrio que quedaron en pie y no fueron vandalizados.
«La idea fue organizarnos e identificarnos entre vecinos por eso nos pusimos los chalecos amarillos. Hubo algunos intentos de robo en el sector», dijo Priscila, una vecina de la comuna de Macul (oriente de Santiago) al canal 24 horas.
Los vecinos, en alianza con fuerzas de orden, realizaron rondas de vigilancia junto a policías y militares que les permitieron salir a las calles pese al toque de queda.
Regreso a la tensa calma
Después de un fin de semana de gran violencia, en el que ardieron varias estaciones del metro de Santiago, supermercados, fábricas y diversos locales comerciales, los chilenos enfrentan este lunes bajo estado de emergencia y resguardo militar.
En Santiago, muchos empleadores cancelaron las jornadas de trabajo y las clases estaban suspendidas en prácticamente todos los colegios y universidades. La falta del metro -eje del transporte público, con unos tres millones de pasajeros por día-, era lo que más se extrañaba en esta ciudad de casi siete millones de habitantes, obligados ahora a hacer largas filas para tomar autobuses o acceder a las pocas estaciones del ferrocarril metropolitano abiertas.
La estación La Moneda, a pocos metros de la casa de gobierno -en pleno centro de Santiago- abrió sus puertas permitiendo el ingreso de decenas de personas que esperaban impacientes poder tomar un tren.
«La ciudad está en paz y en calma», afirmó a primera hora el jefe militar a cargo de la seguridad, Javier Iturriaga, tras hacer un sobrevuelo por la capital chilena, y en contraposición a la sonada frase que lanzó el presidente Sebastián Piñera la noche del domingo, cuando afirmó: «Estamos en guerra contra un enemigo poderoso».
Sin embargo, en el centro de Santiago se observa gran presencia de militares y policías.
a violencia de las protestas, que se iniciaron con fuerza el viernes tras el alza en el pasaje del metro pero que después derivaron en un furioso estallido social, tiene a muchos perplejos, con miedo. Pero también expectantes de los cambios que se pueden venir a un modelo económico, al extremo liberal, que ha remarcado las desigualdades.
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*Con información de AFP