El mate se apoderó de Siria y uno de sus principales impulsores fue el conflicto armado
Desde que Walaa Ali huyó por primera vez de su hogar en el centro de Siria hace casi 10 años, se ha mudado cuatro veces en el País en busca de seguridad para su familia. Cada vez que se instalaba en un lugar nuevo, hacía correr la voz sobre el mate.
Cada mañana, Ali, de 27 años, coloca cuidadosamente una bandeja con espejo dorado con una tetera a juego, un azucarero que llena de jengibre molido, su vaso de té y un popote de metal para su mate matutino —el té fuerte y amargo nativo de Sudamérica.
“He sido desplazada de un lugar a otro y en cada lugar conocí a vecinos y les presentaba el mate”, dijo recientemente mientras tomaba sorbos de su taza, llena de agua caliente y una generosa ración de hojas de mate. “Saben que si van a venir a casa de Walaa, van a tomar mate”.
La bebida, hecha de una hoja llamada yerba mate y popular en países como Argentina y Brasil, tiene muchos fervientes seguidores en Siria. Los sirios han adoptado cada vez más el ritual social y comunitario que rodea su consumo, similar a una pipa de agua compartida entre amigos o familiares.
Una taza de esta bebida herbácea y con cafeína —a menudo comparada con el té verde japonés— puede durar horas, ya que se rellena con agua caliente y se bebe con un popote de metal. Los sirios la han hecho suya y frecuentemente beben mate en pequeños vasos de vidrio en lugar de los guajes comúnmente utilizados en Sudamérica.
Durante más de un siglo, el imperio, la migración, la conscripción militar y la guerra han conspirado para extender el mate a todos los rincones de Siria. El conflicto del país, que ha desplazado internamente a casi 7 millones de personas desde que inició en el 2011, lo ha llevado a más paladares.
Aproximadamente la mitad de la población del noroeste de Siria está formada por personas que huyeron de sus hogares en otras partes del País. Ali y su marido se encuentran entre ellos. Ellos y sus cuatro hijos viven en una casa sin terminar en la ciudad de Binnish, donde más de la mitad de los 11 mil habitantes han sido desplazados internamente por la guerra, afirman los residentes. Ali y su marido, Yaman al-Deeb, de 30 años, estiman que más de 100 personas han conocido el mate gracias a ellos.
Los sirios conocieron el mate cuando emigraron a Sudamérica en busca de oportunidades en las últimas décadas del Imperio Otomano, explica Naji Sulaiman, profesor asistente de Botánica Ambiental y Aplicada en la Universidad de Ciencias Gastronómicas de Italia.
Se establecieron en países donde el mate era parte del tejido social. Para los sirios, era atractivo el aspecto social de una bebida destinada a ser compartida —a veces en el mismo vaso y con el mismo popote— y consumida durante largos periodos de tiempo.
Después de la Primera Guerra Mundial, cuando algunos de los emigrados regresaron a casa, llevaron sacos enteros de yerba mate y familiarizaron a más sirios con el mate, dijo Sulaiman.
En el 2021, Siria fue el tercer mayor importador de yerba mate del mundo, de acuerdo con el Observatorio de la Complejidad Económica, una plataforma de datos en línea que recopila datos comerciales.
“A pesar de los tiempos económicos difíciles, la gente todavía quiere sentarse y tomar mate —en el trabajo, en las oficinas gubernamentales. Incluso en el Ejército la gente bebe mate”, dijo Sulaimán.
“Se ha convertido en parte de la identidad siria”, dijo.
RAJA ABDULRAHIM. THE NEW YORK TIMES
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