La muerte de Soleimani puede tener un peor efecto que la de Bin Laden
La decisión del presidente estadounidense, Donald Trump, de ordenar ayer la muerte del poderoso general iraní Qasem Soleimani supone una arriesgada apuesta por intimidar a Irán y ha desatado temor entre los aliados de Washington a una nueva guerra en Oriente Próximo con unos posibles efectos más fuertes que los que se dieron tras la muerte de Osama Bin Laden, líder del grupo terrorista Al Qaeda, según analistas.
Se trata de “la operación de decapitación más grande jamás llevada a cabo por Estados Unidos, más que las que mataron a Abu Bakr al Baghdadi o a Osama bin Laden”, jefes del Estado Islámico (EI) y de Al Qaeda, respectivamente, según Phillip Smyth, especialista estadounidense en grupos armados chiíes.
Hay que recordar que tras la muerte de Bin Laden, en 2011, comenzaron a fortalecerse grupos yihadistas, como el Estado Islámico, que cometieron atentados en varios países.
El ataque con drones contra Soleimani, comandante de la Fuerza Quds de los Guardianes de la Revolución iraní, podría considerarse como el movimiento más arriesgado de Washington en Oriente Próximo desde la invasión a Irak en 2003, dijo, por su parte, el veterano periodista del diario The New York Times, David Sanger.
Hasta ahora, la narrativa del presidente estadounidense ha sido la misma. Trump dijo que el objetivo del ataque que mató a Soleimani era impedir un “ataque inminente que habría puesto en peligro la vida de militares y diplomáticos estadounidenses”. “Actuamos la pasada noche para parar una guerra. No actuamos para iniciar una guerra”, reafirmó el mandatario.
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El secretario de Estado, Mike Pompeo, rechazó ofrecer pruebas sobre esa supuesta amenaza, a pesar de que los demócratas presionan para obtener información, y se limitó a decir que la decisión estuvo basada en información de inteligencia.
Además, Pompeo aseguró que EE. UU. está preparado para responder ante cualquier represalia de Irán.
Su líder supremo, el ayatolá Alí Jamenei, juró que vengará la muerte de Soleimani y la del vicepresidente de la Multitud Popular iraquí, Abu Mahdi al Mohandes, ambos muertos en el ataque en el aeropuerto internacional de Bagdad.
En respuesta, EE. UU. dijo que enviará a Oriente Próximo a 3.000 soldados. “Estamos preparados para responder. Ellos nos han estado atacando por meses”, dijo Pompeo.
Sin embargo, esto contrasta con los anuncios de hace meses del gobierno Trump de retirar sus tropas de la región.
Estrategia de disuasión
De esa forma, con el ataque, Washington buscaba en el fondo restablecer una estrategia de disuasión con Irán y mostrar que no quedarán impunes los incidentes en el estrecho de Ormuz, por donde cruza la quinta parte del crudo mundial, y los ataques de septiembre a refinerías saudíes, en los que Irán niega cualquier responsabilidad.
La tensión entre Teherán y Washington se ha incrementado desde que Trump ordenó la salida unilateral de EE. UU. del acuerdo nuclear de 2015. En este caso, el punto de inflexión se produjo con la muerte el pasado 27 de diciembre de un contratista estadounidense en un ataque contra una base militar en Irak que el Pentágono atribuye a la milicia chií Kata’ib Hizbulá (KH), la cual -según Washington- tiene vínculos con Teherán.
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En respuesta a esa víctima mortal, EE. UU. lanzó ataques en Siria e Irak contra la KH. Esa ofensiva causó la muerte de 20 personas y provocó que cientos de simpatizantes de esa milicia asaltaran la embajada estadounidense en Bagdad el lunes y martes.
Esos últimos incidentes en Oriente Próximo y, sobre todo, el ataque mortal de EE. UU. contra Soleimani han despertado el temor a una nueva guerra en Oriente Próximo y ha provocado la subida del precio del barril de petróleo, así como caídas en las bolsas de todo el mundo.
Para intentar tranquilizar a sus aliados, Pompeo conversó por teléfono con los responsables de Exteriores de cuatro países: Rusia, Francia, Alemania y Reino Unido. Además, telefoneó al príncipe heredero de Arabia Saudí, Mohamed bin Salman; al presidente de Afganistán, Ashraf Ghani; al poderoso jefe del ejército paquistaní, el general Qamar Javed Bajwa, y al miembro del Politburó del Partido Comunista Chino (PCCh) Yang Jiechi, arquitecto de la política exterior del gigante asiático.
En las llamadas con cinco de esos ocho líderes internacionales, Pompeo reiteró una y otra vez que EE. UU. tiene un gran interés en “reducir las tensiones” con Irán.
Por su parte, el Gobierno iraquí criticó duramente el ataque y consideró que supone una “violación de su soberanía”.
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En respuesta, en Twitter, Trump recordó al Ejecutivo iraquí que le ha otorgado miles de millones de dólares en ayuda y consideró que el pueblo iraquí no quiere estar “dominado” por Irán, que comparte frontera con Irak y, como EE. UU., tiene intereses estratégicos en ese país.
Las críticas no le llegaron a Trump solo desde el plano internacional. A nivel interno, la presidenta de la Cámara de Representantes, Nancy Pelosi, reprochó a Trump que ordenara el ataque “sin consultarlo al Congreso” y le pidió que ofrezca información “inmediatamente”.
Los republicanos, sin embargo, apoyaron esta acción. El Congreso es el único que tiene poder para declarar la guerra; pero el gobierno de Trump ha esgrimido que las operaciones militares puntuales, como el ataque contra Soleimani, son legales y entran dentro de los poderes que la Constitución otorga al presidente como comandante en jefe.
Irán, poderoso en Irak
Pero lo que muchos se preguntan es por qué Irak tiene tanto poder sobre Irán.
Tras el derrocamiento del régimen de Sadam Husein, y mientras EE. UU. apuntalaba un nuevo y frágil sistema político, Teherán y los proiraníes se infiltraban rápidamente.
Los proiraníes han acumulado un arsenal gracias a Irán, pero paradójicamente también a lo largo de años de combate junto con los estadounidenses, en particular contra el Estado Islámico. Soleimani era considerado uno de los grandes responsables en esa lucha sangrienta y sin cuartel contra el yihadismo suní.
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Este sábado, Bagdad informó de un nuevo ataque aéreo estadounidense en el norte de la capital contra un comandante de las Fuerzas de Movilización Popular (Hashd al Shaabi), una coalición de paramilitares iraníes, aunque no suministró la identidad del comandante.
Agencias Efe y AFP