Una vieja y muy dolorosa batalla
La presentación de los niños como nuevos integrantes de la Policía Comunitaria fue el último grito desesperado de las comunidades de la zona de Chilapa, Guerrero, pero no el único.
En mayo de 2019, en Rincón de Chautla, a través de videos presentaron a 36 niños y a mujeres como nuevos policías comunitarios. Esa vez, como ahora, la atención se volcó en esos pueblos, pero nada cambió. Las masacres y los ataques siguieron.
Bernardino Sánchez Luna, primer coordinador regional de la Policía Comunitaria de Chilapa, cuenta que el año pasado hubo 26 homicidios solo en contra de sus filas, además de la desaparición de otros dos y la ejecución de pobladores en varios de los 16 pueblos de esta zona, quienes fueron asesinados sin ser integrantes de la Policía Comunitaria, como el caso más reciente: la masacre de los 10 integrantes del grupo Sensación Musical, el 17 de enero de este año.(Le recomendamos: La comunidad mexicana que entrena a sus niños para enfrentar a narcos)
Desde el 2014
Esta historia lleva ya años. A finales de agosto de 2014, en la comunidad de Rincón de Chautla, pobladores de los municipios de Chilapa, José Joaquín Herrera y Zitlala acordaron formar su Policía Comunitaria, adherida a la histórica Coordinadora Regional de Autoridades Comunitarias (CRAC). Estaban cansados de los robos, de los saqueos, violaciones, asesinatos y abusos de toda índole.
Unos 40 días atrás, en un camino de la comunidad de Tlachimaltepec habían asaltado y asesinado a seis campesinos que se dedicaban a comercializar maíz y frijol. Los pobladores decidieron no denunciar el crimen ante el Ministerio Público (MP). “Si llegan a atrapar a los delincuentes, ellos salen libres bajo fianza y luego van contra los que denunciaron”, dijeron ese día.
Si logras reconocer al ladrón y lo denuncias, antes de que tú llegues a tu casa él ya te está esperando
“Si en la noche te duermes, el delincuente se lleva el ganado. Si logras reconocer al ladrón y lo denuncias, antes de que tú llegues a tu casa él ya te está esperando”, sentenciaron.
“Nosotros vamos a cuidar al pueblo, porque la justicia del gobierno apesta”, dice Sánchez Luna, quien también asegura que les quieren robar sus tierras.
Así surgió la Policía Comunitaria de Chilapa, porque los pobladores de esas comunidades se sentían solos, desamparados. Y a eso se sumó el componente narco.
Entre Rojos y Ardillos
Cuando se organizó la Policía Comunitaria de la CRAC de Chilapa, las organizaciones criminales (esencialmente narcotraficantes) de Los Rojos y Los Ardillos libraban una cruenta disputa por la zona, en cuyas partes montañosas se produce amapola. La policía quedó en medio. Primero sostuvieron una contienda con Los Rojos, pero en 2015 la balanza se fue de un lado. Casi en el mismo territorio de la Policía Comunitaria surgió un grupo armado que se autodenominó Policía Comunitaria Por la Paz y la Justicia. Esta nueva organización no surgió en la zona rural, sino en la ciudad. Su presentación fue en mayo de 2015, cuando unos 300 hombres armados tomaron el control de la cabecera municipal de Chilapa.
Estuvieron cinco días, dijeron que iban a cazar al líder de la banda criminal Los Rojos, Zenen Nava. Hicieron todo lo que pudieron: registraron casas, instalaron retenes, desarmaron a la Policía Municipal, patrullaron la ciudad y, al irse, se llevaron a 30 jóvenes que hasta hoy siguen desaparecidos. Todo lo hicieron frente a los ojos de policías y militares. Las autoridades vincularon a este grupo armado con Los Ardillos.
Por la amapola
Héctor de Mauleón, escritor, periodista y columnista del diario El Universal, de Ciudad de México, explica que este “infierno” en Chilapa se desató tras la muerte, en el 2009, de Arturo Beltrán Leyva, el capo del cartel de los Beltrán-Leyva, que controlaba el corredor México-Acapulco y trabajó con Amado Carrillo Fuentes ‘El señor de los cielos’ y con el cártel de Los Zetas, entre otros.
(Vea también: El ‘top’ de narcos colombianos que han caído en el exterior)
De Mauleón explica que tanto Los Ardillos como Los Rojos formaban parte de la cadena los Beltrán Leyva, pero tras su muerte “entraron en pugna por el control de la siembra de amapola”. Y añade: “De ese choque viene la estela sangrienta de emboscadas, desapariciones, balaceras y éxodos masivos” que ha convertido a Chilapa en “uno de los lugares más peligrosos del país (…) con una de las tasas de violencia más altas de México: 136 homicidios por cada cien mil habitantes. Sus pobladores viven sumergidos en el miedo”. Y el asesinato de los músicos, que dejó ocho viudas y 23 huérfanos, solo es el más reciente episodio.
Justo hace dos años, el 25 de enero de 2018, siete artesanos que viajaron a Chilapa desde Veracruz para vender sillas de madera desaparecieron. Fueron hallados cinco días más tarde en un paraje solitario. Estaban dentro de 15 bolsas de plástico negras, decapitados. Sus deudos tuvieron que identificarlos a partir de las cabezas cercenadas.
Por todo esto es que los 16 pueblos que integran el territorio comunitario están hoy atrincherados, listos para defenderse de un ataque y, al mismo tiempo, con la vida rota. Los niños dejaron de ir a las escuelas porque hacerlo representa un peligro y porque los profesores ya no se arriesgaron a asistir los pueblos a dar clases. Pero también están al límite en comida, pues a muchos pueblos apenas llegan los alimentos, la ropa y otros insumos básicos. Sánchez Luna cuenta que a muchos de los comerciantes, Los Ardillos les prohíben el paso o les quitan su mercancía, así que muchos de ellos decidieron no volver.
ARTURO DE DIOS PALMA
EL UNIVERSAL (México)
Alcozacán