Cumbre del Futuro, una oportunidad para replantear el Sistema de Naciones Unidas
La pasada Asamblea General de Naciones Unidas en Nueva York fue el momento propicio para que el secretario general Guterres reafirmara el rumbo que debe tomar el Sistema y la Organización en los próximos años, así como para definir el foco de atención de la agenda internacional.
En este marco, la apuesta del secretario general está dirigida a la denominada Cumbre del Futuro, que va a realizarse en septiembre de 2024, la cual pretende “reconstruir la confianza y adaptar las instituciones y marcos multilaterales obsoletos al mundo de hoy, sobre la base de la equidad y la solidaridad”.
Este es un reconocimiento explícito del cambio de época que vivimos, la reconfiguración en curso del orden internacional, y el debilitamiento y la falta de resultados del sistema multilateral. De hecho, ha quedado en evidencia que el avance de los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) hacia el 2030 tiene serios problemas, al igual que la promesa de “no dejar a nadie atrás”. Hoy esta agenda registra un avance de solo un 15 por ciento en el planeta. Se encuentra, literalmente, en terapia intensiva, luego de los efectos perversos del covid-19.
El peso recae en la actual coyuntura en el compromiso de los gobiernos, más allá de la labor que vienen cumpliendo diferentes agencias de Naciones Unidas. Se necesitan, por lo tanto, medidas urgentes para acelerar y materializar los compromisos a través de las 169 metas de los 17 Objetivos. Ello exige la asignación anual de US$ 500.000 millones, lo cual equivale a cinco veces las aprobaciones anuales del Grupo del Banco Mundial. ¿Se lograrán alcanzar de forma realista las metas clave en materia de pobreza extrema, hambre, salud y educación? Debemos asumir el 2030 como una meta volante y recalibrar el rumbo hacia el 2050.
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Naciones Unidas tiene el desafío de reinventarse en coordinación con sus 193 Estados miembros; de lo contrario, se corre el riesgo de la irrelevancia en el mañana.
Y ese no es precisamente el legado que se le quisiera dejar al próximo secretario general en enero de 2027, ni el registro de la tarea realizada por los países y sus promesas incumplidas, las cuales estarán consignadas en los libros de historia de las relaciones internacionales.
“No estamos en tiempos normales
y se requieren respuestas audaces, expeditas y efectivas, en el marco del derecho internacional”.
Un mundo en transición
La Cumbre del Futuro tomará lugar en una coyuntura de transición del orden internacional, caracterizado por fragilidad, fragmentación y conflictividad, bajo el escrutinio y la redefinición del concepto de poder.
El excanciller de España Josep Piqué –quien fue un gran amigo de Colombia– consideraba en su libro ‘El mundo que nos viene’ que estamos viviendo un momento de recomposición de fuerzas a nivel global desde la perspectiva de actores estatales y no estatales, así como de rivalidad por el poder o la influencia sobre determinados territorios y sus poblaciones.
Esta reconfiguración nos llevaría a la constitución de un mundo de ‘síntesis posoccidental’. Es decir, una nueva realidad menos occidental en su centro de gravedad ante la emergencia de Asia (China) y la convergencia de valores, ideas y creencias del pasado y el presente. La potencia predominante no sería sustituida. Por el contrario, se daría una suerte de convivencia entre potencias (en declive y en surgimiento).
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Por su parte, desde el Consejo Colombiano de Relaciones Internacionales (Cori) este escenario lo hemos catalogado de ‘competencia estratégica’ entre Estados Unidos y China, la cual está acompañada por actores revisionistas como Rusia e Irán y ha demostrado un dinamismo y competitividad que están transformando la economía política internacional. Esto trae consigo la competencia –con sus debidos matices– entre dos modelos: democracia liberal y economía de mercado vs. democracia iliberal y capitalismo de Estado. Es una plataforma con visiones encontradas en torno a cómo organizar la sociedad y construir un orden de las relaciones internacionales.
Nos encontramos, entonces, ante un mundo que exige respuestas a nuevos temas y retos vinculados a la pérdida de biodiversidad, las migraciones, el contrato social, las nuevas tecnologías e inteligencia artificial, la desinformación, las desigualdades, la gobernanza del espacio ultraterrestre, la desconfianza ciudadana, por citar solo algunas.
Multilateralismo universal
El sistema internacional está igualmente signado por los ataques al multilateralismo universal. Existen visiones y proyectos políticos de algunas naciones revisionistas que quieren construir la falsa noción sobre la necesidad de un ‘multilateralismo competitivo’, lo cual significa la existencia de múltiples multilateralismos, que se aplicarían a diferentes temas y tiempos, en respuesta a un mundo de naturaleza multipolar.
Esta aproximación lo único a lo que conduciría es a una mayor fragmentación del mundo. Primaría la división sobre la unión; la multipolaridad exacerbaría las tensiones geoestratégicas; y las acciones colectivas –con un único norte– se pondrían en entredicho. Es por ello por lo que, ante las dificultades del nuevo escenario global, la regla de oro debe ser: más liderazgo, más multilateralismo efectivo, más instituciones sólidas, más universalismo, más inclusión, más consenso. Su eje central debe ser las Naciones Unidas como organismo que debe prevenir, anticipar y ejecutar.
