Las democracias deben actuar en defensa del buen periodismo

Casi en todas partes, el periodismo está hoy en crisis. Y por desgracia, no obstante el papel fundamental de una prensa libre para el buen funcionamiento de la democracia, los gobiernos democráticos están haciendo muy poco por protegerla.

En todo el mundo, los medios tienen dificultades para adaptar sus modelos de negocios a la era digital; en particular, los periódicos locales están cayendo uno tras otro, lo que se debe en parte a la pérdida de ingresos publicitarios. Pero la falta de publicaciones locales de confianza deja a los lectores más vulnerables a narrativas falsas y titulares ‘cazaclics’ sensacionalistas. La marginalización del periodismo de calidad permite a líderes políticos en todo el mundo desestimar cualquier cobertura desfavorable tildándola de ‘noticias falsas’, y la falta de un conjunto compartido de hechos erosiona la confianza en la democracia y en el Estado de derecho.

Además, de Siria a Eslovaquia, los periodistas son víctimas de hostigamiento, secuestro, detención ilegal e incluso asesinato por hacer su trabajo. Y siguiendo un ejemplo perfeccionado en Hungría, Rusia y Turquía, el modelo dominante de propiedad de los medios ha pasado a ser la ‘captura de medios’, por la cual líderes políticos y sus secuaces ricos los usan para promover sus propios planes autoritarios e intereses económicos. Sin medios confiables que obliguen a los gobiernos y a las empresas a rendir cuentas, florece la corrupción. (Y la esperanza de que los ciudadanos ocuparan su lugar vía Facebook y Twitter ha sido categóricamente refutada).

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La endeble respuesta a esta crisis por parte de las democracias del mundo refleja más una falta de voluntad política que de soluciones. De hecho, pese a su alcance y complejidad, la crisis de los medios no es intratable. Y dado que está impulsando amenazas crecientes a la democracia en todo el mundo, es un desafío estratégico clave que merece atención y acción en forma urgente.

Un poderoso instrumento para encarar el tema es la política exterior. Los gobiernos democráticos deben denunciar los ataques a la libertad de prensa y usar medidas como el aislamiento diplomático, la negación de visados y las sanciones directas para presionar a los perpetradores de esos actos a que cumplan sus obligaciones con el derecho internacional y respeten la libertad de expresión. Y parece haber ya una tendencia en tal sentido. En julio, Canadá y el Reino Unido lanzaron una iniciativa mediante la cual convocan a la comunidad internacional a comprometerse a tomar medidas conjuntas cuando la libertad de prensa esté en riesgo. Y al mes siguiente, Francia incluyó el tema en la agenda de la reunión del G7 en Biarritz.

Un segundo instrumento para encarar el problema son las ayudas oficiales al desarrollo (AOD). En 2018, menos del 0,5 % de los 150.000 millones de dólares que los países más ricos destinaron a AOD se usó para la libertad de prensa. Es posible pensar en un aumento sustancial de esa proporción (por ejemplo, al 1 %, como promueve un grupo de apoyo a los medios) sin reducir significativamente el gasto en otras áreas. De hecho, aumentar la AOD a los medios puede ayudar a alcanzar otros objetivos de desarrollo. Una industria de medios capturada por intereses de un sector es un obstáculo a la reforma económica, impide la búsqueda de acuerdos políticos y debilita la cohesión social, elementos esenciales para un desarrollo sostenible e inclusivo. Para países que luchan por crear o mantener un sistema democrático, la prensa libre es indispensable.

Las organizaciones profesionales dedicadas a promover el desarrollo de los medios también tienen una función que cumplir, por ejemplo, en lo referido a ayudar a los medios locales a mejorar la gestión de las redacciones y adherir a altos estándares periodísticos. Felizmente, hay muchas organizaciones muy competentes, en los niveles nacional e internacional, listas para hacer su contribución, como el European Journalism Centre, en los Países Bajos, o la Deutsche Welle Akademie, en Alemania.

Después de la Segunda Guerra Mundial, las democracias del mundo se reunieron para crear un marco institucional que sirviera de sostén a la paz y estabilidad global por las décadas siguientes. Para encarar la actual crisis de los medios, se necesita un esfuerzo similar, con la participación conjunta de los gobiernos, las organizaciones de medios y los ciudadanos, unidos en pro de fortalecer un elemento esencial de la democracia y del progreso humano.

MARK M. NELSON*
© Project Syndicate.
* Director del Center for International Media Assistance.

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