Retrato del ‘Mencho’, el mayor traficante de drogas del mundo
Pablo Escobar Gaviria y Joaquín Guzmán Loeira, el ‘Chapo’, son, para el gran público, los grandes nombres de la historia del narcotráfico.
Otros imprimieron su sello y tienen su lugar en el infame escenario del crimen organizado basado en el contrabando de estupefacientes, como Ismael el ‘Mayo’ Zambada; Amado Carrillo, el ‘señor de los Cielos’, o los hermanos Jorge, Juan David y Fabio Ochoa, que están entre los fundadores del cartel de Medellín, o Gilberto y Miguel Rodríguez Orejuela, iniciadores del de Cali.
Todos esos, de una u otra manera, quedaron fuera de circulación. Sus organizaciones languidecieron o cambiaron de manos, con menos presencia que las que tenían con sus antiguos líderes. Pero, hoy, el narcotráfico tiene un nombre. No es Pablo ni es el ‘Chapo’. Hoy, el rey del narcotráfico es el ‘Mencho’, Nemesio Rubén Oseguera Cervantes, líder del cartel Jalisco Nueva Generación (CJNG), uno de los más sangrientos de México.
En 2018, la Procuraduría General de la República (PGR) de México ofrecía poco más de US$ 1,5 millones por información útil para atraparlo, acusado de delitos relacionados con la criminalidad organizada, narcotráfico y homicidios. Y la DEA, la agencia antidrogas norteamericana, promete pagar 10 millones de dólares a quien aporte datos concretos que conduzcan al arresto del ‘Mencho’.
Oseguera Cervantes, nacido en Michoacán el 17 de julio de 1966, tiene una larga trayectoria criminal ligada al tráfico de drogas hacia los Estados Unidos. De hecho, una de sus imágenes más icónicas, en las que aparece con un abultado peinado, con pelo castaño oscuro encrespado y camisa de jean gastada, fue tomada por el Departamento de Policía de San Francisco en 1986, que lo arrestó cuando él solo tenía 20 años, por venta de heroína, hecho por el que fue condenado a tres años de cárcel.
Pero el ‘Mencho’ no se quedó quieto. No tuvo escrúpulos y no ahorró violencia en su explosiva expansión. Como parte de una célula del llamado cartel del Milenio, organizó y encabezó el ejército de sicarios que se propuso exterminar a uno de los clanes criminales más activos y sanguinarios de México: los Zetas, un grupo paramilitar dedicado tanto al terrorismo como al narcotráfico fundado por Osiel Cárdenas Guillén y que tuvo entre sus últimos grandes líderes a Miguel Ángel Treviño Morales, el ‘Z40’.
Y no se quedó solo en la violencia: su matrimonio con Rosalinda (González Valencia) le permitió sellar un pacto familiar y de negocios con Abigael González Valencia, el jefe del clan de Los Cuinis, que se convertiría en el brazo financiero del cartel de Jalisco Nueva Generación y que, en su estrategia de lavado de dinero internacional, llegó a asentarse en Puerto Madero y en Punta del Este.
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Nemesio se insertó, así, en el corazón de ese clan encabezado por Abigael González Mendoza y Estela Valencia Farías, que con sus 18 hijos eran una familia pobre que cultivaba aguacates en Aguililla, Michoacán, hasta que, en los años 70, olieron los vientos de cambio y reemplazaron los aguacates por la marihuana y la amapola, materia prima para la fabricación de opio y heroína. El viraje llevó a los varones González Valencia a migrar hacia la costa oeste de los Estados Unidos para afianzar las rutas de tráfico y comercialización de la droga que ellos mismos producían. Con ellos se fue el ‘Mencho’, ya enamorado de Rosalinda.
‘El Mata-zetas’
Veinte años después de aquel arresto en San Francisco, el ‘Mencho’ no solo había logrado exterminar a sus archienemigos, los Zetas –victoria que le valió el apodo de ‘el Mata-zetas’–, sino que, gracias a fusiones y apropiaciones de carteles derrotados, se había erigido como la cabeza del cartel de Jalisco Nueva Generación.
Todavía tenía rivales de peso en la logística del tráfico de drogas hacia el norte, el más importante para los narcos mexicanos. El cartel de Sinaloa, por ejemplo, que expandía sus negocios desde la costa norte del Pacífico bajo el mando del ‘Chapo’ Guzmán.
Y para mostrar sus intenciones, el ‘Mencho’ “se le plantó” al que, para entonces, era el enemigo público número uno de la DEA. En el verano boreal de 2016, una célula de los “mata-zetas”, armados hasta los dientes, irrumpió en La Leche, un restaurante de lujo de Puerto Vallarta en el que un joven millonario festejaba su cumpleaños.