Un Pacto del Futuro
La respuesta de Naciones Unidas es un llamado a la sensatez y la construcción de instituciones multilaterales “verdaderamente universales” que contribuyan a reconstruir la confianza, así como un mundo más seguro y pacífico. Esta aproximación se debe dar en reconocimiento de las realidades del siglo XXI, con base en los principios de equidad, solidaridad y universalidad. Deben estar acordes con la Carta y los principios del derecho internacional.
Para lograr este objetivo, el secretario general ha propuesto acertadamente, en su informe ‘Nuestra agenda común’, poner en marcha un “Pacto del Futuro” bajo cinco prioridades globales: (i) desarrollo sostenible y financiamiento para el desarrollo; (ii) paz y seguridad internacionales; (iii) ciencia, tecnología e innovación y cooperación digital; (iv) juventud y generaciones futuras; y (v) transformar la gobernanza global.
Todo ello bajo el compromiso de promover los derechos humanos, empoderar a las mujeres y niñas, y acelerar el cumplimiento de los ODS.
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Esta agenda resulta clave para evitar lo que se ha denominado el ‘colapso social, financiero y medioambiental’ y permitiría avanzar en la renovación del Sistema y la Organización. Asimismo, contribuiría a suministrar bienes públicos globales, proteger los bienes comunes globales y atacar temas centrales como el cumplimiento de las metas de desarrollo, la reforma del sistema financiero internacional, el cambio climático, la pobreza y desigualdad, la violencia, la inseguridad internacionales, entre otros.
Merecen una mención especial la modernización –sin dilación alguna– de la Secretaría General, la revitalización de la Asamblea General y sus métodos de trabajo, y la reforma del Consejo de Seguridad, a través de su democratización, representatividad y toma de decisiones. Una muestra de la falta de capacidad de acción han sido las respuestas ante la invasión de Rusia contra Ucrania en clara violación de la Carta de Naciones Unidas. ¿Dónde quedó el Consejo de Seguridad, cuya misión principal es velar por la paz y la seguridad internacionales? ¿Qué está pasando con los mecanismos de seguridad globales? No estamos en tiempos normales y se requieren respuestas audaces, expeditas y efectivas, en el marco del derecho internacional. La inacción –o hibernación de algunos– no es el mejor consejero ante la complejidad de una sociedad global que evoluciona a un ritmo exponencial.
Comentarios finales
La construcción y puesta en marcha del ‘Pacto del Futuro’ es quizás uno de los principales retos que deberá afrontar el secretario general en los próximos años, lo cual le exigirá el despliegue de sus capacidades políticas y diplomáticas, la generación de amplios consensos, pero también del compromiso de los Estados. Llegó el momento de la Reforma (con R mayúscula), construir sobre los logros alcanzados en los últimos 75 años y renovar los esquemas del pasado. Están aún por verse la profundidad, la dimensión y el alcance de este proceso.
América Latina está llamada a actuar con madurez y determinación para avanzar de forma conjunta en los cambios propuestos y la construcción de un futuro más solidario. La región está en la obligación de actuar con una sola voz y de forma coordinada. La época de los ‘free riders’ ha quedado atrás. Los retos de hoy exigen –ni más ni menos– tomar decisiones que incidirán en el bienestar y futuro de los 1.800 millones de jóvenes del mundo y de las próximas generaciones. A cada uno de ellos no se le puede fallar. Responsabilidad, compromiso y solidaridad deben marcar la pauta.
En la Conferencia de San Francisco de 1945 –momento fundacional de las Naciones Unidas–, la región brilló por su actuar y convicción en la democracia como garantía para el respeto de los derechos de los más vulnerables y la promoción de la paz, la estabilidad y la seguridad internacionales. El turno es ahora en el 2024 y se deberá estar a la altura de las circunstancias y los retos.
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La hoja de ruta es la solidaridad, la cooperación y el multilateralismo universal renovado, como principios rectores de una América Latina democrática e incluyente que debe buscar incansablemente corregir el rumbo de un mundo cada vez convulsionado.
Confiamos en que el Gobierno de Colombia desde ya se esté preparando para asumir este reto con la rigurosidad, protagonismo y liderazgo que ha distinguido al país desde los orígenes del Sistema de Naciones Unidas.
El expresidente y excanciller Alberto Lleras Camargo, quien encabezó la delegación de Colombia para la Conferencia de San Francisco, acuñó la frase célebre: “La OEA no será ni más ni menos de lo que sus Estados miembros quieran que sea”. Hoy, décadas más tarde, tenemos la certeza que «La ONU no será ni más ni menos de lo que sus Estados miembros quieran que sea”.
* Presidente del Consejo Colombiano de Relaciones Internacionales (Cori), excanciller (1998-2002) y exembajador ante las Naciones Unidas.
*Visiting fellow de la Universidad de Oxford, miembro del Advisory Board del Sur Global del LSE y exembajador alterno ante las Naciones Unidas.