Turkmenistán, la dictadura más excéntrica del mundo
Prohibido teñirse el pelo, prohibido mencionar el coronavirus, prohibido manejar carros que no sean blancos y prohibido llevar barba a los menores de 40 años. Así comienza la lista de insólitas prohibiciones que rigen en el país que está sometido bajo el liderazgo autócrata de Serdar Berdimuhamedov. Turkmenistán, que está ubicado en Asia Central y limita con Afganistán y Uzbekistán, se independizó de la Unión Soviética y ungió a su primer presidente en 1991. Fue Saparmurat Niyázov, el gobernante original de esta nación, el que empezó con esa tradición de normas caprichosas que ha marcado la idiosincrasia del país.
El primer jefe de Estado les tomó el gusto a estas bizarras restricciones y empezó a prohibir cosas que parecían inofensivas y fueron especialmente perseguidas en la capital del país, Ashgabat. Niyázov impidió que los ciudadanos asistiesen a funciones de ballet u ópera, que tuviesen un perro, que estudiasen inglés e incluso que escucharan música al volante.
Ashgabat se destaca por tres logros arquitectónicos que, entre otros, le otorgaron a esta singular ciudad el título de la capital con más récords Guinness del mundo (seis). En primer lugar, ostenta el récord mundial de mayor concentración de edificios revestidos de mármol blanco: en 2013, había 543 en un área de 4,5 millones de metros cuadrados. En segundo lugar, la ciudad tiene el mayor número de fuentes en un espacio público: la fuente Ashgabat, incluye 27 fuentes sincronizadas en un área de aproximadamente 15 hectáreas. Finalmente, está la cubierta más grande del mundo: una instalación de 47,6 millones de metros cuya construcción costó 74 millones de dólares.
Otro de los mayores atractivos turísticos es “la puerta del infierno”, un cráter prendido en fuego, una antigua prospección de gas ubicada en el desierto de Karakum, a unos 260 kilómetros al norte de la capital. En 1971, geólogos soviéticos descubrieron una cueva llena de gas natural tras un colapso accidental. Para evitar la liberación de gases peligrosos, decidieron prenderle fuego, creyendo que se apagaría en días. Sin embargo, sigue ardiendo hasta el día de hoy.
‘Turkmenización’
Cuando se posesionó Niyázov instauró una política social conocida como “turkmenización”, que buscó prohibir aspectos culturales que percibía como “antiturcomanos” y que, a su vez, fue denunciada como una represión religiosa y étnica contra las minorías rusas y uzbekas. Estas bizarras restricciones tenían que ver con la creencia de que estas tradiciones eran occidentales. Por lo que los locales, por ejemplo, solo podían llevar vestimentas típicas. Hoy todavía tienen la obligación de usar carros de color claro para mantener una armonía extrema en la capital.
Ese primer gobernante no fue conocido solo por sus decisiones legales, sino también por la inspiración religiosa que reflejó en un texto sagrado y obligatorio para todos que se dictaba en los colegios. Saparmurat Niyázov afirmaba que Alá mismo lo había guiado al escribir el “Ruhnama”, o “Libro del alma”, una guía sobre moral y civismo.
El culto a la personalidad de Niyázov llegó hasta el calendario, ya que consideraba inapropiado seguir usando nombres de meses y días con referencias paganas u occidentales. Es por esto que decidió reemplazarlos completamente con nombres locales, o más bien, personales. Nombró enero como “Turkmenbashi”, que significa “el líder de los turcos”, es decir, se asignó a sí mismo para inaugurar el año. A abril lo llamó “Gurbansoltan”, en honor a su madre, y septiembre lo dedicó, por supuesto, a su propio libro, el “Ruhnama”.
Delirios de Gurbanguly
Niyázov falleció en 2006 y fue sucedido por su dentista, Gurbanguly Berdimuhamedov, quien ganó con el 90 por ciento de los votos y se autodenominó “el protector”. Aunque marcó un cambio en muchos aspectos, mantuvo la megalomanía de su predecesor y su gusto por imponer normas arbitrarias, aunque fueran distintas.
Al llegar al poder, Gurbanguly suavizó algunas de las restricciones impuestas por su predecesor. Reintrodujo la ópera y el ballet, permitió nuevamente el estudio del inglés, redujo la relevancia del libro sagrado y restauró los nombres originales del calendario.
Destruyó las estatuas de su antecesor y creó una falsa idea de normalización, ya que al poco tiempo construyó sus propios imponentes monumentos de oro y dejó su marca personal al implementar leyes peculiares. Prohibió la tintura de pelo y, en una de las decisiones más insólitas durante la pandemia global, prohibió oficialmente el coronavirus. El país eliminó cualquier mención del covid-19, impidiendo que se hablara de la enfermedad o que los ciudadanos usaran barbijos. Y para no ser fumador pasivo, estableció la prohibición de fumar en espacios públicos.
