¿Los devastadores incendios en Los Ángeles serán un ejemplo de lo que le espera al mundo? / Análisis de Mauricio Vargas

El martes, tras una semana del inicio de los devastadores incendios que han arrasado más de 160 kilómetros cuadrados de bosques y urbanizaciones en Los Ángeles, California, el balance resultaba aterrador: a la confirmación de 24 personas muertas se suman cerca de una veintena de desaparecidos, más de 12.000 edificaciones arrasadas, viviendas, muchas de ellas de lujo, comercios y oficinas, 160.000 personas evacuadas y pérdidas económicas por más de 150.000 millones de dólares.

Los expertos no han tardado mucho en relacionar lo ocurrido con el cambio climático que vive el planeta, debido a la creciente emisión de CO2, metano y otros gases de efecto invernadero que han calentado la atmósfera, un fenómeno que si bien no es la causa misma de lo ocurrido en las áreas de Palisades, Eaton, Hurst y otras en Los Ángeles, sin duda ha determinado que los incendios sean más intensos, alcancen mayores temperaturas y se propaguen más rápido.

Prueba de que el desorden climático no da respiro es que los últimos diez años (2015-2024) fueron sucesivamente los más cálidos jamás registrados en el planeta

Le mondeDiario parisino

El meteorólogo español Francisco Martín León explicaba este fin de semana al diario madrileño El País que la región soporta en estos días “un potente anticiclón situado en el interior de los Estados Unidos y una baja presión frente a la costa de California”. Según el experto, eso lleva a que “los vientos desciendan a las montañas buscando la costa, lo que supone un calentamiento atroz y una aceleración creciente”.

Los vientos de Santa Ana, que suelen soplar entre octubre y febrero con velocidades superiores a 30 kilómetros por hora, han tenido esta vez rachas de 100 kilómetros por hora y picos de 160 que, agrega León, “se pueden considerar huracanados”, y por eso “cualquier chispa, cualquier barbacoa, puede ser un elemento de ignición tremendo”.

Bomberos en las ruinas de una casa frente al mar en Los Ángeles. Foto:ETIENNE LAURENT / AFP

A esto se suman la falta de lluvias que mantiene seca la tierra y la vegetación, un calor inusualmente fuerte en pleno invierno y una humedad en el aire de apenas 30 por ciento, las condiciones perfectas para el desastre que se está produciendo. Sequía, baja humedad en la atmósfera y velocidad de los vientos que bajan de la montaña, todo está relacionado, en buena medida como efecto del calentamiento de la superficie del mar Pacífico, el mismo que genera el ciclo de fenómenos de El Niño y La Niña, todo debido al cambio climático.

En 2024, esa crisis climática se aceleró, y lo hizo de manera grave. Según las estadísticas, el año que acaba de terminar fue el más caliente desde 1850, y fue el primero en superar el umbral de 1,5 °C de calentamiento climático, comparado con la era preindustrial, según el balance del servicio europeo Copernicus para el cambio climático, publicado este fin de semana.

Desde las canículas del verano pasado en Estados Unidos hasta el ciclón Chido en la isla francesa de Mayotte, en el océano Índico, pasando por las ruinosas inundaciones en Valencia, España, todo tiene que ver con ese aumento que alcanzó a ser superior en 1,6 °C a los niveles del período 1850-1900.

El año que acaba de pasar superó en 0,12 °C a 2023, que ya había sido récord. Tal y como reseñaba el diario parisino Le Monde el viernes, “prueba de que el desorden climático no da respiro es que los últimos diez años (2015-2024) fueron sucesivamente los más cálidos jamás registrados en el planeta”.

La alarma cunde entre los expertos. “Para la persona promedio, esto significa que los cambios que está experimentando clima más extremo, aumento de costos debido a los impactos climáticos, amenazas a la seguridad alimentaria y del agua no son anomalías”, le explicó a la agencia AP Victor Gensini, profesor de meteorología en la Universidad del Norte de Illinois. “Son la nueva normalidad”, agregó.

Negacionismo y retroceso

Como lo demuestra la destrucción de lujosas mansiones en Los Ángeles, lo mismo que la de humildes tugurios en la isla de Mayotte, lo que ocurre no distingue entre ricos y pobres. La consecuencia lógica ante semejante amenaza debería ser que los gobiernos del mundo acordaran más estrictos compromisos para reducir las emisiones de CO2 y otros gases de efecto invernadero, o al menos que se esforzaran por cumplir las metas ya pactadas en el Acuerdo de París, así como en las sucesivas COP organizadas por Naciones Unidas.

Pero no es así. Por el contrario, el regreso de Donald Trump al poder este 20 de enero, así como el avance de movimientos de la derecha radical en varios países europeos que, al igual que Trump, promueven discursos negacionistas del cambio climático, lleva a pensar que los incumplimientos de lo acordado se multiplicarán, lo que comprometerá aún más el objetivo de controlar el aumento de la temperatura promedio del planeta.

Los bomberos trabajan para extinguir el incendio de un edificio de apartamentos en Los Ángeles. Foto:JOSH EDELSON / AFP

Los diferentes estudios publicados en meses recientes coinciden en que la concentración de CO2 en la atmósfera es la más alta en dos millones de años, y que la de metano también lo es en 800.000 años.

