Entornos urbanos impactan en calidad y expectativas de vida de latinoamericanos

La ubicación de una vivienda en Latinoamérica según el código postal puede predecir la expectativa de vida de sus habitantes; ciudades como Bogotá, San Salvador, Lima, Ciudad de México, Santiago de Chile o Buenos Aires por mencionar algunas indican riesgos diferenciales para la salud y por ende marcan las expectativas de vida, las que pueden variar de hasta por más de una década.

Los estratos sociales y las formas en que se fueron desarrollando las urbes latinoamericanas ofrecen para algunos espacios idóneos para tener una calidad de vida superior, pero para otros en las periferias, sin servicios básicos y viviendas en condiciones mínimas como -la gran mayoría- las condiciones son adversas. Esta población también debe sortear kilométricas travesías durante horas de transporte público para poder llegar al trabajo en la ciudad.

Bajo esa línea, una investigación presentada en formato de documental en días recientes por el Banco Interamericano de Desarrollo (BID) bajo el título ‘Salud y Ciudad’ ofrece una mirada a una problemática generalizada que se aborda desde diferentes perspectivas a partir del entorno urbano.

“Cuando se habla de las enfermedades crónicas no transmisibles en Latinoamérica en lo primero que se piensa es en la dieta, en la actividad física, y en los factores de riesgo y genéticos; pero en realidad los determinantes más importantes, incluso de las enfermedades crónicas, tienen que ver con el entorno”, dice Ana Diez Roux, epidemióloga y decana de la Escuela de Salud Pública de la Universidad de Drexel, en Pensilvania.

Esta experta que participa desde hace cinco años en el estudio Salud Urbana en América Latina (Salurbal) el que abarca 11 países de la región, “y casi 400 ciudades” del continente en las que se trabaja “para entender mejor qué factores afectan a la salud en las ciudades latinoamericanas” dice que le metodología ha llevado a comparar entre sí diferentes urbes y también los códigos postales de las mismas y como resultado han descubierto diferencias notables.

Los datos compilados -según Diez Roux- les llevan a plantear que “la inequidad es un factor determinante de la salud y de las desigualdades” en el continente, y comparar ciudades y barrios de una misma urbe han encontrado las diferencias que marcan los entornos de vivienda.

La investigadora expone datos de ciudades como San José, Costa Rica, de un barrio acomodado y por ende con mayores expectativas de vida que para los hombres, se calcula en 80 años, las zonas menos favorecidas de esa misma ciudad centroamericana la expectativa de vida baja a 74 años. Igual puede verse en urbes como Santiago, en Chile, que la expectativa más baja es de 70 años y en las zonas pobres, pero a unas cuantas calles en áreas de mayor ingreso la expectativa de vida sube al rango de «entre 79 y 85 años», según la experta en este caso «se puede hablar de una diferencia de hasta 15 años».

Carolina Piedrafita, coordinadora de la Red de Ciudades del BID, y parte del proyecto documental, comenta a la Voz de América que esta investigación se enfoca en un aspecto clave y poco estudiado para entender la problemática a nivel regional sobre cómo los entornos urbanos son determinantes.

Explica que sobre “los entornos” otras disciplinas relacionadas con la medicina se han adentrado y llegado a determinar que “más de la mitad de los resultados de la salud de una persona lo define el entorno; de dónde se vive y cómo se vive”, pero no era un tema que se hubiera explorado en su dimensión amplia desde un organismo multilateral como el BID.

“Todo este marco completo de dónde está tu barrio, cuán seguro es tu barrio, cuán accesible es la ciudad, cuán estigmático es vivir en un asentamiento informal y cuál es tu acceso a la salud y educación de calidad, todos esos factores que inciden en la calidad de vida y la salud de una persona no están tan claros”, explica Piedrafita.

Esta experta dice que esta investigación abre una ventana para llamar a reflexionar sobre problemas estructurales, pero también para comprender las dinámicas en las ciudades latinoamericanas que han experimentando en los últimos 50 años un crecimiento acelerado y de migraciones del campo a la ciudad.

Pidrafita sostiene que ver de forma transversal toda la problemática y cómo impacta la salud «debería ser más conocido» para todas las personas que trabajan en las políticas de desarrollo urbano.

Viajes diarios «del tercer mundo al primer mundo»

El arquitecto Alejandro Aravena, Premio Pritzer 2016, parte de los expertos entrevistados para la producción fílmica, le dice a la VOA que la ciudades latinoamericnas «reflejan de manera concreta, cotidiana y brutal» las desigualdades sociales.

Pone como ejemplo su ciudad Santiago, donde asegura que aproximadamente un 75 % amanece en «el tercer mundo, se desplaza durante el día al primer mundo» para hacer actividades como educación, compras y hasta entretenimiento y «vuelve al final del día a ese tercer mundo» característicos de las ciudades latinoamericanas, donde se suma la desigualdad y la segregación.

Para este experto ese tránsito por los diferentes segmentos «va acumulando una especie de rabia e injusticia» que se va acumulando y que termina en estallidos sociales como los vistos en varias urbes sudamericanas en los últimos años «y esto tiene consecuencias sobre la salud mental», apunta.

Si a ello se suma los sistemas de transporte público que «son muy ineficientes» por la contaminación que emiten entra otro factor de riesgo como las enfermedades respiratorioas que «llevan a colapsar hospitales» por esas enfermedades, especialmente en niños.

«Para movernos de esa ciudad de tercer mundo al primer mundo con enormes masas de personas tenemos consecuencias sobre la contaminación que no es un problema de algunos, es problema de todos y que no se puede resolver de manera individual», apunta Aravena.

