La emergencia del coronavirus no dejará indemne la economía

El saldo definitivo de la epidemia tardará meses, o incluso años, en conocerse. Pero mientras un número creciente de países toma medidas para contener la dispersión del coronavirus en sus respectivos territorios y el ritmo de las actividades cotidianas en China está lejos de volver a la normalidad, desde ya los expertos señalan que la economía del planeta no saldrá indemne de esta emergencia.

Aparte de la lamentable pérdida de vidas humanas, cuyo número sube a medida que pasan los días, el impacto de la crisis apunta a dejar secuelas importantes. Tan solo dos semanas después de que el Fondo Monetario Internacional señaló que el panorama empezaba a despejarse, surge un evento que nadie tenía en el radar a comienzos de 2020. Los analistas han vuelto a hablar de la aparición de un “cisne negro”, el nombre que recibe un imprevisto con consecuencias extremas en diversos frentes.

Temores fundamentados

Que ese es el caso actual, es algo que resulta incuestionable. Lo que muestran las estadísticas hasta la fecha es que el número de personas enfermas es elevado –más de 12.000 al momento de escribir esta nota- y avanza con más rapidez que en otros episodios similares. Dada la progresión exponencial observada, es válido hablar de la posibilidad de que el guarismo suba mucho más, lo cual explica la decisión tomada el jueves por la Organización Mundial de la Salud al declarar una alerta sanitaria global.

La realidad podría ser peor. Los índices de mortalidad –por ahora cercanos al dos por ciento– son menos inquietantes que cuando se dispararon las alarmas debido al síndrome respiratorio agudo grave (Sars, su acrónimo en inglés) en 2003, que ocasionó el deceso de uno de cada diez pacientes diagnosticados con el mal. No obstante, los científicos dicen que una mutación de cepas es factible, lo cual complicaría la efectividad de la respuesta ensayada y la búsqueda de tratamientos eficaces.(Le recomendamos: ‘El sistema no es perfecto, pero no es tan frágil ante el coronavirus’)

Dados los escenarios eventuales, no es de extrañar que los ceños fruncidos estén de vuelta. Un temor que nunca cesa entre los especialistas es que llegue una pandemia que desborde los sistemas de atención y ante la cual los tratamientos conocidos no funcionen. Por eso es que estos brotes se toman muy en serio y existen mecanismos de cooperación que, al menos en este terreno, operan relativamente bien.

Mientras arriban las soluciones, que al final desembocarán en una vacuna, hay costos que serán irrecuperables. Así lo refleja el comportamiento de los mercados de valores que, tras celebrar con euforia la tregua en la guerra comercial que fue suscrita en Washington a mediados de enero, son víctimas de una oleada de pesimismo.

​No solo las acciones en las principales plazas bursátiles borraron sus avances del año en días recientes, sino que bienes primarios como el petróleo también bajaron de precio. El oro, en cambio, se acerca a los 1.600 dólares por onza, comprobando que es uno de los refugios preferidos en épocas de incertidumbre.
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Los coletazos de la crisis llegaron hasta Colombia, en donde el dólar volvió a ganar terreno, tanto por la impresión de que las exportaciones disminuirán, como por una mayor aversión de los inversionistas a los activos de las naciones emergentes en general. Y ese sacudón puede volverse más fuerte, en caso de que la rápida expansión de los casos reportados continúe sin detenerse.

Por ahora las preocupaciones están relacionadas con la suerte del gigantesco aparato productivo chino, que representa el 16 por ciento de la economía global

Efecto dominó

Por ahora las preocupaciones están relacionadas con la suerte del gigantesco aparato productivo chino, que representa el 16 por ciento de la economía global. Que las cuarentenas y las limitaciones a la movilidad ocurran justo cuando en el país más populoso de todos se preparaban las celebraciones del año nuevo lunar, dejará pérdidas cuantiosas en múltiples sectores.

De un lado, están las afectaciones para cualquier negocio relacionado con viajes, atención al público o turismo. Son incontables los vuelos cancelados, al igual que las rutas de cruceros o tren congeladas, hasta nueva orden. Una a una, las aerolíneas internacionales más conocidas vienen anunciando ya sea la suspensión parcial o total de sus trayectos al otro lado del Pacífico, debido a las múltiples anulaciones recibidas y a los propios temores de las tripulaciones encargadas de llevar pasajeros de un lugar a otro.

Adicionalmente, las limitaciones impuestas por Estados Unidos o Australia, entre otros, a la hora de dejar entrar a su territorio a personas de otras naciones que hayan pisado territorio chino, golpeará todavía más la venta de tiquetes. Pasarán meses hasta que las naciones del sudeste asiático permitan el regreso de las excursiones que habían elevado el número de visitantes en destinos como Tailandia o Vietnam.(Lea también: Aumentan medidas de precaución ante propagación del coronavirus)

No menos importantes son los inconvenientes logísticos que vendrán, en un mundo en el cual los eslabones de las cadenas de abastecimiento están obligados a funcionar sin mayores sobresaltos. Aunque desconocida hasta hace poco para quien viva en otras latitudes, Wuhan es una metrópoli que alberga fábricas de todo tipo, con una fuerte presencia del sector automotor o de fábricas dedicadas a la elaboración de pantallas para televisión, computadoras y celulares. A menos que las restricciones se levanten pronto, será imposible mantener las máquinas andando y cumplir los pedidos, dando lugar a trastornos adicionales.

