¿Quién salió ganando en la cumbre Joe Biden – Xi Jinping? / Análisis de Mauricio Vargas
La noticia hizo ruido a inicios de año. El 4 de febrero, frente a las costas de Carolina del Sur, el Ejército de los Estados Unidos derribó un supuesto globo espía chino que llevaba cuatro días de travesía de oeste a este a 60.000 pies de altura sobre el norte de América. Avistado primero en los cielos de Montana, el globo se desplazó hasta el mar Atlántico, donde fue abatido por orden del presidente Joe Biden, y recuperado luego por personal de la Marina.
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El gobierno del presidente chino, Xi Jinping, protestó airadamente, hubo un cruce de agrias acusaciones entre Washington y Pekín y fueron elevados los niveles de alerta de ambos aparatos militares, en lo que los analistas calificaron como el punto más bajo –y más peligroso– de las relaciones desde el acercamiento marcado por la visita del presidente Richard Nixon a China en 1972.
Lo más grave es que, a raíz de las crecientes diferencias por el contencioso de la isla de Taiwán, que China considera parte de su territorio, pero que se mantiene autónoma y bajo protección y suministro de armas de Washington, los canales de comunicación entre militares de ambos países, considerados como un eficaz mecanismo de prevención de conflictos y escalada guerrera, habían quedado cortados en agosto de 2022.
Muchas veces en la historia de la Guerra Fría, canales similares entre Moscú y Washington permitieron aclarar malentendidos sobre movimientos de aviones y submarinos que, de haberse agravado, habrían conducido al mundo al borde del holocausto nuclear.
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De igual manera, desde mediados de los años setenta, la comunicación entre militares chinos y estadounidenses generó confianza mutua y, a la vez, permitió que cada lado entendiera mejor los movimientos militares del otro, de modo que ninguna señal terminara por ser malinterpretada y generara el riesgo de un escalamiento militar. Todo ello hasta agosto de 2022, cuando ese puente se rompió.
Y es, justamente, el restablecimiento de tan valiosa comunicación el mayor de los logros –no el único– del almuerzo que sostuvieron la semana pasada los presidentes Biden y Xi en el área de San Francisco, California, en el marco de la cumbre del mecanismo de cooperación Asia-Pacífico (Apec).
El mandatario estadounidense dijo que el encuentro del miércoles 15, que duró más de cuatro horas, le permitió sostener con Xi “algunas de las discusiones más constructivas y productivas que hemos tenido”. “No siempre hemos estado de acuerdo”, explicó Biden, pero “conozco al hombre, conozco su modus operandi, lo miré a los ojos (…), él tiene una visión diferente a la mía, pero ha sido recto…”.
Por su parte, la agencia de noticias oficial china Xinhua citó a Xi diciendo que “el respeto mutuo, la coexistencia pacífica y la cooperación mutua y benéfica son las lecciones que las dos partes han sacado de 50 años de relaciones”. Según Xi, “para China y Estados Unidos darse la espalda no es una opción…”. Pero hubo más que el buen tono de esas declaraciones.
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Los acuerdos
Tras el incidente del globo en febrero, las posibilidades de restablecer la comunicación entre los dos gigantescos aparatos militares se habían reducido a mínimos. Y los riesgos se elevaban a diario.
“Aquí en Europa temíamos que esa falta de interlocución llevara a un incidente grave en el mar de China, donde los movimientos de aviones y portaviones de Pekín son seguidos de cerca por naves estadounidenses que brindan apoyo de vigilancia a Taiwán”, le dijo a EL TIEMPO un diplomático europeo en París.
Una fuente del Departamento de Estado le había dicho a CNN, antes de la cumbre, que Biden insistiría con Xi en ese punto, pero que Washington no era optimista, pues hasta entonces los chinos se habían “mostrado reacios”, debido a la desconfianza que creció por la historia del globo.
El planeta Tierra es lo suficientemente grande para que los dos países tengan éxito
Hicieron falta las visitas a Pekín, en junio, del secretario de Defensa, Lloyd Austin, y del asesor nacional de seguridad, Jake Sullivan, y días después la del secretario de Estado, Antony Blinken, para llenar de razones a Xi y a su equipo de dar el paso.
Según un completo reporte de CNN sobre el contenido del diálogo del miércoles pasado, el presidente estadounidense arrancó por ahí la charla con su homólogo chino. “Creo que es primordial que usted y yo nos entendamos claramente, de líder a líder, sin conceptos erróneos ni faltas de comunicación”, le dijo Biden a Xi en los preliminares del almuerzo, en una casona aislada en el sur de San Francisco.
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La respuesta de Xi estuvo a la altura. “El planeta Tierra es lo suficientemente grande para que los dos países tengan éxito”, afirmó el mandatario chino con la intermediación de un traductor. “La relación China-Estados Unidos nunca ha sido fácil en los últimos 50 años (…) y siempre enfrenta problemas de un tipo u otro. Sin embargo, ha seguido avanzando…”, agregó.