A pesar de ello, todas las apuestas de los analistas políticos que siguen Estados Unidos es que, una vez en la Casa Blanca, Trump promoverá, como lo hizo en su primer mandato, el retiro de Washington del Acuerdo de París, firmado en 2015 por 195 Estados y que busca limitar a 1,6 °C el aumento de la temperatura promedio del globo. Al asumir el poder en 2020, Joe Biden reincorporó a su país al Acuerdo, algo que Trump puede ahora reversar.

El profesor Pierre Blanc, catedrático de Sciences Po Bordeaux, en el suroeste de Francia, y autor del libro Geopolítica y clima (2023), le dijo este fin de semana a la revista parisina L’Express que “desde sus decisiones durante su primer mandato hasta sus declaraciones en la campaña presidencial pasada, (Trump) confirma su denegación del origen antropogénico del cambio climático, véase del cambio climático mismo”. Un retiro de Washington del Acuerdo de París, como el anunciado por Trump, llevaría a otros países a imitarlo o, en cualquier caso, a sentirse mucho menos comprometidos con el cumplimiento de las metas.

“Debilitada por la competencia china y amenazada por un aumento de los aranceles por decisión de Trump, y en caso de que Estados Unidos reniegue de sus compromisos verdes, a Europa le va a costar mucho mantener sus metas de reducción de emisiones de CO2 y metano, pues la transición energética, aunque benéfica a largo plazo, es costosa durante el proceso y debilita la competitividad”, le dijo a EL TIEMPO una diplomática europea que integra un comité que sigue con atención la llegada de Trump a la Casa Blanca.

El ‘Pacto verde europeo’, documento que en 2020 trazó la ruta que el Viejo Continente debe seguir para alcanzar la neutralidad en carbono en 2050, puede terminar sacrificado. Según el profesor Blanc, si Trump decide retroceder, “habrá que ver cómo reacciona Europa y si todavía va a querer mantenerse como una potencia climática”. Y remata Blanc: “Y sobre China hay que preguntarse lo mismo”.

Un bombero controla la propagación del Auto Fire en Oxnard, al noroeste de Los Ángeles, California. Foto:ETIENNE LAURENT / AFP

Guerras y crisis económica

Para empeorar el panorama, la situación económica de la mayoría de los países del mundo no les deja mucho margen para frenar sus emisiones de CO2 y otros gases a la atmósfera, ni para destinar recursos a la transición energética. Y si en efecto, como lo ha anunciado, Trump eleva drásticamente los aranceles a los productos no solo de China sino de Europa y de los países del tercer mundo, ese margen se va a estrechar más, pues una guerra comercial frenará aún más el crecimiento económico.

“Un buen ejemplo de lo que puede pasar lo da Brasil, donde Lula llegó al poder con un discurso verde antagónico del negacionismo climático de su antecesor Jair Bolsonaro”, le explicó a EL TIEMPO la mencionada diplomática europea. “Lula enfrenta un estancamiento de la economía brasilera y su apuesta es, ahora más que nunca, por el petróleo y el gas para financiar la lucha contra la pobreza”, agregó la fuente.

“El caso del presidente Gustavo Petro –anotó– es único y, si se quiere, bastante ingenuo, pues que su país renuncie al petróleo y al gas que posee no hará mucha diferencia para el planeta, ya que Colombia no es un emisor importante de carbono y, en cambio, esas decisiones pueden dejarlo sin recursos para hacer la transición energética”.

A Europa le va a costar mucho mantener sus metas de reducción de emisiones de CO2 y metano, pues la transición energética, aunque benéfica a largo plazo, es costosa durante el proceso y debilita la competitividad

Diplomática EuropeaIntegra un comité que sigue con atención la llegada de Trump a la Casa Blanca

Por otro lado están las guerras, que tienen un doble efecto negativo sobre la lucha contra el cambio climático. El primero porque la guerra misma es una fuente de contaminación: sus armas y la destrucción que producen generan emisiones de CO2 a la atmósfera, y contaminación de ríos y mares. La catástrofe ambiental del mar Negro desde la invasión a Ucrania por las tropas rusas es un claro ejemplo. Lo mismo se puede decir de Gaza, Cisjordania y el sur del Líbano.

Pero además, guerras como las que soportan varios países del Sahel como Níger, Malí, Chad, Sudán y Sudán del sur, y la inestabilidad política que generan, impiden que los gobiernos de esa región puedan desarrollar políticas ambientales como las que necesita con urgencia una zona del mundo donde la deforestación y la escasez de agua están en los niveles más altos del planeta, generando hambrunas, miseria y masivas migraciones.

Cientos de bomberos y personal de emergencia atienden la emergencia. Foto:EFE

Este fin de semana, en el marco de su cubrimiento sobre los devastadores incendios en Los Ángeles, el diario parisino Le Monde entrevistó a Aaron Paley, planificador urbano de la Universidad de Berkeley y experto en historia social y cultura de la ciudad. Testigo de excepción del desastre, Paley predijo que “una parte de los habitantes va a abandonar la ciudad”.

Pero deben saber, agregó, que “en el lugar a donde lleguen van a encontrar los mismos problemas, aún si no en la misma escala”, pues piensa Paley que “el cambio climático está por todos lados”. El experto espera que “esta catástrofe sea una alarma para el mundo (…), lo que le va a pasar al planeta entero es visible hoy en el mapa de Los Ángeles

Los incendios de Los Ángeles siguen sin control. Foto:

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