La invasión de Panamá, además de innecesaria y no pedida, fue costosa
Treinta años después de la invasión de Estados Unidos a Panamá no hay consenso con respecto a las motivaciones reales de una acción de guerra que tuvo como justificación sacar al dictador Manuel Antonio Noriega y puso frente a frente al ejército del país más poderoso del mundo con las endebles Fuerzas de Defensa.Le puede interesar: ¿Por qué EE. UU. decidió invadir Panamá hace 30 años?
En lo que sí hay acuerdo es en que esa operación fue demasiado espectacular, innecesaria y además no pedida, para sacar del poder a Noriega –un general corrupto y narcotraficante que con mano de hierro se mantuvo en el poder desde 1983 hasta la medianoche del 19 de diciembre de 1989– cuando el entonces presidente estadounidense, George H. W. Bush, ordenó la operación militar.
El veterano periodista panameño Fernando Martínez, jefe de investigaciones de TVN Noticias, le dijo a EL TIEMPO que “la invasión fue vendida como una acción militar para la captura de Noriega, en ese momento dictador, quien había anulado las elecciones presidenciales de mayo de 1989. Ese fue el propósito declarado, pero no fue el real”.
El comunicador asegura que la verdadera intención del gobierno de Bush era permanecer en el país más allá del 31 de diciembre de 1999, fecha límite que había establecido el tratado Torrijos-Carter de 1977, firmado por el general panameño Omar Torrijos y el presidente estadounidense Jimmy Carter.
La invasión fue vendida como una acción militar para la captura de Noriega. Ese fue el propósito declarado, pero no fue el real.
Los acuerdos contemplaban desmantelar las 14 bases militares de Estados Unidos antes del mediodía del 31 de diciembre de 1999 y la devolución del canal a los panameños.
Martínez justifica su afirmación con dos hechos. El primero es que Noriega tenía su oficina en el cuartel Amador, ocupando una parte de lo que se llamaba Comando de Defensa Conjunta y en el que también se encontraba parte de las tropas estadounidenses en Panamá.
“Para salir y entrar de ese sitio solo había una calle que Noriega utilizaba caminando o en vehículo, y los estadounidenses lo veían a diario, por lo que si quisieran, lo habrían podido capturar en cualquier momento y no haber producido el desastre que ocasionaron con la invasión”, relata Martínez.
El segundo hecho que menciona sucedió en octubre de 1989, cuando se produjo un alzamiento militar contra Noriega.
“Los soldados panameños rebeldes les dijeron a los estadounidenses que tenían listo al dictador para que se lo llevaran a Estados Unidos, y extrañamente no lo hicieron”, dice. En cambio, cuando las tropas leales a Noriega recuperaron el control se ordenó una sangrienta purga en la cual fueron ejecutados 17 militares panameños.
Desde hacía varios años eran evidentes los vínculos de Noriega con el cartel de Medellín para traficar droga desde Panamá, aparte de su juego como agente de la CIA desde hacía tiempo, pero Estados Unidos no había tomado medidas, por lo que el dictador se sentía libre para actuar de manera descarada.
Según le dijo Martínez a este diario, los estadounidenses habían planeado la invasión desde hacía varios años, y además revela un capítulo periodístico inédito:
“Guillermo Endara, quien asumió la presidencia horas después de la invasión, el 20 de diciembre, en una base militar estadounidense, me dijo, como periodista que soy, que Estados Unidos le había propuesto negociar para permanecer más tiempo del establecido en el tratado”.
Soldados de EE. UU. instalando cercas en Ciudad de Panamá en diciembre de 1989.
Posteriormente, durante el gobierno de Ernesto Pérez Valladares (1994-1999), el mandatario aceptó la propuesta de Estados Unidos de establecer un centro multinacional antidrogas, lo que implicaba la permanencia de tropas de Estados Unidos, hecho que al final no se concretó.
Martínez dice que en la actualidad “hay una presencia encubierta de Estados Unidos en Panamá con empresas supuestamente privadas que les dan apoyo a aviones estadounidenses que hacen operaciones fronterizas de interdicción de drogas”.
El periodista panameño sostiene que “con la invasión a Panamá se quiso enviar un mensaje a la región y además, Estados Unidos hizo un entrenamiento en caliente, pues meses después, en 1991, invadió Irak junto con una coalición de países, en la llamada guerra del Golfo, también conocida como operación Tormenta del desierto, como respuesta a la invasión y anexión de Irak al emirato de Kuwait”.
Testigo de excepción en este capítulo de la historia panameña hace 30 años, Teresita de Arias, esposa de Ricardo Arias Calderón, quien junto con Endara asumió el control del país al día siguiente de la invasión, le dijo a EL TIEMPO: “Cada vez estoy más convencida de que la invasión fue unilateral y de una violencia innecesaria del Gobierno de Estados Unidos».
El objetivo era capturar y sacar a Noriega del país. El ya exdictador permaneció sin paradero conocido y apareció cuatro días después en la Nunciatura Apostólica con el interés de que el Vaticano le otorgara asilo, pero el asedio de las tropas estadounidenses hizo que él se entregara el 3 de enero de 1990 a agentes de la agencia antinarcóticos estadounidense (DEA).
Tres comisiones de la verdad dijeron que hubo un número indeterminado de muertos, aunque se habla de 53 militares panameños caídos, de los cuales 52 eran soldados rasos. Otras fuentes hablan de unos 500 muertos.
Mis disculpas, mis respetos, mi solidaridad y mi cariño verdadero para los familiares de las víctimas del 20 de Diciembre. Mi patria y la patria de todos nosotros, también está en los cementerios con los caídos hace 30 años. #DueloNacional pic.twitter.com/Jj7Cn3xVEB
— Nito Cortizo (@NitoCortizo) December 20, 2019
Para la esposa del exvicepresidente, fallecido en febrero de 2017, “toda esa bravuconada y despliegue de armas de Estados Unidos hizo colapsar a las Fuerzas de Defensa, que no tuvieron cómo responder. Era imposible”.
Según Teresita de Arias, después de la invasión “tuvimos que comenzar a reconstruir una democracia frágil que se ha estado deteriorando en los últimos años, y necesitamos rescatarla”.
“Mi esposo era vicepresidente y tuvo que asumir el desmantelamiento del ejército (Fuerzas de Defensa), muchos de cuyos miembros, con graves denuncias de violación de derechos humanos, pasaron a ser de la policía, bajo el mando civil”, dijo la ahora retirada dirigente política, quien tuvo que vivir en el exilio entre 1978 y 1979, durante el mandato del general Torrijos.Holman Rodríguez
Redacción Internacional