Con sus fusiles de asalto fueron hasta la mesa vestida de blanco e iluminada por las velas, y rodearon a los 17 comensales. Sorprendidos, nadie amagó siquiera a moverse. Obligaron a uno de ellos a arrodillarse, lo patearon en las costillas y lo doblegaron; a otro le ordenaron que se levantara y marchara; se los llevaron en dos enormes SUV (camionetas) negras. Sin disparar un solo tiro, y en una operación que no les demandó más que dos minutos, las huestes de Oseguera Cervantes secuestraron a Iván y Jesús Alfredo Guzmán, los hijos del ‘Chapo’, que consiguió que los liberaran por “dos millones de dólares y muchísima droga”. A partir de ese golpe, comenzó a convertirse en leyenda.
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Un año después, agentes de la DEA comenzaban a decir: “Antes era el ‘Chapo’; ahora, el ‘Mencho’ ”. El cartel de Jalisco Nueva Generación empezó a convertirse en la quintaesencia del narcotráfico transnacional. Establecieron rutas de tránsito hacia los Estados Unidos, Europa, América del Sur, Asia, África, y con su ejército armado custodió esa logística, combatió a rivales y eliminó a traidores. Los cientos de cuerpos que aparecieron en tumbas gigantes en distintas partes del territorio mexicano son atribuidos a las venganzas de los sicarios de Oseguera Cervantes.
“Esto es estilo Isis”, dijo a la revista Rolling Stone un agente de la DEA que ha investigado al cartel. “El modo en el que matan a la gente, los impresionantes números, no tiene parangón ni siquiera en México”.
A fines de 2016, un informe de la Procuraduría General de la República de México revelaba que el CJNG era “la agrupación con mayor expansión en el país y la menos golpeada por parte de las fuerzas de seguridad”. A su presencia inicial en cuatro Estados –Jalisco, Colima, Michoacán y Veracruz– le sumó, en menos de media década, el dominio del territorio en Baja California, Baja California Sur, Tamaulipas, Zacatecas, Guanajuato, Nayarit, Guerrero y Morelos. Se da por hecho que tuvo, también, presencia en la Ciudad de México, pero los rastros de esas operaciones desaparecieron de los informes de la fiscalía.
El ‘Mencho’, líder brutal de la organización criminal de mayor preeminencia en México, es casi un fantasma. Cultiva tanto la ultraviolencia como el perfil bajo. Y no duda a la hora de deshacerse de quienes intentan meter las narices en sus negocios o husmear sus operaciones.
El 15 de mayo de 2017 fue asesinado el periodista Javier Valdez Cárdenas, corresponsal en Sinaloa del diario La Jornada. Un auto se le cruzó en el camino en el centro de Culiacán y los sicarios lo acribillaron. Su homicidio fue atribuido al cartel de Jalisco Nueva Generación.
Un ‘fantasma’
Un año después, la policía creyó haber abatido al nuevo enemigo público número uno de México.
El 23 de marzo de 2018, un helicóptero artillado del Ejército detectó un convoy en el que iban Oseguera Cervantes y su custodia. Informaron que las ráfagas de la aeronave habían cobrado la vida del ‘Mencho’. Pero, muy pronto, la información fue desmentida; primero, por la TV, y luego, por la propia Procuración General de la República.
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La venganza llegó pronto: ese mismo año, gatilleros del CJNG atentaron contra un exfiscal en la puerta de un restaurante de Guadalajara. La Procuraduría General de la República aumentaba la recompensa para buscar atraparlo; la cabeza del ‘Mencho’ ya valía más que la del Mayo Zambada, sucesor del ‘Chapo’ Guzmán al frente del cartel de Sinaloa.
En julio de 2019, el Secretario de Seguridad Pública del estado de Michoacán, Martín Godoy Castro, murió cuando se estrelló el helicóptero en el que viajaba desde Morelia hacia Huetamo, en Michoacán, corazón del poder de los de Jalisco. La Justicia consideró que no había sido un accidente, sino un atentado, y que el ideólogo no era otro que el ‘Mencho’.
Ni siquiera la detención de Rosalinda, acusada de lavado de dinero y atrapada en un operativo de la Armada en Zapopan, Jalisco, a mediados de noviembre de 2021, melló la actividad del CJNG, que para entonces ya había virado al negocio del tráfico de metanfetaminas hacia el norte, mucho más redituable que el de la cocaína o la heroína. De hecho, dos días después del arresto de ‘la dama’, Laisha Michelle Oseguera González, hija de Rosalinda y Nemesio, secuestró a dos efectivos de la Secretaría de Marina de México, en audaz represalia.
Rosalinda, acusada de “supervisar los recursos financieros y legales” del cartel de Jalisco, incluidas 70 empresas y recursos y bienes por valores multimillonarios, pagó y fue excarcelada bajo fianza, mientras sigue un largo proceso que ahora entró en su etapa de juicio. Ni siquiera eso hizo salir de su encierro al ‘Mencho’, un fantasma astuto y cruel, el más poderoso narco en actividad.
FERNANDO RODRÍGUEZ
LA NACIÓN (ARGENTINA) – GDA
@LANACION
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