Nueva York entra a sus dos semanas más críticas de la pandemia
La Segunda Guerra Mundial. De acuerdo con el secretario General de la ONU, António Guterres, es este terrible evento del siglo XX el único ejemplo con el que se puede comparar la actual crisis que está provocando el coronavirus en el mundo entero.
Y Estados Unidos lo corroboró de primera mano esta semana. Especialmente en la ciudad de Nueva York, que se ha convertido en el foco de la pandemia en este país y donde ya ha comenzado a reinar el caos.
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Al cierre de esta edición en EE. UU. ya había más de 300.000 casos confirmados de coronavirus (un tercio del total del planeta) y más de 8.000 muertos. Unos 60.000 de ellos, o el 20 por ciento, se han presentado en el área metropolitana de esta ciudad, donde han perecido 1.500 personas y los hospitales no dan abasto para atender a tantos pacientes (el estado de Nueva York tiene más de 113.000 afectados y ayer registró el récord de 630 decesos en 24 horas).
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Pero la situación está a punto de ponerse mucho peor. El pico de la enfermedad en esta zona no se espera sino hasta mediados de abril (en dos semanas). Para entonces, en el estado se estarán muriendo 1.000 personas diarias, en su mayoría en la Gran Manzana.
Es muy simple. Una persona llega a la unidad de cuidados intensivos y necesita un respirador o muer
Este martes, según los cálculos del gobernador Andrew Cuomo, el estado, pero especialmente la ciudad de Nueva York, llegará a su capacidad máxima en el uso de respiradores para los enfermos. Es decir, a partir de ese momento y mientras llegan nuevos, los doctores tendrán que comenzar a decidir a quién se los ponen y a quién no basados en sus oportunidades de supervivencia.
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“Es muy simple. Una persona llega a la unidad de cuidados intensivos y necesita un respirador o muere”, dice Cuomo. De momento, en todo el estado hay unos 4.000, pero requieren por lo menos 3 o 4 veces esa cantidad para poder capotear la tormenta que se avecina. Y si bien ya compraron otros 17.000 de China, estos no han llegado todavía. Entre otras cosas porque tanto el gobierno federal como otros estados están compitiendo entre ellos para obtenerlos de primera.
Pero no es solo eso. En los hospitales se han comenzado a acabar recursos vitales como máscaras, guantes y hasta comida. El cálculo de las autoridades es que al menos necesitan 76.000 camas de hospital y de ellas, 12.000 para cuidados intensivos, pero solo tienen 13.000 y 800 respectivamente. Eso a pesar de los esfuerzos que vienen haciendo la ciudad y el estado para construir y adaptar edificaciones que sirvan como hospitales temporales.
Uno de ellos en Central Park y otro en Flushing Meadows, Queens, donde se juega el famoso US Open de tenis. Desde esta semana también comenzó a operar un hospital móvil que se armó en el Centro de Convenciones Jacob K. Javits, en Manhattan, y atracó en el puerto el USS Comfort un barco hospital a donde serán trasladados todos los pacientes que necesiten atención por casos distintos al coronavirus.
Donald Trump aseguró que se espera que el pico de muertes por coroanvirus en EE. UU. sea en dos semanas.
Este diario pudo constatar, a su vez, varias instancias de pacientes que se estaban recuperando, pero fueron devueltos a sus casas porque no había cómo alimentarlos.
Y ya han comenzado a circular fotos de retroexcavadoras siendo utilizadas para transportar cadáveres y camiones refrigerados donde se les ubica mientras se procesan sus entierros.
Tan grave es la situación en este estado y ciudad que se suspendieron las pruebas para detectar el virus. “Cualquiera que tenga síntomas de gripa debe asumir que tiene la enfermedad porque es lo más probable”, sostiene Bruce Farber, jefe de Enfermedades Infecciosas en Northwell Health, una red que maneja 23 centros médicos a lo largo del estado.
No en vano la luz en la cúspide del Empire State Building, que se suele usar para mandar mensajes a la ciudadanía, está en rojo desde hace varios días.
Pero lo de Nueva York es solo la punta del iceberg. Otros estados del país van en una trayectoria similar, aunque con algunas semanas de atraso. Lo cual indica que todavía están lejos de llegar a su pico, previsto para mayo o junio. Entre ellos Ohio, Míchigan, Illinois,Florida y Luisiana.
No hay duda de que Estados Unidos dejó escapar la oportunidad para anticiparse al coronavirus
La situación se ha tornando tan crítica que esta semana el presidente Donald Trump, tras meses de minimizar el impacto del coronavirus en el país, aceptó finalmente que se viene una avalancha.
Según Trump, en los próximos meses podrían morir entre 100.000 y 200.000 personas. Y pidió a todos los estados entrar en cuarentena al menos hasta el 30 abril. Un cambio del cielo a la tierra para alguien que hasta hace poco equiparaba el coronavirus con la influenza y decía que la situación estaba bajo control.
Aún así, el presidente se negó a aceptar responsabilidad por su tardía respuesta y culpó a los estados por no haberse preparado en su debido momento. Eso a pesar de numerosos reportes de varias instancias de su gobierno que venían advirtiendo desde enero sobre el enorme impacto que tendría la propagación del virus.
“No hay duda de que Estados Unidos dejó escapar la oportunidad para anticiparse al coronavirus”, decía esta semana en una columna de opinión Bill Gates, dueño de Microsoft y filántropo que ha invertido parte de su fortuna ayudando precisamente a enfrentar este tipo de epidemias en el mundo.
A pesar de eso, algunos estados, por su propia cuenta, han demostrado la efectividad de reaccionar a tiempo y con agresividad.
Uno de ellos fue California, donde se reportó el primer caso en enero 25 y hoy día cuenta con 10.000 casos y unos 250 muertos. A pesar de albergar a más del 10 por ciento de la población de EE. UU. (39 millones), sus casos representan menos del 3 por ciento del total. Eso gracias a fuertes medidas de distanciamiento social que se tomaron desde el primer momento y le han permitido aplanar la curva de contagios y limitar las muertes.
A diferencia de otros como Florida, donde el primer caso se detectó un mes después (1.º de marzo), pero hoy ya tiene casi la misma cantidad de casos que California a pesar de tener la mitad de su población (21 millones).
SERGIO GÓMEZ MASERI
Corresponsal de EL TIEMPO
WASHINGTON