Los desafíos que enfrenta Joe Biden para lograr la reelección en Estados Unidos
Con seguridad ha tenido peores semanas, pero estas últimas, sin lugar a dudas, son las más difíciles que ha debido enfrentar el presidente de Estados Unidos, Joe Biden, en los dos años y medio que lleva en la Casa Blanca.
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La crisis más inminente que encaraba era un posible cierre del Gobierno federal a partir de hoy.
Si no se logra un acuerdo con los republicanos en la Cámara de Representantes para aprobar un presupuesto de gasto que financie las actividades del gobierno, Estados Unidos entraría en “shutdown”, el término que se usa para describir la parálisis que seguiría cuando dejen de fluir los recursos que se usan para pagar los sueldos y costos de operación.
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Pese a la presión, este sábado a final de la tarde parecía que se iba a lograr un acuerdo de último momento entre demócratas y republicanos en el Congreso para aprobar un presupuesto de gasto para financiar las actividades del Gobierno.
La Cámara de Representantes ya había dado luz verde para extender la financiación por 45 días más, pero aún faltaba el visto bueno del Senado, algo que parecía probable que también parecía probable en la noche de este 30 de septiembre. Sin embargo, en todo caso, la crisis quedaría en suspenso hasta mediados de noviembre.
En teoría, más de 3.5 millones de empleados federales dejarían de recibir sus cheques y serían enviados a casa mientras se soluciona el impasse. Algunos, los considerados críticos, como los militares, tendrían que seguir trabajando, pero sin sueldo.
Si bien no es un escenario nuevo -en el pasado se han presentado otros “shutdowns”, uno de 34 días con Donald Trump en 2018 y otro de 21 días con Bill Clinton en 1995-, sí es uno muy delicado con alto impacto político y económico.
Sobre el papel, se trata de una crisis artificial causada por los republicanos. O más bien, por un sector extremo de este partido en la Cámara baja.
En junio, cuando Estados Unidos se encaminaba a otra debacle ante el posible incumplimiento de sus obligaciones financieras, Biden llegó a un acuerdo con Kevin McCarthy, el líder de la colectividad en este órgano, para elevar el techo de la deuda y garantizar la financiación del gobierno por varios meses a cambio de concesiones.
Pero ahora, ese sector del partido reclama nuevas concesiones y se resiste a aprobar un paquete de gasto para mantener al gobierno funcionando. Reclaman, entre otras cosas, la aprobación de toda una serie de medidas migratorias que no hacían parte del acuerdo original y que los demócratas no respaldan.
La Casa Blanca piensa que el público estadounidense, como ha sucedido en el pasado, le pasará la cuenta de cobro al Congreso y por lo tanto a los republicanos por ser ellos los que están incumpliendo lo pactado y bloqueando el pago de sus salarios.
Sin embargo, a Biden tampoco le conviene quedarse maniatado por un tiempo indefinido o un nuevo choque tendrá la recuperación económica.
La apuesta de estos republicanos, al parecer, es enfocar la atención hacia la otra gran crisis que sacude al presidente. La semana pasada se reveló que las detenciones en la frontera sur se dispararon en más de un 34 por ciento durante el mes de agosto.
Algo que se vio constatado por las hordas de migrantes que se entregaron a las autoridades en Texas pidiendo asilo y que están haciendo colapsar el sistema. Los centros de detención en los estados fronterizos ya están casi al 100 por ciento de su capacidad, y muchas ciudades, como Nueva York, donde están siendo enviados los migrantes, están en crisis.
La presencia en la corte del hijo del presidente de Estados Unidos generará revuelo.
De allí la decisión del presidente de conceder un estatus de protección temporal a más de medio millón de venezolanos que incluye permisos de trabajo. La medida, por supuesto, ha sido criticada por sus rivales, pues la ven como un estímulo a la migración ilegal hacia Estados Unidos así el permiso otorgado solo sea para los que entraron al país hasta el 1° de agosto.
La idea, dijo el secretario para la Seguridad Interna, Alejando Mayorkas, es que estás personas se integren con rapidez, puedan trabajar, y dejen de ser una carga para estos centros urbanos.
Así mismo, la administración anunció otra serie de medidas para reforzar la seguridad fronteriza, entre ellas el envió de 800 militares adicionales y la implementación de un programa que les permita deportar a familias completas en menos de 30 días.
Pese a ello, la crisis está lejos de dispersarse y se añade a la lista de dolores de cabeza del mandatario.
Un posible juicio de destitución
Entre ellos, por supuesto, la investigación con fines de destitución que le abrió la Cámara y que cobrará forma este 28 de septiembre cuando comiencen a sesionar las comisiones encargadas de adelantar la pesquisa.
Aunque Biden no está en riesgo de ser destituido, pues los republicanos no tienen los votos necesarios en el Senado para lograrlo, el proceso en la Cámara generará mucha atención.
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Como en el caso del “shutdown”, los analistas piensan que la ausencia de una acusación concreta contra Biden terminará por afectar más a los republicanos ante la opinión pública.
Pero eso dependerá de lo que se revele durante las audiencias, las cuales serán en vivo y en directo.
Los líos legales de su hijo Hunter
Como si fuera poco, las noticias sobre su hijo (Hunter) siguen acechándolo. Un juez ordenó que debe comparecer de manera presencial a la audiencia de imputación de cargos en los próximos días.
Hunter fue acusado de mentir en un formulario que llenó para comprar un arma de fuego en donde negó haber tenido problemas con drogas -un episodio que está bien documentado-. Y si bien no será arrestado, la presencia en la corte del hijo del presidente de Estados Unidos generará revuelo.
La semana pasada el caso fue objeto de una tortuosa audiencia en la Cámara donde los republicanos acusaron al fiscal general Merrick Garland de tratar de Biden con guante de seda por ser el hijo del presidente.
Y aunque no hay pruebas de ello -ni las presentaron- la idea sigue rondando y sin duda afecta la imagen del mandatario.
¿Está muy viejo para seguir gobernando?
Pese a toda la carga emocional que implica ver a un hijo en esa situación, quizá lo más delicado para Biden -al menos en lo político- es la creciente percepción de que su edad podría ser un factor negativo en la carrera electoral.
El tema ha ido creciendo con el paso de las semanas e incluso es objeto de “fuego amigo”.
David Ignatius, columnista del Washington Post y exmiembro de la junta editorial, de hecho, publicó un escrito en el que le pide, de frente, dar un paso al costado.
Según Ignatius, pese a todo lo que admira al presidente, su candidatura podría ser un detrimento para el objetivo número uno que, dice, es atajar a Trump.
De acuerdo con el columnista, las dudas por la edad del presidente, que tendría 82 años al comenzar su segundo período, no solo sería de la cadena Fox sino “tema de conversación en las casas de todos los estadounidenses”.
Algo que las encuestas siguen constatando: el 77 por ciento, de acuerdo con un sondeo de AP, piensa que está muy viejo para un segundo período.
Y aunque sus aliados sostienen que Trump, a sus 78 años, tiene casi la misma edad, Biden estás más expuesto a los ataques por estar en el poder.
Puede que al final Biden salga hasta fortalecido de estas semanas de horror por las que está atravesando. Pero, de momento, el panorama luce negro.
SERGIO GÓMEZ MASERI
Corresponsal de EL TIEMPO
Washington
En Twitter @sergom68