Estudio revela que europeos consumieron cocaína mucho antes de lo que se creía: podrían haberla tomado de forma recreativa

Al descender a la gran cripta abovedada de un hospital de siglos en Milán en el 2019, Gaia Giordano se sintió abrumada.

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“Ves un suelo de hueso, lleno de huesos”, dijo Giordano, estudiante de posgrado en la Universidad de Milán.

En el siglo 17, la cripta sirvió como cementerio para miles de milaneses pobres que habían buscado ayuda en el hospital Ca’ Granda. Más recientemente, Giordano descubrió un giro sorprendente en la historia del tráfico de drogas en Europa allí.

Después de analizar los cráneos y el tejido cerebral de nueve personas enterradas allí, Giordano y sus colaboradores descubrieron que lo más probable es que dos de ellas hubieran estado consumiendo cocaína. Los hallazgos, publicados en el Journal of Archaeological Science, ofrecen la evidencia más temprana del consumo de cocaína en la Europa premoderna —unos 200 años antes de que un químico alemán aislara la droga de la planta de coca.

Los hallazgos sugieren que los milaneses tenían acceso a las mismas hojas de coca que las antiguas civilizaciones sudamericanas habían utilizado durante mucho tiempo como analgésico, estimulante y supresor del apetito.

Nadie sabe cómo ni cuándo llegó la coca a los europeos. Pero Christine VanPool, antropóloga en la Universidad de Missouri, cree que los colonizadores españoles en Sudamérica pueden haberse sentido atraídos por las propiedades analgésicas de la cocaína.

Benjamin Breen, historiador en la Universidad de California, en Santa Cruz, dijo que quizás las hojas fueron enviadas de regreso a Europa por un boticario o un médico.

Y Milán, como epicentro del comercio, puede haber recibido coca antes que otras ciudades europeas.

Las crónicas dejadas por los viajeros europeos del siglo 16 al Nuevo Mundo mencionan las hojas de coca. Por ejemplo, el misionero español José de Acosta escribió que masticar hojas de coca funciona con gran fuerza y da aliento a los indios”.

La cripta en Ca’ Granda incluye unos 2.9 millones de huesos. Giordano dijo que “restricciones éticas, técnicas y de tiempo” limitaban los restos que ella y su equipo podían estudiar. Los restos de dos personas presentaban evidencias de ingesta de cocaína. Las muestras fueron convertidas en polvo, analizado con un espectrómetro para detectar los compuestos que contenían.

Uno de esos consumidores de cocaína era un hombre de entre 30 y 45 años que había padecido sífilis. La edad, el sexo y la dolencia de la otra persona resultaron imposibles de determinar.

Las dos personas podrían haber masticado hojas de coca “como remedio medicinal en el hospital”, escribieron Giordano y sus colegas en el estudio. Pero también podrían haberlo tomado de forma recreativa.

Los registros hospitalarios no mostraron evidencia alguna que sugiriera que los médicos administraran hojas de coca allí. En contraste, un estudio anterior realizado por el equipo de Giordano halló que ya en 1558 los productos de la amapola se “utilizaban activamente como tratamiento médico” en Ca’ Granda.

La investigación de Giordano parece alterar la estimación más temprana de cuándo cruzó la hoja de coca el Océano Atlántico por primera vez.

“Gran parte de lo que sabemos sobre el pasado se ha basado en información de registros escritos. Pero si comparamos lo que hay en un libro con la evidencia física, como lo que hay en el cerebro de alguien, estamos hablando de una dimensión completamente nueva”, dijo Breen.

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