Nadie puede decir a ciencia cierta de cuánto sería el impacto. Un cálculo preliminar habla de que el crecimiento del Producto Interno Bruto de China –que ascendió a 14,3 billones de dólares en 2019- podría bajar al dos por ciento anual, durante el presente trimestre. Un guarismo de ese estilo sería una pésima noticia para una economía que el año pasado registró el menor aumento en tres décadas: 6,1 por ciento.

Parte del problema es que no se sabe cómo se va a desenredar la madeja. En condiciones normales la llegada del año de la rata habría llevado a una disminución de las actividades productivas durante casi una semana, pero ahora las autoridades prolongaron el regreso al trabajo en una tercera parte de las 31 provincias chinas hasta el 10 de febrero.(Amplíe la información: Estos son los países con casos confirmados del coronavirus)

Eso puede sonar manejable hasta que se tiene en cuenta que más de una tercera parte de la fuerza laboral de 775 millones de personas de la nación comunista, está constituida por trabajadores que son migrantes internos– chinos que se trasladan desde las provincias–. De seguir las limitaciones en movilidad, retomar el ritmo en decenas de miles de fábricas será imposible, lo cual afectará la productividad y el ritmo de los negocios.

Un dolor de cabeza allá, tendrá repercusiones en todos los confines del globo. La razón es que la demanda del principal importador de materias primas sería menor, lo cual se traduciría en menores cotizaciones para renglones como hidrocarburos, cobre, mineral de hierro o soya, que forman parte fundamental de lo que vende América Latina.

De manera inmediata, el golpe lo están asumiendo sectores como las compañías de aviación o el comercio, pues la afluencia a las tiendas se desplomó ante el temor de la gente de salir a la calle. Además, multinacionales como Starbucks o Apple prefirieron cerrar sus puntos de venta, al menos durante una semana.

¿Rebote o pérdida?

Quienes piden calma, señalan que en otras ocasiones el bache ha sido manejable. Por ejemplo, la gripe porcina que se sintió con particular dureza en México y ciertas partes de Estados Unidos durante 2009 afectó duramente los ingresos del sector turístico, pero no descarriló a la segunda economía más importante de América Latina.

Sin desconocer la magnitud de la emergencia, tampoco la causa principal de los males de Brasil en 2015 fue la epidemia de zika, así el flujo de visitantes a ciertas zonas de ese país disminuyera de manera importante o fuera obligatorio encontrar recursos para atender a miles de enfermos, incluyendo a madres gestantes y bebés víctimas de microcefalia. En lo que atañe al ébola, que azotó el Congo y volvió a aparecer recientemente, la afectación resultó mayor, aunque la precariedad es la norma en esa parte de África.(Le recomendamos: Vuelos con escala en Wuhan, más económicos por cuenta del coronavirus)

De vuelta a China, varios expertos subrayan que hace 16 años cuando se dispararon las alarmas por el Sars, el crecimiento se resintió de manera inmediata. Sin embargo, apenas disminuyó el nivel de alerta vino un auge de consumo que casi borró plenamente las pérdidas originales. Aparentemente, los meses de confinamiento fueron sucedidos por un apetito casi insaciable de compras y viajes.

En respuesta, los escépticos señalan varias cosas. La primera es que el peso del gigante asiático en la economía global es hoy en día cuatro veces más grande que en ese momento, por lo cual las réplicas atribuibles al coronavirus serán considerablemente más fuertes. En segundo término, está el poder de magnificación de las redes sociales, que posiblemente harán más difícil el retorno a la normalidad, entre otras porque la propagación de rumores y noticias falsas es mucho más rápida. Otro elemento tiene que ver con la afectación en la entrega de bienes terminados e intermedios en la industria, con repercusiones posibles a miles de kilómetros de la zona de la cuarentena.

Aun así, con la información parcial disponible, es de prever que las afectaciones económicas serán más manejables que devastadoras. Todo lo anterior, parte del supuesto de que no vendrán otras complicaciones de marca mayor en materia de mortalidad o variaciones del coronavirus. En caso de que el número de contagiados siga en aumento, la esperanza es que aparecerán tratamientos más efectivos y mecanismos de prevención que permitan alcanzar un techo más temprano que tarde.(De se interés: ¡Atención! No crea estas mentiras sobre el coronavirus)

Si ese acaba siendo el caso, la humanidad habrá superado otra prueba, aunque quienes saben de estos temas nunca dormirán tranquilos. La razón es que el riesgo de una plaga devastadora sigue vigente, justo cuando viene de cumplirse el primer siglo de la pandemia de la gripa española que al finalizar la primera guerra mundial acabó con más de veinte millones de vidas. Al menos en este tema, la acción internacional sugiere que las amenazas no se toman a la ligera.

RICARDO ÁVILA
ESPECIAL PARA EL TIEMPO
Davos (Suiza)

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