De ahí en adelante fue mucho más fácil concretar, entre otros puntos, el restablecimiento de la comunicación entre militares por el que tanto había trabajado Washington durante los meses previos.
Pero hubo más logros. Washington llevaba años insistiéndole a Pekín para que comprometiera a sus autoridades en la lucha contra el fentanilo, uno de los principales opioides en el corazón de la epidemia que azota desde hace varios años a los Estados Unidos y que en 2022 dejó allí cerca de 110.000 muertes por sobredosis.
Gran parte del fentanilo que llega de contrabando a las ciudades estadounidenses proviene de fábricas en China que exportan ese opiáceo sintético a México, donde laboratorios ilegales lo procesan y envían a su vecino del norte.
Para las autoridades antidrogas de Estados Unidos, si Pekín consigue controlar esa producción, el suministro a los narcotraficantes mexicanos se reducirá y, en consecuencia, menos fentanilo llegará a las grandes ciudades de la primera potencia mundial.
Un tercer acuerdo entre Biden y Xi plantea lanzar un trabajo conjunto para estudiar las implicaciones de la inteligencia artificial en una serie de dominios, en especial la industria militar. El acuerdo en este punto parte del reconocimiento de ambos gobiernos sobre los “riesgos reales” que plantea que la IA sea “utilizada en asuntos militares o en operaciones nucleares”.
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¿Sacó ventaja Biden?
Para Xi, su gran éxito radica en la cumbre misma y en el clima de distensión que la caracterizó. Así lo han explicado varios centros de estudios internacionales, como el Instituto Francés de Relaciones Internacionales (Ifri), que sigue con atención las relaciones Washington-Pekín.
“Del lado chino –sostuvo este fin de semana Marc Julienne, experto del Ifri–, la prioridad era brindarles certezas a los inversionistas americanos sobre la estabilidad de la relación con Washington y sobre la estabilidad de la economía de China, en momentos en que ese país hace frente a importantes desafíos”, entre ellos un crecimiento debilitado que este año quizás no llegue al 5 por ciento, muy por debajo del promedio de 8 por ciento de años anteriores.
Del lado chino, la prioridad era brindarles certezas a los inversionistas americanos sobre la estabilidad de la relación con Washington y sobre la estabilidad de la economía de China
Pero es probable que Biden haya sido quien más ventajas sacó. En vísperas de un año electoral muy complicado, la cumbre puede haberle servido para garantizarse que, en el frente de sus relaciones con China, no surjan grandes sobresaltos que le compliquen el día a día.
Pero además, reactivar los canales de comunicación entre militares sin haberse visto obligado a renunciar a sus advertencias en favor del respeto por parte de Pekín a la autonomía de Taiwán, ni a la venta de armas a esa isla, envía una señal de fortaleza, algo que Biden necesita a poco más de dos meses del inicio de la campaña de elecciones primarias con miras a las presidenciales de noviembre.
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Y en cuanto al fentanilo, aunque es difícil saber qué tanto comprometerá Xi a su gobierno en el control a los fabricantes del opioide, el éxito de Biden radica en que este era un tema del que China se había negado siempre a hablar, pues rechazaba de plano que sectores de su poderosa industria farmacéutica pudiesen estar comprometidos en su venta a los carteles mexicanos.
Como lo explica Nicolas Baverez, ensayista francés autor del libro Democracias contra imperios autoritarios, “Joe Biden impuso el enfoque americano de una gestión razonada de la competición entre las dos potencias, y también su agenda.
“Xi Jinping llevó a cabo una retirada táctica –agregó Baverez en el diario parisino Le Figaro– frente al fracaso de su estrategia de contraposición frontal, y buscó convencer a los líderes de las grandes empresas americanas de reinvertir en China.
“Esta evolución –concluye Baverez– refleja la transición a favor de los Estados Unidos de la correlación de fuerza entre los dos gigantes que dominan la historia del siglo XX”. Quizás por eso Biden pudo insistir, después del almuerzo, en calificar a Xi de “dictador” –palabra que relativizó enseguida– sin que eso se tradujera en una dura respuesta china.
Baverez y otros analistas coinciden en que, aun así, los logros del encuentro son limitados y que incluso si Biden sacó algo de ventaja, fracasó en un punto crítico: convencer a Xi de persuadir al presidente ruso, Vladimir Putin, de no seguir adelante con su escalada de guerra en Ucrania.
Pero ese punto negro no consigue opacar la cumbre. Así lo concluyó en su editorial del domingo el diario The Washington Post: “Aun con pocos acuerdos formales anunciados, el diálogo es preferible a los insultos, y la comunicación constante es mejor que el conflicto (…). Tratar con China es un acto de equilibrio delicado. Sin embargo, una recalibración basada en la realidad, no en la exageración, hará que el mundo sea un poco más seguro”.
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MAURICIO VARGAS
ANALISTA
EL TIEMPO