El difícil camino que enfrenta Sánchez hacia la estabilidad en España
El nuevo gobierno español del líder socialista Pedro Sánchez comienza su gestión bajo el manto de la duda. Varias encuestas señalan que la mitad de la población cree que no llegará a los cuatro años de presidencia y la otra mitad cree que sí.
Los sondeos reflejan una realidad inocultable: España se encuentra dividida en dos, como nunca lo había estado en cuatro décadas de democracia. El tono que ha imperado en los últimos cuatro años ha creado un clima de polarización y los partidos políticos han apostado por ella, en busca de réditos electorales.
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El analista español del diario estadounidense The New York Times, David Jiménez, señala así la causa: “La clase política menos preparada y más intolerante que España ha tenido en democracia”. El costo es enorme: un país fracturado al que llega un gobierno débil, constituido por fuerzas extremas, que no parecen buscar la moderación.
España se encuentra dividida en dos, como nunca lo había estado en cuatro décadas de democracia
Para alcanzar la presidencia, Sánchez, del Partido Socialista Obrero Español (Psoe), tuvo que pactar con Unidas Podemos, de extrema izquierda. Nombró vicepresidente a su líder, Pablo Iglesias, y otorgó cuatro ministerios a ese partido. Ello inclinará el peso de la balanza hacia predios que nunca antes había conocido el Psoe, el cual siempre buscó situarse en el centro izquierda.
A las pocas horas de que se constituyera el nuevo gobierno, el presidente recién elegido aumentó el número de vicepresidencias hasta llegar a cuatro: tres de ellas para su partido y otra para Iglesias. De esta manera, sin que se lo esperara Unidas Podemos, Sánchez optó por restarle poder.
Pedro Sánchez, presidente en funciones del gobierno español, con Pablo Iglesias, de Unidas Podemos, con quien hizo una alianza de gobierno para lograr la ivestidura.
La pregunta es: ¿hasta cuándo el líder de la extrema izquierda aguantará jugadas de este tipo? Un mal paso de Sánchez en esa dirección podría significarle la pérdida de apoyo y la ruptura del gobierno de coalición.
Esta medida, desde otra óptica, ha serenado los ánimos de quienes veían a Iglesias como inconveniencia en el gobierno. Se tranquilizan las aguas, al menos por ahora, pero deja en evidencia que la debilidad política marcará el paso de la gestión gubernamental.
Aparte de esto, Sánchez tendrá que buscar respaldos de los demás partidos para sacar adelante sus iniciativas, al no contar con una mayoría determinante de diputados. Y la derecha, comprendida por el Partido Popular y Vox, no pretenden facilitarle el camino.
Expectativa separatista
El verdadero problema, sin embargo, es el impulso independentista catalán, al que se le achaca la fractura de la convivencia en España. El proyecto separatista ha dividido a la ciudadanía. En medio de ello, Sánchez echó mano de los secesionistas para alcanzar la presidencia.
Le prometió a Esquerra Republicana de Catalunya (ERC) la constitución de una mesa para tratar el problema, a cambio de que se abstuvieran de votar y facilitara su investidura. Metido en camisa de once varas, Sánchez tendrá que ceder para conservar la jefatura de gobierno.
La jugada de los independentistas consiste en aprovecharse de la debilidad política del Ejecutivo para avanzar en sus planes de autodeterminación y separación. Y en la medida en que se progrese en esa dirección, se puede esperar mayor polarización ciudadana.
Tampoco parece factible una reforma constitucional que permita un referéndum para que se pronuncien los catalanes sobre la independencia. Esa iniciativa no contaría con suficiente apoyo en el Parlamento.
Gasto social
Por otro lado, las políticas sociales que pretende el nuevo gobierno implican el aumento del gasto público. Para ello, pretende subir los impuestos a los más ricos. El problema radica en que España ha iniciado un proceso de desaceleración económica.
Sánchez tendrá que convencer a los gremios económicos para contar con su comprensión. No será un camino fácil. Según el profesor de EAE Business School, Javier Rivas, “la desaceleración económica puede ser una traba más para un ejecutivo que, de entrada, ya estará debilitado por el estrecho margen con el que operará. En este sentido, puede ser aún más difícil para el nuevo gobierno tomar decisiones sobre nuevos impuestos”.
El presidente en funciones de España, Pedro Sánchez, y el rey Felipe VI.
La desaceleración económica, pues, es un factor más en el esquema de debilidad que arropa al nuevo gobierno. España aún recuerda como una pesadilla la crisis económica de 2008, de la que apenas ahora está recuperándose.
La suma de debilidades parece ser el signo de este mandato presidencial y pocos creen que la estabilidad política se alcanzará con facilidad en España.
Todo esto seguramente obligará a Sánchez a mover con cuidado las fichas políticas y a ejercer una audacia que todos los españoles le reconocen. En eso, está unido el país.
JUANITA SAMPER OSPINA
Corresponsal de EL TIEMPO
Madrid