Tras el ‘brexit’, el Reino Unido ingresa a un mundo desconocido

Un profesor de historia de mi escuela creía que de todo hecho importante del pasado había que hacer un análisis tripartito de causas, pretextos y resultados.
Encolumnaba estos elementos en el pizarrón, y nos los teníamos que aprender de memoria: las causas de la guerra de sucesión española del siglo XVIII, los pretextos para la Revolución francesa, los resultados de la guerra de independencia de Estados Unidos, etcétera.
Pero la vida y el estudio posterior nos enseñan que las cosas no son tan simples. Las causas pueden ser una combinación de accidentes, ambiciones y coincidencias, sumadas a cambios económicos, sociales y tecnológicos más profundos. Evaluar con precisión los resultados puede ser igualmente difícil. Al fin y al cabo, la historia no suele poner punto final, y es difícil saber cuándo empiezan y terminan los efectos de un hecho importante.
En ese sentido, es probable que la salida del Reino Unido (RU) de la Unión Europea, que tuvo lugar el pasado 31 de enero, sea el hecho de la política nacional más importante de mi vida. Los entusiastas del brexit están furiosos porque el Big Ben (el famoso reloj de la sede del Parlamento en Westminster) está en reparación y no pudo saludar el acontecimiento con sus campanadas. Parece que lo tomarán como otro motivo de queja para sumar a la larga lista en la que basaron su campaña.
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Pero ¿qué se supone que debamos celebrar? Nadie parece saber lo que viene a continuación. El futuro está envuelto en palabrerías, pensamientos ilusorios y una clase de mendacidad que, al parecer, últimamente no se cobra ningún precio político.
Para empezar, los partidarios del brexit desestiman con ligereza la cuestión de los costos. Hace poco, Bloomberg Economics calculó que el brexit ya le costó a la economía británica 130.000 millones de libras (169.000 millones de dólares) desde el referendo de 2016, y que cuando el 31 de diciembre termine el período de transición, el país será otros 70.000 millones de libras más pobre. Otras fuentes creíbles han publicado cifras similares.
Pero ¿por qué creer algo que contradice el fervor cuasirreligioso del Reino Unido por el brexit? Los brexiteros ven cualquier cálculo económico desfavorable como un intento de rebajar al país. Sea como sea, insisten, el costo no importa, hemos recuperado la libertad. Tenemos otra vez el control.
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Pero ¿qué quiere decir eso exactamente?
Según Sajid Javid, ministro de Hacienda del RU, el país ya no tendrá que seguir las normas de la UE cuando salga del bloque. En vez de aceptar las reglas del mercado común o de la unión aduanera, podrá fijar reglas propias. Pero en 2016, siendo secretario de Estado para la empresa, Javid decía que si el RU abandonaba la UE, enfrentaría “una década de estancamiento e incertidumbre”.
¿Será que después del brexit tomaremos el control de una nueva narrativa que niega todo aquello que pensábamos y defendíamos antes?
También parece que podremos prometer una cosa en Bruselas y otra en Belfast. El acuerdo de salida alcanzado por el primer ministro Boris Johnson incluye una disposición que él mismo había rechazado explícitamente y que su predecesora, Theresa May, descartó, ya que su efecto es la aparente división del RU en mitad del mar de Irlanda. Mientras no exista un nuevo acuerdo comercial entre el RU y la UE, Irlanda del Norte seguirá siendo en la práctica parte de la unión aduanera y tendrá que controlar el movimiento de bienes entre sus puertos y el resto del RU.
Mientras no exista un nuevo acuerdo comercial entre el RU y la UE, Irlanda del Norte seguirá siendo en la práctica parte de la unión aduanera y tendrá que controlar el movimiento de bienes…
La UE insiste en que no puede haber excepciones, pero Johnson no deja de prometerlas. Asegura a los norirlandeses que Irlanda del Norte puede estar dentro y fuera de la unión aduanera a un mismo tiempo. La Iglesia cristiana primitiva apelaba a algo llamado consustancialidad en los debates sobre la naturaleza de un Dios uno y trino. Tal vez es lo que estén pensando los brexiteros con eso de que Irlanda del Norte puede estar y no estar: ¡un milagro!
¿Y el acuerdo comercial que el RU negocia con su mercado más importante estipulará una relación estrecha o distante? Solo hay dos cosas claras. En primer lugar, de aquí a que termine 2020 (fecha límite fijada por Johnson), es imposible alcanzar un acuerdo amplio, detallado y sofisticado. En segundo lugar, el precio de más acceso es una mayor conformidad con las normas de la UE. Es un hecho ineludible.
Hay que ver si todo esto tendrá alguna importancia, y si el Partido Conservador, que ahora es dueño total del brexit, terminará pagando un costo político. Pero también puede suceder que estas inquietudes caigan en el olvido al enfrentar dos peligros mucho mayores que nos depara el siglo.
El primero es el cambio climático, y la consiguiente lucha por conseguir que la dirigencia internacional se ponga de acuerdo para darle una respuesta eficaz
El primero es el cambio climático, y la consiguiente lucha por conseguir que la dirigencia internacional se ponga de acuerdo para darle una respuesta eficaz. El presidente estadounidense, Donald Trump, asegura que el calentamiento global es una patraña y, al parecer, la mayoría de los republicanos piensan lo mismo. Además, los gobiernos de Brasil, Australia y otros se escudan en los prejuicios anticientíficos de Trump, mientras suben las temperaturas y los mares y se multiplican los incendios. Los efectos del brexit todavía son inciertos, pero algunas de las consecuencias del cambio climático ya son evidentes.
En segundo lugar, el RU festejará su gloriosa independencia de las complicaciones de la cooperación internacional en un momento en que la hostilidad intelectual, política y económica entre la dirigencia comunista de China y las democracias liberales es cada vez más patente. La democracia liberal no sobrevivirá si no se defiende. Y no nos engañemos: la sociedad abierta conforme al Estado de derecho, de las Américas a Europa, África y Asia, está en la mira hostil de China. El RU eligió un tiempo extraño y peligroso para decidir que era hora de andar solo.
CHRIS PATTEN*
Excomisario de asuntos exteriores de la Unión Europea.
Project Syndicate