Otras de las pasiones del autócrata turcomano son la música y la escritura. Gurbanguly publicó más de 50 libros, la mayoría centrados en él mismo. En el país solo se permite escuchar música compuesta por él, como la canción “Karakum”, dedicada al vasto desierto que cubre gran parte del territorio. Como los intereses personales del presidente son los que rigen la cultura, su obsesión con los caballos le dio a este animal un día nacional y su propio ministerio.
Un nuevo mandato
En marzo de 2022 asumió el hijo de Gurbanguly, Serdar, tras una votación en la que se habría impuesto por el 73 por ciento de los votos.
Rama Jutglar, un youtuber español de 25 años que se dedica a crear contenido de viajes alrededor del mundo para su cuenta Ramilla de Aventura, viajó al segundo país más hermético del mundo y lo impactó la homogeneidad. “Mientras recorres el centro turístico prácticamente nadie camina por las calles, es como si estuvieras en una ciudad fantasma”, dijo a La Nación de Argentina.
Como si el desierto se extendiera también a la capital, los visitantes se sorprenden por esta anomalía, pero en cuanto quieren compartir las imágenes con sus familiares o amigos, se topan con una nueva restricción. “Es prácticamente imposible el acceso a internet, ya sea redes sociales, buscadores o aplicaciones de mensajería como WhatsApp y Telegram. Solo funciona el mail y es muy difícil conectarse a las VPN”, afirmó Jutglar.
¿Libertad de prensa?
En dicho país, los medios de comunicación, la información, la prensa y el derecho a la información son vistos con el mismo rango de riesgo y peligrosidad que las armas de fuego y el consumo de drogas ilícitas. El líder turkmeno Gurbanguly Berdimuhamedov, desde su mandato, no quiso ningún tipo de comunicadores ni información independiente.
El Gobierno ejerce un control total sobre los medios en Turkmenistán. Casi todos los diarios, canales de televisión y estaciones de radio son gestionados por el Estado y aquellos que no, sufren la censura y se les quita la licencia por publicar contenido “no autorizado”.
Ruslan Myatiev, director y editor jefe de Turkmen.news, un sitio web independiente de noticias turcomanas con sede en Holanda, contó a La Nación de Argentina: “En mis 14 años de trabajo perdí muchas fuentes y periodistas, algunos incluso fueron condenados a prisión con cargos falsos. Mi corresponsal más comprometido, Nurgeldi Halykov, fue liberado recientemente (en junio) tras cumplir íntegramente su condena de cuatro años”.
“No existe información acerca de la política ni sobre las violaciones a los derechos humanos. Tampoco existen las redes sociales globales, ya que se encuentran bloqueadas y el Estado controla estrictamente la comunicación personal mediante sus propias plataformas de mensajería”, afirmó Myatiev.
“Nuestra web fue bloqueada en Turkmenistán el día después de su lanzamiento. No hubo orden judicial ni ningún otro mecanismo legal, solo bastó con una llamada telefónica del Ministerio de Seguridad Nacional al proveedor de internet”, recordó Myatiev.
Human Rights Watch afirmó en su último informe: “Las autoridades continúan suprimiendo los derechos y libertades fundamentales, incluidas las libertades de religión, circulación, expresión y asociación. Las recientes reformas políticas no han hecho más que profundizar el gobierno autoritario. El Gobierno no reconoce la pobreza y no ha tomado medidas para abordar la continua inseguridad alimentaria”.
‘Reality show’
Nicolás Pasquali, un argentino de 32 años, lleva ocho años viajando por el mundo y en su recorrido por Asia Central se topó con Ashgabat, un majestuoso oasis blanco en el medio de un país que es 70 % desierto. “Es un lugar tan limpio, pulcro y vacío de gente que parece un reality, como si estuvieras en ‘Truman Show’”, afirmó Pasquali. “El nivel de dominio que tiene el presidente también parece ficticio. Es un lavado de cerebro”, agregó.
“No hay mucha interacción con los locales porque no está permitido moverse libremente, cada turista debe estar acompañado de un ‘fixer’. No es propiamente un guía turístico, sino alguien destinado a solucionarle los problemas al extranjero. Nuestro ‘fixer’ nos advirtió que tengamos cuidado porque probablemente nos estaban siguiendo agentes del gobierno, que quieren averiguar para qué vienen los turistas. Es como si les hubiera quedado una herencia del espionaje de la Unión Soviética”, contó.
“Los extranjeros tienen prohibido conocer las casas de los locales porque el lujo arquitectónico es una burbuja creada por el dictador para mostrar una facha destinada a los ojos de los turistas”, complementa Pasquali. Esta suntuosidad es diametralmente opuesta al modelo de vida soviético que llevan los locales.
Este podría parecer un ejemplo típico de otra dictadura en Asia Central, similar a Tayikistán o Kirguistán, países que cuentan con pocos recursos y poca visibilidad internacional. Sin embargo, no es el caso. Turkmenistán ocupa un lugar relevante en el escenario global, ya que cuenta con la cuarta mayor reserva de gas del mundo, un recurso natural crucial para cualquier nación debido a su importancia estratégica.
Lucía Boccio
La Nación (Argentina)
GDA