La salud mental en las urbes

El neurocientífico Agustín Ibánez, director del Instituto Latinoamericano de Salud Cerebral, de la Universidad Adolfo Ibáñez, en Chile, habla con VOA sobre las investigaciones y los indicadores de salud cerebral y cómo las condiociones de vivienda impactan en la calidad de vida y potencian enfermedades por la sobreexposoción al estrés, entre otros factores.

Ibáñez apunta que responder a la pregunta de cómo las ciudades y la vida urbana «impactan en la salud cerebral y mental» no se puede atribuir a un sólo origen, sino que la conforman un conjunto de situaciones y disciplinas que se han acercado a abordarlo. Entre estos dice este neorucientífico se encuentran «los determinantes sociales de la salud» que plantean los determinantes estructurales.

Esas condiciones de dónde vives, qué comes, cuánto duermes, ya han demostrado con antelación que «impactan en los niveles de respuesta al estrés y de toxicidad», y a eso se agrega la contaminación ambiental que ha demostrado que «tiene efectos patológicos para la demancia» y para el desarrollo de enfermedades de terioro neuronal.

Lo más reciente según Ibáñez en esta tendencia de estudios es el impacto que tienen «la naturaleza y los contextos verdes en el sentirse bien y en la salud cerebral».

«La exposición a la naturaleza, el desarrollo de los espacios verdes está asociado con sentirse mejor de forma bastante sistemática, y entre estos destaca el hacer ejercicio al aire libre como prevención de la salud; pero para hacer ejercicio hay que tener paradóficamente tiempo y recursos», algo inalcansable para una gran mayoría de latinoamericanos.

En gran parte de los asentamientos urbanos en las áreas periféricas de las urbes latinoamericanas, los espacios verdes se estiman en un metro cuadrado por cada habitante, la Organización Mundial de la Salud (OMS) recomienda entre siete y nueve metros cuadrados; en los barrios acomodados de ciudades latinoamericanas como Santiago se calcula en 18 metros por habitante, la media regional según datos del BID es de 3,5 metros por habitante.

En ciudades europeas como Londres, esa proporción aumenta hasta los 40 metros cuadrados de zona verde por habitante.

La presión sobre la vivienda

El arquitecto Alejandro Aravena agrega que factores como el hacinamiento han escapado a las capacidades de los Estados latinoamericanos para resolver el problema por una creciente demanda de desplazamientos desde las zonas rurales a las ciudades.

«El proceso de urbanización del planeta en Latinoamérica empezó quizá antes que en otras partes del mundo hay una urbanización superior al 80 % desde los años 70 en adelante» apunta, las que superan a Asia y África en este tipo de desplazamientos y de crecimiento de las ciudades, que ha llevado a complicar el problema.

Dice que esas movilizaciones masivas «a una escala muy grande y a alta velocidad y con pocos recursos» presionó hacia la cantidad de viendas construidas y la calidad de esas.

«Si usted no puede responder de manera coordinada desde los Estados e incluso desde los mercados a esa escala, su alternativa es el asentamiento informal, no es que la gente deje de venir a las ciudades, viene igual, pero vive de manera muy mala», apunta.

Y ahí entra una pregunta clave -dice Aravena- como por qué viene la gente a las ciudades, -lo hace según este experto- porque aún si la calidad de vida es muy mala, «la expectativa de mejoría, de tener acceso a oportunidades de trabajo, de educación de salud de transporte o recreación es más alta que si no está en ellas», comentó el arquitecto a la VOA.

El arquitecto explica que aún bajo la presión la ciudad debe verse como «un vehículo potente de creación de riqueza» y en principio facilitaría a los Estados «nivelar la cancha» para la entrega de servicios básicos al tener la población en mayor concentración, y que tendría efecto sobre la salud.

El reto de la ciudad cercana

Las ideas para acercar las fuentes de trabajo a los ciudadanos o facilitar los mecanismos para que los trabajadores de las periferias mejoren la mobilidad adquiere un valor incalculable que determinaría en cambio sustancial en la calidad de vida, comenta el neurocientífico Agustín Ibáñez a la VOA.

«Si uno mira los grandes números, el grueso de la población trabajadora en las ciudades se pierde entre dos y cinco horas al día «solo viajando de donde vive a donde tiene que trabajar» y esto impacta tremendamente primero porque es tiempo perdido», además de imponer el sedentarismo al estar sentado en un colectivo y lo más difícil para las personas es que se somenten a tiempo perdido durante esos tiempos en el transporte público.

La idea de la «ciudad de los 15 minutos es muy saludable», al permitir utilizar transportes alternativos como bicicletas, caminar y además reduce los costos en consumos de energías en tiempos de sustentabilidad.

«Con las nuevas tecnologías se puede reorganizar las ciudades para hacerlas más saludables, en algunos niveles hay asuntos de desigualdad estructural que ya pasan por inversiones a largo plazo y regulaciones gubernamentales, pero hay un montón de cosas que se pueden hacer hoy en día»para avanzar, comenta el Ibáñez.

Los estudios también demuestran que hay un aumento en cuadros de problemas de salud mental en las ciudades latinoamericanas, comparado con entornos rurales, los que tendrían concordancia con los retos de los ciudadanos para vivir en esos espacios bajo fuerte presión por diferentes causas.

El documental «Salud y Ciudad» explora con las voces de los expertos y ciudadanos de las Américas temas cruciales como la pobreza, la marginalidad, el hacinamiento, la habitabilidad, el transporte y el estrés entre otros, tópicos.

Se calcula que el 85 % de las muertes prematuras ocurren en países de ingresos bajos y medios como los latinoamericanos, que se consdieran dentro del rango de enfermedades no transmisibles sobre todo en zonas donde predomina la pobreza.

[Las imágenes que ilustran las entrevistas a los expertos realizadas por la Voz de América son parte del documental «Salud y Ciudad» por cortesía del BID]

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