Elecciones, una pelea que Trump arrancó ganándoles a los demócratas

Si en noviembre de este año Donald Trump termina ganando los comicios presidenciales y los republicanos consolidan su poder en el Congreso, muchos verán esta semana que acaba de terminar como el momento en el que quizá se selló esa victoria.

Y no necesariamente por la absolución en el Senado este miércoles, cuando todo el Partido Republicano, excepto el excandidato presidencial Mitt Romney, votó en contra de los dos artículos de destitución que la Cámara de Representantes aprobó el año pasado.

Mal o bien, se sabía desde el comienzo que era misión imposible conseguir los 67 votos (de 100) que se requerían para destituir a Trump, y menos en un órgano controlado por el partido del presidente.

Lo que estaba en juego era el corazón de la opinión pública, con los dos ojos puestos en los resultados de noviembre próximo. Una partida que, de momento, los demócratas van perdiendo de manera estrepitosa.

Quien mejor lo explica es David Von Drehle, experto en elecciones y columnista de The Washington Post. “El veredicto del juicio de destitución ya lo conocemos. Y no fue la votación en el Senado, que era absolutamente predecible. Cuando este proceso arrancó en septiembre, la popularidad de Trump estaba por debajo del 39 por ciento, de las peores en la historia. Cinco meses después, de acuerdo con un sondeo de Gallup, ha llegado al 49 por ciento, la más alta de toda su presidencia”, dice Von Drehle.

Tres puntos más alta que la que tenía Barack Obama en el 2012 cuando buscaba hacerse reelegir y terminó ganando sin mayores dificultades.

Cinco meses después (del inicio del juicio político), de acuerdo con un sondeo de Gallup, (Trump) ha llegado al 49 por ciento (de popularidad), la más alta de toda su presidencia

Las explicaciones son varias. Por un lado, el presidente y su entorno vendieron de manera efectiva la idea de que los demócratas solo buscaban un pretexto para destituir a Trump y desconocer los resultados electorales del 2016. Eso, a pesar de que fueron varios los senadores del Partido Republicano los que terminaron admitiendo que Trump sí era culpable de lo que se le acusaba, pero no suficiente como para castigarlo con la pena máxima.

Para Von Drehle, la narrativa de que el proceso de destitución era un ejercicio partidista, provocó un cierre de filas en torno al presidente, que pasó de controlarlo a ser su rey absoluto.

Y agitó a las bases, que siempre le han sido leales, pero mucho más ahora cuando su presidencia estaba en peligro.

De paso, el ‘impeachment’, al parecer, debilitó al exvicepresidente Joe Biden, que se suponía era el candidato demócrata con más opciones para derrotarlo en noviembre. Si bien la carrera por la nominación de este partido acaba de comenzar, el cuarto lugar que obtuvo Biden en el caucus de Iowa lo deja mal herido.

Lo cual es toda una ironía, pues el epicentro de la saga ucraniana es que Trump buscaba golpear a Biden a través de la apertura de unas investigaciones en su contra que finalmente nunca se concretaron.

Es decir, al denunciar el caso, fueron los mismos demócratas los que pusieron en la picota el nombre de Biden y terminaron haciendo la tarea que Trump les quería asignar a los ucranianos.

Por si fuera poco, los demócratas se dieron otro tiro en el pie esta semana con el caótico inicio de su proceso electoral, que se demoró tres días para dar a conocer el nombre del ganador en Iowa y que los hizo lucir como un partido desorganizado, en crisis y sin un líder claro en el proceso de nominación.

El presidente redondeó su faena con un discurso sobre el estado de la Unión en el que hizo énfasis del buen momento por el que atraviesa la economía estadounidense gracias a las políticas que viene implementando desde hace tres años.

Si bien fueron muchos los analistas que subrayaron cómo Trump se atribuyó triunfos que no le correspondían y exageró en varios frentes, el resultado fue muy poderoso: mientras los demócratas se concentraban en tratar de destituirlo, el producía resultados, como la tasa de desempleo más baja en 50 años y la generación de millones de nuevos empleos.

Una fórmula que se vende muy bien. “El mensaje de Trump es: ‘Puede que no estén de acuerdo conmigo en todo. Pero miren lo que he logrado, miren sus billeteras, y piensen si están dispuestos a reemplazarme por el miembro de un partido que ni siquiera sabe contar votos’”, sostiene Brad Pascale, jefe de la campaña de reelección del presidente.

Los demócratas, a su vez, la tienen difícil de aquí en adelante pues deben decidir, y pronto, si continúan por el sendero de las investigaciones contra Trump y enfocan su campaña electoral en un referendo de su gestión o pasan la página y se concentran en temas que le importan a la gente, como el cubrimiento de salud o las pensiones.

Y de haber ganado la Cámara en las elecciones del 2018, enfrentan hoy el prospecto –producto del proceso contra Trump– de volverla a perder. Lo cual los dejaría en una minoría absoluta con otros 4 años de Trump al frente de la Oficina Oval.

Por supuesto, de aquí a las elecciones faltan nueve meses y cualquier cosa aún puede pasar. Especialmente con un Trump que se ha pasado estos tres años de un escándalo a otro.

Fuentes cercanas al Partido Demócrata recuerdan, también, que los buenos números que hoy registra el presidente son un pico producto de dos o tres semanas positivas, pero volverán a bajar una vez la carrera demócrata enderece su rumbo y emerja un contrincante claro para las presidenciales.

Como recordó en estos días Nancy Pelosi, líder del partido en la Cámara, a veces el que ríe de últimas ríe mejor. Por ahora, sin embargo, la sonrisa más visible es la de Trump.

SERGIO GÓMEZ MASERI
Corresponsal de EL TIEMPO
Washington

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