‘Vi restos de personas quemadas’: activista revela lo que halló en rancho Izaguirre, centro de exterminio en México

La vida de José Raúl Servín García cambió para siempre el 10 de abril de 2018, cuando hombres armados se llevaron a la fuerza a su hijo, Raúl Servín Galván (20 años), en un estacionamiento en una zona de Jalisco. Sujetos sin identificar amenazaron y obligaron a uno de sus amigos a arrodillarse y el joven no dudó en intervenir, pero terminaron por llevárselo a él.

Desde entonces, José Raúl no ha sabido nada de su hijo. Acudió a las autoridades, interpuso denuncias y trató de reconstruir lo que le había pasado a Raúl con las pocas pistas que consiguió.

Con el paso de los años, el rastro se hizo cada vez más débil y las autoridades no le daban una respuesta sobre qué había sucedido realmente con él. Y es que, en México, un país donde las autoridades no dan abasto para abordar los más de 124.000 casos de desaparecidos que hay en los registros oficiales, muchos padres y madres terminan buscando a sus seres queridos mediante sus propios métodos y con sus mismas manos.

Raúl Servín, miembro de Guerreros Buscadores de Jalisco. Foto:Cortesía. Archivo particular.

Los sitios donde desgraciadamente las familias mexicanas suelen encontrar los restos de sus familiares son en fosas comunes que cavan los carteles y las bandas criminales para enterrar los cuerpos de sus víctimas. Eso llevó a José Raúl a formarse como “buscador”, un oficio que con los años se ha vuelto más común entre los mexicanos. Hoy, de acuerdo con la Universidad Autónoma de México, ya hay más de 100 grupos de “buscadores” en el país.

Precisamente, una reconocida buscadora, Ceci Patricia Flores, fundadora del colectivo Madres Buscadoras de Jalisco, le enseñó a este hombre de 53 años a palpar la tierra con sondas en busca de fosas, a excavar el suelo con picos y palas, y a diferenciar los huesos de un animal con los de una persona.

Con esta experiencia, desde hace un año y medio, José Raúl se unió al colectivo Guerreros Buscadores de Jalisco no solo para buscar su hijo, sino para ayudar a otros padres y madres.

Fue entonces cuando el 5 de marzo, José Raúl y otros buscadores del colectivo Guerreros fueron al Rancho Izaguirre, una finca de Teuchitlán, a unos 60 kilómetros de Guadalajara (Jalisco), y pusieron en el radar del mundo los horrores que deja la violencia en México.

Se observa ropa y zapatos en la comunidad de La Estanzuela. Foto:AFP

Así fue llegar al rancho Izaguirre, un presunto campo de adiestramiento del Cartel Jalisco Nueva Generación

“Hemos a ido a muchas zonas del país, hemos visto hornos crematorios, pero esto que vimos (en Izaguirre) no hay palabras para describirlo. Lo llena a uno de tristeza, dolor e impotencia”, le contó a este diario José Raúl días después de acudir al Rancho Izaguirre tras una llamada anónima que recibió el colectivo.

Guerreros Buscadores de Jalisco asegura que el sitio al parecer fue utilizado por narcotraficantes para “adiestrar” a personas reclutadas presuntamente por la fuerza. La finca se convirtió en una casa del horror que, además, es descrita como un “centro de exterminio” con “crematorios clandestinos”.

En una construcción hallaron varias habitaciones con unos “200 pares de zapatos”, ropa amontonada, maletas, productos de higiene y libretas con anotaciones sobre armas, apodos, compras y cartas personales. En total, las autoridades aseguran haber hallado unos 1.300 objetos pertenecientes a un número indeterminado de personas.

“Mi amor, si algún día ya no regreso, solo te pido que recuerdes lo mucho que te amo”, escribió un joven que firmó como Eduardo Lerma Nito y reseñó su fecha de nacimiento el 2 de mayo de 2003. El joven está vivo y fue rescatado por las autoridades en el operativo que adelantaron la Guardia Nacional y el Ejército en el Rancho Izaguirre, luego de un enfrentamiento con el Cartel Jalisco Nueva Generación (CJNG). Lerma Nito habría sido secuestrado en febrero de ese año.

El colectivo también descubrió cartuchos de armas largas percutidos, láminas para practicar tiro y un altar de la ‘santa muerte’, culto arraigado entre delincuentes.

Casquillos de alto calibre extraídos del suelo en el Rancho Izaguirre. Foto:AFP

“Al ingresar al terreno, yo me metí en un lugar que es una especie de bodega. Hice los trabajos de excavación y me encontré con cientos de miles de casquillos sepultados. Luego me avisaron que fueron encontrados restos de personas, pero como tal no estaban completos. Lo que yo vi fueron fragmentos de personas que habían sido quemadas”, describe José Raúl.

Sobre el operativo de septiembre de 2024, en el que rescataron a Lerma Nito y a otra persona, la fiscalía de Jalisco asegura que entonces encontró restos óseos con ‘exposición térmica’, pero el colectivo descubrió más huesos enterrados. Después, la fiscalía aceptó que sus primeras pesquisas fueron insuficientes. El fiscal general, Alejandro Gertz, que tomó el caso por petición de la presidenta Claudia Sheinbaum, calificó de inaceptable el trabajo de las autoridades locales.

“No es creíble que una situación de esa naturaleza no hubiera sido conocida por las autoridades locales. Tenemos que investigar si realmente eso funcionaba como un crematorio”, dijo Gertz.

No obstante, la fiscalía de Jalisco se mantiene en que “no existen estructuras que fungieran como hornos”, aunque sigue buscando posibles restos.

En diálogo con la AFP, el investigador de la Universidad de Guadalajara, Jorge Ramírez Plascencia, dijo que el Rancho Izaguirre “era un campo de adiestramiento destinado a la preparación de presuntos sicarios”. Él sostiene que el calzado y ropa abandonados pertenecerían a pistoleros que suelen recibir prendas militares tras el entrenamiento. En su opinión, los restos serían de “reclutas asesinados”. Prácticas como la incineración de cuerpos “sirven para formarlos en tortura, desmembramientos, tolerancia a la muerte, tienen que comer cadáveres” o convivir con estos varios días, asegura.

Las familias prometen seguir buscando a sus seres queridos

Lo cierto, es que el macabro hallazgo del rancho Izaguirre pone en relieve que Jalisco es el estado mexicano con más desaparecidos: casi 15.000 de 124.059 registrados oficialmente, la mayoría desde 2006 cuando se declaró la guerra al narco.

Miembros de ‘Guerreros Buscadores’ trabajan en crematorios clandestinos en Rancho Izaguirre. Foto:AFP

A pesar del horror que ha presenciado, José Raúl no deja de buscar. Cada hallazgo, cada fosa abierta, es un recordatorio del destino incierto de su hijo y de los miles de desaparecidos en México. A veces, la desesperanza lo golpea, pero la promesa que hizo aquel 10 de abril de 2018 lo mantiene en pie: no detenerse hasta encontrar a Raúl, sin importar cómo o dónde.

Y aunque en cada expedición teme encontrar lo peor, también se aferra a la posibilidad de que su hijo siga vivo en algún lugar. Mientras haya tierra por remover, mientras haya una pista que seguir, José Raúl seguirá cavando.

CARLOS JOSÉ REYES GARCÍA – SUBEDITOR INTERNACIONAL – EL TIEMPO

*Con AFP

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