Presidentes contra la prensa
El presidente estadounidense, Donald Trump, calificó a los medios de prensa como “enemigos del pueblo”. El presidente brasileño, Jair Bolsonaro, tildó al periodismo de “podrido” e “inmoral”, y lo acusó de montarle “ataques sensacionalistas”. El presidente mexicano, Andrés Manuel López Obrador (Amlo), llamó a los periodistas “fantoches, conservadores, sabelotodo, hipócritas”, y también “fifís” y “chayoteros” (término que da a entender que aceptan sobornos).
A los líderes populistas les encantan los medios de masas porque les permiten difundir sus ideas. Pero odian el periodismo, que hace preguntas difíciles y trata de hacerlos rendir cuentas. Precisamente por eso tenemos que defenderlo.
Y los ataques de Trump, Bolsonaro y Amlo (que, pese a sus diferencias, comparten ideas nacionalistas, tácticas populistas e inclinaciones antidemocráticas) no han sido solamente retóricos. La administración Trump limitó seriamente el acceso de la prensa a la Casa Blanca. También anuló o suspendió las credenciales de prensa de muchos periodistas, sobre la base de un razonamiento tan débil que los tribunales ordenaron su restitución.
Ahora Trump acaba de cometer otro ominoso alejamiento de la tradición. Desde hace mucho tiempo, la Casa Blanca recibe todos los días copias de una gran variedad de revistas y periódicos, del ‘Financial Times’ al ‘New York Post’. Es un procedimiento habitual en democracia: los centros de poder necesitan estar bien informados, y eso implica estar suscritos a toda clase de medios, sin importar sus líneas editoriales.
Pero Trump decidió en octubre que la Casa Blanca ya no recibirá ‘The Washington Post’ y el ‘The New York Times’ (a los que a menudo tildó de sesgados y deshonestos). En una entrevista con Fox News en la que anunció sus intenciones dijo que “son falsos”. Y la administración Trump está exhortando a otras agencias federales a que también cancelen sus suscripciones.
Una semana después de la decisión de Trump, Bolsonaro siguió el ejemplo y canceló todas las suscripciones oficiales a ‘Folha de São Paulo’, uno de los periódicos más respetados de Brasil. “No quiero saber nada de ‘Folha de São Paulo’ ”, declaró, porque su lectura “me envenena el gobierno”.
Añadió que los asesores del gobierno siempre pueden ir al puesto de periódicos a comprar una copia (“espero que no me acusen de censura”), pero que no se destinarán más fondos públicos a ese diario. Y concluyó amenazante: “Los que publicitan en ‘Folha de São Paulo’ están prestando atención, ¿verdad?”.
En México, entre tanto, Amlo redujo el presupuesto oficial de publicidad, centrando los recortes en periódicos críticos, como ‘Reforma’. El presidente ha acusado sin pruebas a ‘Reforma’ de favorecer a los gobiernos anteriores y trabajar para intereses secretos. Las implicaciones de la decisión son particularmente significativas en México, donde los medios suelen depender de la publicidad oficial. México también es uno de los países más peligrosos del mundo para los periodistas, y mal puede volverlo más seguro un presidente que los considera adversarios.
Usar el Estado para castigar a determinados medios de prensa por seguir una línea editorial crítica es propio de dictadores. Convertir la suscripción a medios, la publicidad y el control del acceso periodístico en armas es un asalto a la libertad de prensa, de expresión y de información, y plantea obviamente una amenaza grave a la democracia.
Hugo Chávez, que gobernó Venezuela 14 años, atacaba todo el tiempo a la prensa en un intento de menoscabar su credibilidad y retratarla como enemiga del pueblo. Impulsando su versión de los hechos y creando un entorno hostil para los medios noticiosos independientes, logró una ‘hegemonía comunicacional’.
Y su sucesor, Nicolás Maduro, sigue el mismo manual. En los últimos años, más de cincuenta periódicos dejaron de publicar ediciones impresas, disminuyeron la frecuencia de publicación o redujeron drásticamente la cantidad de páginas o sus tiradas (en parte por la aplicación de controles cambiarios que impiden importar papel prensa). Esto, sumado a la presión directa del Gobierno (por ejemplo, a través de demandas legales) y al derrumbe económico (incluida la hiperinflación), provocó la destrucción casi total de la prensa libre venezolana. Y hoy Venezuela es una dictadura con todas las letras.
Por eso la necesidad de tomar en serio los ataques de Trump, Bolsonaro y Amlo a la prensa. Todos los medios (los atacados y los favorecidos) deben oponer resistencia, incluso mediante el pedido de medidas cautelares a tribunales nacionales e internacionales. Los periodistas, junto con otras entidades (por ejemplo, asociaciones académicas), pueden lanzar iniciativas para defender los derechos y las libertades de la ciudadanía y de los medios.
También pueden ser de ayuda las ONG, no solo expresando en forma inequívoca su oposición, sino también reuniendo y publicando datos sobre la situación de la libertad de prensa. La sociedad civil debe defender a viva voz a la prensa con iniciativas conjuntas entre la ciudadanía, los medios y sus defensores.
Todo enemigo de la prensa libre es enemigo de la democracia. Y no podemos decir que no nos advirtieron.
ANDRÉS CAÑIZÁLEZ*
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Caracas
* Andrés Cañizález, periodista y politólogo venezolano e investigador en la Universidad Católica Andrés Bello.